Hacía rato que había pasado la hora del desayuno cuando Mew regresó a su casa, y no hizo intento de ocultarle su llegada a Hyun Joong.
Sentado al escritorio del saloncito, su secretario hacía crujir el periódico con vehemencia mientras lo leía, como si pudiera disimular que había estado pendiente del reloj mientras esperaba a que volviera de pasar la noche con su amante.
«Que espere», dijo una vocecilla irritada dentro de la cabeza de Mew.
«¿Qué derecho tiene a quejarse de tu comportamiento, si ha estado aprovechándose de tu ausencia para ponerte los cuernos?».¿Había sido ayer mismo cuando se había convencido de que Hyun Joong no tenía nada que reprocharse y de que Mild estaba equivocado respecto a la conducta de Gulf?
Procuró calmarse. Poco importaba lo que había sucedido. Ahora era ya demasiado tarde para cambiarlo. Lo único que podía hacerse era controlar los daños. No podía reprocharle a Hyun Joong que amara al hombre que se le antojara. Si Gulf lo quería sinceramente, le rompería el corazón si lo mataba. Y de todos modos no dejaría de ser un cornudo.
Miró hacia el lugar donde oía crujir el periódico y dijo con calma:
—Si me permites unos instantes para ponerme cómodo, dentro de unos minutos podremos leer el correo y el diario.
—Muy bien, milord.
Mientras el ayuda de cámara lo ayudaba a cambiarse, le oyó resoplar con aire de desaprobación al ver el estado en que se hallaba su corbata. Estaba claro que había notado a primera vista que no era Mew quien había hecho la lazada. Cualquier otro día le habría hecho gracia. Pero esa mañana deseó poder decirle a su criado que agarrara la cuchilla de afeitar y cortara la corbata por detrás. Posiblemente, aquella sería la única prueba que tendría a partir de entonces de que aquél misterioso desconocido lo había tocado.
Y, ya que estaba, su ayuda de cámara podía rebanarle también el pescuezo.
Después de que hablaran del futuro, se había quedado allí tumbado. Y aunque ansiaba empezar otra vez y amarlo hasta olvidar lo que iba a suceder, a su cuerpo le había sido imposible. Solo se había dejado abrazar por él. Se había adormilado mientras se agotaban sus últimas horas juntos, a la espera de ver el brumoso resplandor del sol que aún distinguían sus ojos.
Y al despertar había notado por su respiración que él dormía apaciblemente, como si no tuviera ningún miedo. Tal vez sus sentimientos no fueran tan hondos como aseguraba. Su inevitable despedida ni siquiera había perturbado su sueño. Y cuando el sol se alzó del todo, el joven despertó, lo ayudó a asearse y a vestirse, y lo despidió para siempre con un apetitoso desayuno y un beso en la mejilla.
Mientras el ayuda de cámara lo afeitaba, Hyun Joong entró en la habitación, se acercó a la mesita y le puso en la mano una taza de té con limón. A pesar de lo mucho que le apetecía, Mew se obligó a decir:
—Llévate esto y que me traigan otro. Té solo. Sin azúcar, ni limón —quizás algún día, cuando empezara a olvidar a su amante desconocido, pudiera volver a tomarlo. Pero ese día no.
—Muy bien, milord.
Hyun Joong regresó poco después con la taza de té, acercó una silla y su pequeño escritorio y comenzó a leer el correo. Mew dejó que aquel quehacer cotidiano aquietara su mente, fingiendo que todo seguía igual.
Tras despachar una factura del sastre y una invitación a un baile, Hyun Joong dijo:
—La siguiente es de su primo Noppakao. Mew bebió un sorbo de su taza.
—¿Es imprescindible?
—Mmm —Hyun Joong hizo una pausa mientras echaba un vistazo a la carta—. Si quiere que le dé mi opinión, milord, no. Es más de lo mismo, en realidad. ¿Lo vio usted ayer?
—En el club —respondió Mew.
—Desea volver a verlo.
—Pues no va a tener esa suerte.
—Está la cuestión de su esposo…
—Mi respuesta es la misma —replicó Mew—. Tírala al fuego.
—Muy bien, milord.
Y por primera vez, Mew se preguntó hasta qué punto censuraba Hyun Joong sus cartas. Porque cabía la posibilidad de que cada carta que había recibido de Kao estuviera llena de advertencias que su secretario había preferido omitir.
—Hyun Joong…
—¿Milord?
Hurgó en el bolsillo de su chaqueta y sacó el pequeño retrato de su esposo.
—Descríbemelo.
—Es Lord Kanawut, milord —contestó su secretario, extrañado.
—Sí, pero ¿qué aspecto tiene?
—Es de marfil. En el retrato, el conde es más joven. Dieciséis años, quizá. Tiene el cabello ondulado y más oscuro que ahora. Y la cara muy redonda.
—¿Y la calidad de la obra?
—No le hace justicia, milord.
—Entiendo —y Mew había estado enseñándole el retrato emborronado Dios sabía cuánto tiempo sin que Hyun Joong se lo hiciera notar, sin saber que las cosas no eran tal y como él las recordaba.
—Pienso escribirle hoy mismo.
—¿Necesitará mi ayuda, milord?
—No. Esto es algo que he de resolver por mí mismo.
«Y después confiaré en que no llegues al extremo de no entregarle mi carta. Porque sé que somos rivales y que nos disputamos su cariño, aunque tú no lo admitas».
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Engaño placentero 🖤. (MewGulf)
Short StoryEngaño Placentero 🖤. Libro #1 Sinopsis: La historia de sus vidas estaba marcada por el amor. Lord Gulf Kanawut se casó con el amor de su vida confiando en que él aprendiera a quererlo. Su marido, sin embargo, abandonó al poco tiempo la casa en el...