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Me dirigí sigilosamente a la puerta para salir a por algo de comida.

Como era costumbre tenía que ir por los callejones por que en las calles había patrullas de soldados que se dedicaban a matar judios.

Había un pequeño puesto a unas pocas calles de donde me situaba que todavía los soldados no habían descubierto y seguía abierto.

Minutos más tarde llegué y me encontré con uno de mis mejores amigos Jeon Jungkook.

- ¡Jimin! Por fin vienes pensé que te había pasado algo. - Susurró mientras me abrazaba.

- Claro que no, tonto. No pueden conmigo. - Reí por lo bajo.

- ¿Que vas a llevarle hoy a tus padres? - Mencionó el menor.

- Lo que sea. - Respondí.

- Por cierto Jimin. ¿Puedes ir a comprarme un períodico? - Hablo Jeon.

- Sabes que a nosotros no nos lo venderán. - Murmuré bajando la mirada.

- Ese es el tema, aquí en la esquina hay un señor que casi todo el día está durmiendo y él suele vender. Así que vete a por uno. - Dijo Jungkook.

Me pareció buena idea, me encantaba la aventura. Así que me dirigí a por el periodíco.

Al llegar a la esquina el señor estaba dormido tal cual había descrito mi amigo, agarré uno.

Cuando lo estaba cogiendo, él hombre se desperto y empezó a maldecirme.

Como era de costumbre empecé a correr hasta la tienda de los Jeon mientras el señor me condenaba.

-X: ¡Desgraciado, vuelve aquí! - Chillaba el señor.

Poco después llegue a la tienda de mi amigo y me senté a su lado al leer el periodíco.

Pero al ver la portada me alarmó.

- Los soldados llevan a los judíos de estás zonas a los campos de concentracción. - Dijo Jungkook mientras leía concentrado.

Me levanté frustrado dejando mi mirada en aquel papel.

- ¡Mierda! - Grite lo más alto que pudé.

Me levanté y me dispusé a correr, Jungkook comenzó a gritarme cosas pero no le escuché.

Empecé a correr lo más rápido que mis piernas podían, ahora mismo los soldados conseguirían estar en mi casa llevandose a mis padres.

Al llegar a casa noté que la puerta estaba abierta y toda la decoración se situaba en el suelo.

- ¡Padre! ¡Madre! - Grité lo más alto que pude pero no hubo respuesta.

Oí algo en una habitación y me dirigí hacía allí.

Al llegar a esa habitación vi la escena más aterradora que jamás pude ver.

Mi padre estaba tirado en el suelo lleno de sangre mientras se intentaba tapar la herida que tenía en la barriga.

- ¡Padre! - Chillé mientras lágrimas caían por mis mejillas.

- Jimin. - Dijó él casi en un susurro.

- ¿Que ha pasado? ¿Donde está madre? - Mencioné con la voz entrecortada.

- Se la han llevado Jimin. Es el fin. - Susurraba él.

- Vete antes de que te encuentren. - Volvío a hablar con dificultad.

- ¡No! No te dejaré solo - Gritaba desesperado.

- Jimin, aunque constantemente he sido duro contigo quiero que sepás que siempre he estado muy orgulloso de ti. - Hablaba haciendo pequeñas pausas.

Balle perdueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora