26 de diciembre
—¿Cómo puede alguien tardar tanto en recoger una triste maleta?
—Paciencia, Clau. Ya sabes cómo funciona esto.
—Sí, pero es que aterrizó hace... ¿qué? ¿Veinticinco minutos?
Claudia deja salir un bufido de hastío y se cruza de brazos. Me está poniendo más nerviosa de lo que ya estoy. Porque sí, estoy nerviosa. ¿Por qué? No tengo ni idea. Creo aún estoy intentando encajar el hecho de que Edu acaba de volar hasta Inglaterra para pasar las navidades conmigo. ¿Qué clase de locura es esta?
Recuerdo que en el momento en que me lo propuso, pensé que me estaba tomando el pelo. Le mandé un emoji de incredulidad, pero me dijo que iba en serio y me emocioné tanto que casi me caigo de la cama, así que no me quedó más remedio que llamarle para ver qué estaba pasando por su loca cabeza. Por teléfono lo noté apremiante y tan torpón como siempre que se siente inseguro con algo, y con eso confirmé que me estaba diciendo la verdad.
Tras una conversación plagada de risas y de pullas amistosas, acordamos que vendrá diez días, del veintiséis de diciembre al cinco de enero. Como yo este año voy a pasar las vacaciones aquí —gracias mamá, por recordarme que este año tengo la excusa perfecta para poder huir de las bromas navideñas de los diablillos—, en lugar de con mi familia, es perfecto. Además, se quedará en nuestra casa. Él intentó convencerme de que tenía presupuesto suficiente para quedarse en un hotel, porque no quería molestarnos, pero no pensaba permitirlo sabiendo que conmigo podía tener alojamiento gratis. ¿Qué clase de amiga sería? Además, sé que a Claudia no le importa, porque va a pasar las vacaciones con su novia, así que su habitación quedará vacía.
—Es que no sé por qué has insistido en venir conmigo a recogerle. ¿Tú no habías quedado con Amy?
—¿Y dejarte a tremendo bombón para ti sola? No, no, que te empachas. Las buenas amigas comparten.
Pongo los ojos en blanco. Nunca sé cuándo habla en serio y cuándo quiere tomarme el pelo. Lo que sí sé es que siempre ha dicho que Edu le parece un caramelo. Porque sí, ella siempre clasifica a la gente a la que se tiraría en términos de comestibilidad, y, por lo visto, Edu puntúa alto en su escala.
—Menuda paciencia la de Amy. Como te escuche decir esas cosas, te va a dejar a dos velas, que lo sepas.
—Qué va —me rebate con una carcajada—. Si por ella fuera, le invitaríamos a unirse a la fiesta. Es bueno mantener la llama probando cositas nuevas.
Sin querer, me imagino a Edu sacándose la camiseta mientras se acerca a una cama con dosel donde ya le esperan ellas de espaldas y me apresuro a borrarla de mi mente. No quiero imaginármelo, too creepy.
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The F word
Teen FictionEdu quiere ser músico. Cassie quiere ser astrofísica. Edu cree en su guitarra. Cassie solo cree en sí misma. Cassie sabe que la vida no es sencilla y que a menudo te recibe con una patada en los ****. Y Edu... Edu solo sabe que Cassie es la persona...