Cuaderno, check; bolígrafos, check; portátil, check; barrita de cereales para tomar entre clases si me entra hambre o me atacan los nervios, check. Ya estoy lista para la acción.
Jamás hubiera imaginado que empezar mi segundo año de universidad me haría sentir como si hubiera vuelto a segundo de primaria. La emoción de estrenar subrayadores nuevos, los nervios por conocer a mis nuevos compañeros de clase y por ver si encajaré con ellos. Y, sobre todo, la euforia de pensar que voy a recibir clases de mi modelo a seguir y que, además, me esperará por la tarde en su despacho para empezar a hablar sobre el trabajo que voy a llevar a cabo en su equipo. Me siento en una nube ahora mismo, aunque reconozco que también estoy un poco abrumada y, no nos engañemos, algo asustada. Tengo miedo de que la Dra. Parra se dé cuenta de que se equivocó conmigo. Que no tengo el potencial que ella cree ver en mí. Solo de pensarlo noto cómo me pongo blanca como la tiza, pero también sé que no puedo tomarme las cosas tan a la tremenda. Si Edu estuviera aquí, ya me habría llamado repelente y me habría dado con un libro en la cabeza. No puedo darle el gusto.
—¿Estás lista ya, tardona? —Escucho la voz de Claudia, que acaba de asomar la cabeza por el marco de la puerta—. Vamos a perder el metro como no te des un poco de prisa.
—¡Voy! —Prometo, saliendo de la habitación a trompicones y dejándome media rodilla en el proceso, al chocarme con el marco de la cama.
—Mira que eres bruta. ¿Te has hecho daño?
—No es nada, venga, que no llegamos —declaro restando importancia al agudo dolor que me hace apretar los labios, mientras empujo a Clau por el pasillo. No pienso llegar tarde a mi primera clase.
***
Si hay algo que no echo de menos de la época en la que vivía en Manchester con mi familia es precisamente esto. El transporte público en hora punta.
Después de un sprint digno de las Olimpiadas, hemos conseguido llegar a la parada de metrobús a la hora indicada, y menos mal. Quien diga que lo de la puntualidad británica es un bulo, miente. El vehículo se ha detenido frente a nosotras a la hora exacta que marcaba la marquesina. Ni un minuto más, ni un minuto menos, y empiezo a darme cuenta de que me he acostumbrado demasiado a las costumbres españolas. Creo que me va a llevar un tiempo volver a adaptarme a los ritmos ingleses.
Por suerte, la universidad está a pocas paradas de distancia, así que en cuanto conseguimos salir de ese agujero negro de mochilas y de olor a humanidad, cojo una gran bocanada de aire al tiempo que observo, por primera vez, cómo el imponente edificio de la School of Physics se alza ante mí, y no puedo evitar pensar que me recuerda a un castillo de cuento de hadas. ¿Será una señal de que aquí tendré mi final feliz?
Río ante mi estúpida ocurrencia. No es que de niña fuera precisamente amante de las historias de princesas, porque a mí me gustaban más las realistas, pero es que de verdad siento que en cualquier momento van a sonar las trompetas reales y se abrirán unos portalones de madera que me conducirán a un gran salón de baile.
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The F word
Teen FictionEdu quiere ser músico. Cassie quiere ser astrofísica. Edu cree en su guitarra. Cassie solo cree en sí misma. Cassie sabe que la vida no es sencilla y que a menudo te recibe con una patada en los ****. Y Edu... Edu solo sabe que Cassie es la persona...