17. Fintas (II)

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***Capítulo dedicado a dkbgyoors***

Muchas gracias por el cariño que le estás dando a esta humilde historia y por tu inestimable apoyo. ¡Eres una grande! Esta chica tiene algunos de los mejores poemas que he visto por aquí, por favor, echad un vistazo a su perfil, os prometo que no os arrepentiréis ❤️

Y ahora sí, sin más dilación... aquí lo tenéis: segunda parte. 

Odio las salas de espera

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Odio las salas de espera. Odio ese olor antiséptico tan característico de los hospitales, que se junta con el de los uniformes y el de los zapatos de goma del personal sanitario. Pero, sobre todo, odio la incertidumbre de no saber qué va a pasar, de no saber si voy a volver a ver a mi mejor amigo ni en qué condiciones.

     Al contrario de lo que se podría pensar y de lo que nos muestran las series de televisión, no veo médicos corriendo de un lado a otro gritando cosas como '¡Dos miligramos de epinefrina! ¡Se nos va!'. Al contrario, el ambiente está relajado. Demasiado relajado. Tanto que me pone de los nervios y me entran ganas de levantarme cada dos por tres, para pasear por el pasillo y liberar un poco de energía. Y si yo estoy así, no quiero imaginarme cómo están los padres de Marc. Su madre, sentada a mi lado, intenta mantener la calma, pero sus ojos rojos la delatan sin piedad. Arantxa y Tomás, el padre de Marc y nervioso por naturaleza, hace rato que se han ido con el mío a intentar averiguar qué se sabe al respecto y por qué está tardando tanto la operación. Ventajas de tener un padre médico.

     —Amaia, voy a acercarme un momento a la cafetería, ¿quieres algo? Deberías coger fuerzas —le pregunto a la madre, poniéndole una mano sobre el hombro. En realidad, no creo que tenga hambre, pues yo sería incapaz de tragar nada ahora mismo, con el enorme nudo que tengo en la boca del estómago, pero necesito una excusa para moverme y despejar un poco la cabeza.

     —No, cariño, gracias. Estoy bien así.

     —No tardo —le prometo.

     De camino a la cafetería, reviso mi móvil. Tengo varias llamadas perdidas de mi madre, de David y de Paulina. A mi madre la avisé yo mismo, y acabo de ver que me ha mandado un mensaje avisándome de que viene para acá. Supongo que a los demás les ha avisado Aran. Mientras mis ojos se posan sobre el listado de llamadas, veo el registro de la que tuve con Arantxa y siento un escalofrío recorriéndome todo el cuerpo, mientras varios fragmentos de las últimas horas bombardean mi mente, aparentemente sin orden. 

      La llamada de Arantxa; Marc despidiéndose de mí porque llegaba tarde a ayudar con la mudanza; el abrazo tembloroso de su madre; el médico responsable hablándonos sobre la hemorragia interna; la risa jovial de mi mejor amigo metiéndose conmigo por el tema del beso; la larga espera ante la puerta de urgencias con el cartel de 'No pasar' ante la que llevamos hora y media esperando. 

The F wordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora