Dieciséis 🖤

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Cuando Hyun Joong fue a verlo esa tarde para darle el recado de su marido, Gulf apenas podía refrenar su emoción. Al parecer, la mendiga ciega había logrado más en unos instantes que él en toda una semana.
    
—Estoy seguro de que se reconoció en ella. Y de que eso le ha recordado los privilegios de su rango. Muchísimas gracias por darle el último empujoncito — se inclinó y agarró del brazo a Hyun Joong, que estaba sentado tomando el té con él.

Estaba tan emocionado que creía que iba a estallar de felicidad.
    
Hyun Joong se sobresaltó al sentir su contacto y miró su mano como si no supiera qué hacer al respecto.
    
—Minusvalora usted sus propios méritos, Lord Kanawut. Es su dedicación a él lo que ha cambiado las cosas.
    
—¿Y le ha dicho algo de mí? —preguntó, esperanzado—. De Gulf, quiero decir. De su esposo —de pronto se daba cuenta de hasta qué punto estaba confuso. Era como si fuera dos personas y no supiera cuál merecía las atenciones de Mew.
    
—Le pregunté si podía venir a darle la noticia. Y reconoció que convenía que se enterara usted cuanto antes, pero que prefería decírselo él mismo. Recibirá noticias suyas mañana o pasado, estoy seguro.
    
—Qué bien —dijo Gulf, cerrando los ojos en una plegaria de agradecimiento.
    
—Quizá su salida de esta tarde arroje más luz sobre sus planes.
    
—¿Ha salido? ¿Dijo adónde iba? ¿O cuándo volvería? ¿Fue con alguien? —preguntó a toda prisa, hasta que el pobre Hyun Joong levantó la mano para detenerlo.
    
—No me lo dijo, ni quiso que lo acompañara. Dejó recado de que no cenaría en casa. Pero supongo que piensa regresar con tiempo de sobra para vestirse y venir a verlo esta noche. Aparte de eso, no sé más que usted.
    
—Entonces no me queda más remedio que esperar —repuso Gulf, y se levantó para pasearse por la habitación—. No he pensado apenas en los riesgos que ha corrido desde que se fue. Daba por sentado que estaría bien.
    
—Y se las arregló muy bien sin su ayuda —le recordó Hyun Joong.
    
—No es que no confíe en que pueda valerse solo —dijo él, intentando convencerse a sí mismo—. Pero ahora que lo he visto y sé lo temerario que puede ser… —miró desesperado al secretario—. ¿Qué puedo hacer? ¿Qué haré si no vuelve?
    
Al llegar a Londres, le preocupaban cuestiones de economía doméstica y la posibilidad de perder su libertad. Ahora, en cambio, le angustiaba pensar que, si no volvía a ver a Mew, él jamás sabría quién era en realidad, ni lo que sentía por él. Hyun Joong se quedó mirando el interior de su taza.
    
—Lord Jongcheveevat se enojaría conmigo si supiera que permito que se preocupe sin motivo. No tema. Aunque ocurriera lo peor, cuenta usted con amigos. No estará solo, Gulf. Nunca estará solo.
    
—Pero no estaba pensando en mí —contestó, acercándose a mirar por la ventana con la vana esperanza de ver pasar su carruaje—. Es él quien me preocupa. Es el centro de toda mi felicidad. Y ahora que me he reencontrado con él, debo conseguir que esté sano y salvo, y que sea feliz. Como esta mañana.
   
—Entonces ha de confiar en él —dijo Hyun Joong—. Dentro de unas horas todo volverá a estar en orden. Ya lo verá.
   




























                          🖤🌻☀️🖤




































Eran poco más de las ocho cuando oyó los pasos de Mew en el vestíbulo y le sintió llamar a un lacayo para que se hiciera cargo de su sombrero y sus guantes. Gulf se adelantó al lacayo y lo despidió para atender a su marido él mismo. Después corrió a sus brazos y le dio un beso en los labios.
   
Esa noche, aunque iba bien vestido, Mew no estaba tan impecable como solía. Llevaba la corbata floja, el cabello castaño algo revuelto, y tenía color en las mejillas, como si acabara de llegar de montar a caballo o de hacer ejercicio. Mew se echó a reír al reconocer su contacto y lo estrechó entre sus brazos, besándolo con tanta ansia que casi rozaba la violencia.
   
Sabía a coñac, y también a sal. Gulf sintió una extraña humedad en sus labios. Cuando logró apartarse para limpiárselos, vio una mancha roja en sus dedos. Tocó suavemente la boca de Mew, y él dio un respingo y le apartó la mano.
   
—Tienes un corte en el labio.
   
Era extraño. Porque en lugar de reaccionar como esperaba, lanzando un improperio o haciendo otra mueca de dolor, Mew se pasó un dedo por la herida y le dedicó una sonrisa traviesa.
   
—Sí, aquí está.
   
Gulf busco un pañuelito, humedeció una punta con la lengua y se acercó para limpiar la sangre. Mew volvió a abrazarlo, levantándolo en vilo, y soltó un gruñido.
   
—¿Por qué no me das un beso, mejor?
   
—No quiero hacerte daño.
   
—Es una lástima que el hombre que me golpeó no pensara lo mismo. Naturalmente, yo ya le había dado una buena tunda cuando consiguió darme un puñetazo. Así que supongo que me lo tenía merecido —su marido seguía sonriendo. Sus ojos brillaban con una emoción que Gulf no había visto nunca en ellos.

Engaño placentero 🖤. (MewGulf) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora