Doce🖤

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—¡Hyun Joong! —bramó.
   
—¿Milord? —la respuesta fue tan inmediata que Mew se preguntó si el secretario habría estado escuchando detrás de la puerta.
   
—Acabo de verme obligado a pasar quince minutos abominables con Mild Kanawut. ¿Me equivoco, Hyun Joong, o te pago para impedir tales cosas?
   
—Lo lamento, milord.
   
Si hubiera querido mostrarse racional, habría reconocido que había sido el revuelo causado por la entrega del piano lo que había permitido entrar al invitado, no un descuido de Hyun Joong. Pero el exceso de alcohol lo estaba poniendo de mal humor, lo mismo que el soplido de desagrado que dejó escapar Hyun Joong al ver el coñac derramado. Mew dejó a un lado la botella.
   
—Para eludir posibles preguntas acerca de mi conducta, le he hecho creer que estaba borracho. Es probable que haya dejado inservible esta chaqueta salpicándola de licor. Pero Mild se ha creído en la obligación de informarme de que mi esposo ha tomado un amante. ¿Qué sabes tú de eso?
   
—Nada, milord —pero lo dijo con tal falta de convicción que podría haber dicho exactamente lo contrario.
   
—¿De veras? Pero imagino que lo has visto recientemente.
   
—Sí, milord. Esta misma mañana.
   
—¿Y qué aspecto tenía cuando hablaste con él?
   
—Bueno.
   
—¿Eso es todo, Hyun Joong? Su hermano ha dado a entender que estaba, quizá, demasiado bien.
   
Hyun Joong pareció entenderlo de inmediato.
   
—No noté nada extraño en él, milord —dijo en un lastimoso intento de ocultar la verdad.
   
—¿Y dónde estaba la última vez que lo viste?
   
Hyun Joong se quedó callado un momento, como si no recordara su historia, y luego dijo:
   
—En casa de su hermano, milord.
   
—Qué raro. Hace varios días que no se aloja allí.

Hyun Joong suspiró.
   
—En su residencia, milord.
   
—Entonces, ¿los has visto? —se resistió al impulso de añadir «¡ajajá!»—. Supongo que has estado allí varias veces.
   
—Sí, milord —de pronto parecía afligido, como si el buen humor de su esposo no se le hubiera contagiado.
   
—Si no me falla la memoria, Hyun Joong —añadió Mew—, llevas gafas, ¿no es cierto?
   
—Sí, milord —contestó su secretario, desconcertado.
   
Adiós a sus esperanzas de que el siguiente conde de Jongcheveevat no tuviera problemas de vista. Aun así, mejor miope que ciego.
   
—Mild parecía sumamente preocupado por el daño que podía sufrir la reputación de su hermano si se supiera que está cohabitando con otro hombre. Si deseaba tener casa propia, es una vergüenza que no se haya molestado en consultárselo a su marido.
   
—¿Esperaba usted que lo hiciera? Hace mucho tiempo que no habla con él. Sin duda supuso que no le importaba —había respondido demasiado rápido. Antes de continuar, moduló su tono de voz para que sonara menos a reproche—. Si desea verlo hoy mismo, podría arreglarlo.
   
—Solo me sorprende que no haya intentado verme. Si no se digna a visitar a su marido estando a escasas millas de él, la teoría de su hermano cobra credibilidad.
   
—Lo visitó, milord, el día que llegó a la ciudad. Como recordará, fui a buscarlo.
   
«Y me arrancaste de los brazos de otro hombre y me trajiste a casa inconsciente. Touché, Hyun Joong, touché». Agregó Mew en sus pensamientos.
   
—Pensé que, como no había vuelto, no sería nada importante.
   
—Puede que sea porque lo ha eludido usted tanto tiempo que ya no siente deseos de intentarlo —contestó ácidamente su secretario—. Quizá ahora le corresponda buscarlo a usted.
   
—¿Intentas decirme cómo he de gobernar mi matrimonio?
   
—Desde luego que no, milord —pero su tono decía justo lo contrario.

—Puedes hacerlo. Por lo visto esta semana es el entretenimiento de moda —hizo un vago ademán hacia el escritorio—. Escribe una carta a Gulf. Lo veré esta tarde, a las seis. Date prisa, hombre, antes de que se me pase la borrachera y me dé cuenta de que estoy cometiendo un error.
   
—¿Verlo, milord? ¿Quiere que le explique la situación? Porque, según creo, el estado de milord sigue siendo un misterio para él.
   
Lo había olvidado por un momento. Maldito fuera aquél desconocido por hacerle creer, aunque solo fuera por un instante, que su vida podía ser normal.
   
—No. Gulf no tiene ni idea. A no ser que tú se lo hayas dicho.
   
—Usted me lo prohibió.
   
Fue un alivio que su secretario no vacilara ni un segundo al responder. Con independencia de sus otras actividades, estaba claro que Hyun Joong seguía algunas de sus instrucciones al pie de la letra, por muy insensatas que le parecieran.
   
Mew sacudió la cabeza.
   
—Después de tanto tiempo, no es fácil describirle lo que ha ocurrido, ni explicarle por qué he ocultado la verdad. Será más fácil cuando estemos cara a cara, para que no pueda haber confusiones. De todos modos, mi ceguera no le causará horror. No estoy desfigurado en ningún sentido, ¿no es cierto? —se tocó la cara, inseguro de pronto. Quizá con el tiempo se había convertido en un ogro, y los sirvientes no se lo habían dicho por amabilidad.
   
—No, señor.
   
—Entonces se lo explicaré cuando llegue. Creo que va siendo hora de que haya algo de sinceridad entre nosotros.
   
—Muy bien, milord.
   































Engaño placentero 🖤. (MewGulf) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora