Trece 🖤

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Esa noche, Mew llegó a la residencia de Gulf tan lleno de rabia e indignación que no hizo falta que hablara para mostrar su humor. Se dejaba ver en la tensión de su espalda, en la rigidez de su paso y en el golpeteo rítmico y seco de su bastón sobre el suelo de madera. Tras un momento de vacilación, Gulf se puso de puntillas para besarlo y él respondió con un escueto beso en la mejilla.

Luego lo apartó como si fuera una molestia y, sujetando el bastón bajo el brazo, se quitó los guantes y los metió en el sombrero con extraña brusquedad.

Gulf se apartó.

-Pensaba, después de lo de esta mañana, que me darías una bienvenida más amable. ¿Qué ocurre?

-Ha sido un día difícil -contestó Mew con enojo y, tanteando a su alrededor, encontró el banco que había a su lado y depositó el sombrero en él-. Cuando estoy en casa, prefiero que haya paz y silencio, no quiero que me interrumpan con cambios o sorpresas. Pero hoy ha sido imposible. A alguien se le ha ocurrido regalarme un pianoforte.

-¿Te gusta? -preguntó Gulf, aunque veía por su expresión cuál era la respuesta más probable.

-¿Te he dado algún motivo para pensar que podía gustarme?

-Dijiste que pasabas el día ocioso. Y pensé que, si tenías algo con que ocupar las horas del día, no tendrías necesidad de salir por las noches.

Mew cerró los ojos y soltó un suspiro exasperado, como si estuviera a punto de perder la paciencia.

-¿No te prometí anoche que dejaría de salir?

-Sí, mientras estemos juntos. Pero me preocupa que, cuando nos separemos, olvides tu promesa.

-¿Cuando nos separemos? -levantó una ceja-. ¿Tan pronto te has cansado de mí?

-No, nada de eso -contestó Gulf.

-O puede que, después de un día o dos, creas tener algún derecho sobre mí y te hayas propuesto reorganizar mi vida a tu conveniencia.

-Un regalo difícilmente puede considerarse un intento de reorganizar tu vida -repuso Gulf.

-Un regalo muy voluminoso. Muy voluminoso para un espacio tan pequeño. Cuando me conozcas mejor, sabrás que no me gusta que cambien de sitio los muebles cuando me he acostumbrado al lugar que ocupan. Y tu pianoforte es más un obstáculo que un disfrute.

-Eso es porque no lo has probado, estoy seguro -dijo Gulf-. Para tocar no necesitas los ojos. En cuanto sepas las escalas, te darás cuenta de que puedes hacer música con los ojos abiertos o cerrados.

-Así que es un regalo de caridad para un pobre ciego, ¿no?

-Solo si decides juzgarlo así -contestó -. Hay quien disfruta mucho tocando un instrumento.

-Ya tuve bastante, de niño.

-¿Estudiaste música, entonces?

-Di una o dos clases. Luego, en uno de sus escasos arrebatos de lucidez, mi padre despidió al profesor de música y me libró de ellas. A cambio, me compró un buen caballo -sonrió al recordarlo-. Era un animal precioso. Podía saltar una valla tan fácilmente como cabalgaba, y saltaba los muros de piedra del jardín como si volara.

-Pero eso ya no puedes hacerlo -comentó Gulf.

-Gracias por recordármelo -respondió Mew-. Tampoco puedo disparar, porque más que un deporte sería una tortura para los animales que intentara cazar. Aprendí de mi padre y de mi abuelo el peligro que entraña fingir ser un caballero y ya no me molesto en intentarlo. Y sin tu ayuda he durado más que ellos dos siendo un golfo.

Engaño placentero 🖤. (MewGulf) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora