CAPÍTULO 10: LA DISCUSIÓN

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Yo estaba allí, de pie dejando atrás mis huellas que me habían conducido hasta aquí, sin saber muy bien porque. Algo me trajo a ti, el destino tal vez, o existen las casualidades. Ese algo me atrajo hasta ti como aquella vez. No, no creo en las casualidades. Todos estamos aquí por y para algo. Todo esta escrito, en algún lugar, en cualquier parte del mundo, tal vez ante nuestros ojos, el problema es no saber verlo. El cielo, el mar, fueron testigos de aquel momento en que nuestra ilusión había empezado a crecer, y que ahora parecía retroceder como las olas, que lleguen hasta donde lleguen, siempre retroceden. Sentía una mezcla de emociones, entonces, la vi. Sin duda ya sabia que había ido hacer a la playa, había ido a buscar a Nora. Allí estaba ella, sentada de espaldas a mi, sola, desconsolada, le faltaban fuerzas hasta para llorar, pero lo hacia, algo atormentaba su cabeza y yo necesitaba saber el que. Tal vez el culpable de sus males, era yo. Nora no se giró en ningún momento, pero me pudo sentir, sabia que estaba a su lado, y fue justo en ese momento cuando sus labios balbucearon unas palabras que no entendía:

—Déjame sola... No dije nada.

—¡Te he dicho que te vayas!

Seguí sin poder decir nada, no la reconocía.

—¿No me oyes? ¿No te das cuenta de que no quiero estar contigo? ¿De que necesito estar sola? ¿De que este es mi lugar y no el tuyo? ¿Estas sordo? ¿Por qué me hiciste eso? ¿Eran falsos tus te quiero? ¿En que momento dejaste de quererme? ¡Eres un cabrón! ¡Un puto cabrón! ¿Qué pensaste cuando la besaste? ¡Dímelo! ¡Dime que sentiste! Yo sentí asco hacia a ti... ¿Qué? ¿Piensas contestar alguna de las preguntas? O piensas seguir ahí de pie, sin decir nada, como lo que eres, un cobarde, sin decir nada, como hiciste la ultima vez, no tuviste el valor de contármelo, y aún así ¿A noche te creíste que tenias derecho a venir a buscarme? ¿Por qué lo hiciste? ¿Qué querías? ¿Qué pasó? ¿Qué mierda paso? ¿Qué pretendías con tu juego? ¿De verdad tus manos querían cegarme otra vez? ¿Acaso en la oscuridad sabría perdonarte mejor? No, no lo creo, lo que hiciste no tiene perdón.

—¿De que coño hablas Nora? Sé que te he fallado, que no tengo perdón, se que no volverás a confiar en mi, pero no puedo volver atrás. Y estoy seguro de algo, de que te necesito, pero no se de que juego hablas, de que noche, de que manos... ¿Qué me quieres decir con eso?

—¿Qué? Que, que te quiero decir con eso... ¿Últimamente hacerte el tonto se te da muy bien no? Lo sabes perfectamente, anoche cuando volvía a casa, no me hizo falta verte para saber que estabas ahí, que fueron tus manos...

—¿Otra vez con esas malditas manos? Te estoy diciendo que no se de que me hablas.

—¿Qué malditas manos? ¡Tus manos!

—¿Mis manos?

—¡Si, las tuyas! –cogiendo con fuerza mis manos.

Note su tacto y en ese momento me hundí y otra vez me quede bloqueado sin pronunciar palabra. Hubo un largo y incomodo silencio, pero Nora se atrevió a romperlo.

—Te lo diré por ultima vez Aarón, déjame sola.

La situación podía conmigo, le hice caso y empecé andar. Tras varios pasos eche la vista atrás y me di cuenta de que en su interior me necesitaba. De repente, ese algo que habitaba en mi interior volvió a resurgir, y me impulsó hacia Nora. La abracé con fuerza, antes de que ella pudiese reaccionar, entonces vencida abrazo mi abrazo, guardando aquel momento que seria nuestro para siempre. Tras varios minutos de llantos cayados me contó realmente lo que le estaba pasando.

—Necesito oír que me quieres –susurró

—Te quiero Nora, nunca he dejado de hacerlo.

—¿De verdad no fuiste tu? Necesito creer que esas manos eran tuyas.

—Nora, te juro que no te entiendo. ¿Por qué no fuiste a dormir a tu casa? ¿Qué ocurrió verdaderamente? ¿Aun puedes confiar en mí?

—Aarón... lo siento pero salí de fiesta...

—No tienes nada que sentir, el único que tiene que pedir disculpas soy yo – interrumpiéndola.

—Aarón de verdad, deja que continúe. Sobre las cinco de la madrugada, regresaba a casa junto Alejandro, en el ultimo cruce de la calle se despidió de mí y partió hacia su casa. Me quedé sola en mi calle, a varios metros de mi casa me crucé con el gato del señor Birty, entonces me di cuenta de que no estaba sola, mejor dicho creo que no estábamos solos. –hizo una pausa.

Miraba a sus ojos perdidos entre el mar, parecía que no podía mirarme a los ojos.

—Presencié una sombra, y segundos mas tarde esa misma me cegó la vista. Pensé que eran tus manos. Y a partir de ahí ya no recuerdo nada más.

—¿Cómo que no te acuerdas de nada? ¡Dime que paso después! ¿Qué pasó?

—Esa misma pregunta es la que me atormenta desde que llegue a casa de Sandra...

—Pero entonces, ¿Cómo llegaste a casa de Sandra?

—¡No lo sé! No lo sé... —dijo aturdida—. ¿O tal vez si? ¿O quizá lo que recuerde sea más que un simple sueño? Una pesadilla... No lo sé...

—Nora haz el esfuerzo por favor...

—Me desperté en un banco del parque, sobre las seis de la mañana, no sabía muy bien por que estaba allí.

—¿Pero que pasó antes de despertarte? ¿Cómo apareciste ahí? ¿Cómo despertaste? ¿De verdad me lo estas contando todo? No entiendo nada Nora... ¿Qué bebiste? ¿Qué te hicieron? ¿Cómo puede ser que no te acuerdes de nada?

—¡No es tan fácil como te imaginas! ¡No sé, no sé que contestar a tus preguntas! No tengo respuestas... ¡Si me hubieses querido de verdad esa noche habrías estado a mi lado y nada de esto hubiese ocurrido! ¡Joder es tu culpa!

Y sentenció esas ultimas palabras con un empujón y alejándose de mi. Entonces solo me quedaban ganas de no dejar de gritar que si le quería, hasta que mi voz ya no podía alcanzarla.

El Susurro del CascabelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora