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Jamie no iba a poder usar pantalones durante las próximas tres semanas.

Con la pierna totalmente inmovilizada y sin poder dejar de mover la pierna buena, esperaba en una silla de ruedas sintiéndose malhumorado por la situación, a tan solo un mes de llegar a su nuevo trabajo y ya estaba de baja por tres semanas, ¿qué clase de impresión les estaba dando a sus compañeros? ¿y a Dakota?

Ella se había comportado totalmente a la altura cuando lo vio herido, aunque no le había dado el beso que pidió para que le dejara de doler eso sí, pero bueno, desde el primer día cuando supo que sería su compañera de patrullaje quedó encantado con esa mujer: esbelta, algo pálida -cosas del turno de noche- con unos preciosos aunque malhumorados ojos azules, parecía seria al principio, pero nada que unos malos chistes no resolvieran, la veía apretar sus labios para evitar sonreír, ponía los ojos en blanco al menos diez veces por noche, era increíblemente buena para que los adolescentes que rondaban las calles de noche se cagaran de miedo luego de un par de palabras, tenía una puntería fantástica con su arma, la había visto practicar un par de veces, le gustaban las rosquillas con chocolate y el café con leche, solo hablaba lo necesario con todos en la estación de policías pero con él... estaba seguro que era diferente cuando estaba con él.

-No te ves muy feliz, Dornan.

Alzó la vista y ahí estaba ella, casi se le cae la barbilla hasta el regazo al verla sin el uniforme, iba con unos jeans gastados que le hacían ver las piernas kilométricas, unos converse y una camiseta negra ajustada de mangas largas, su rostro sin maquillaje lucía suave y salpicado de pecas. mientras que él iba con una camiseta blanca y un pantalón deportivo al que le habían tenido que recortar un lado pues con el vendaje no había forma de que le entrara la pierna.

Con ayuda de un enfermero lo subieron a un jeep rojo destartalado pero bastante amplio para poder viajar cómodo, cuando arrancaron fuera del hospital estiró los brazos sobre la cabeza para dar un gran bostezo.

-Te estoy quitando valiosas horas de sueño, ¿no es así?

-Estoy acostumbrada -no lo miraba mientras conducía- he tenido una mañana muy movida.

-Me lo imagino -dudó un momento- ¿Theo te dio mucha lata?

-Para nada, es un niño encantador y tan parlanchín como tu -eso lo hizo reír- y su maestra tiene un poder de persuasión increíble.

-Vaya que lo sé. 

-¿Cómo va la pierna?

-Pensé que querrías saber más sobre mi vida luego de saber que tengo un hijo, para ser sincero.

-Todos tenemos una vida fuera de la estación que no le corresponde a nadie más -estaban estacionando fuera del Jardín de Niños- le dije a tu madre que vendría por él.

-Tendré que pagarte todo lo que has hecho por mi.

-Ni lo menciones -bajó sin apenas mirarlo a prisa, al volver con el pequeño lo acomodó en los asientos traseros y luego emprendieron camino de nuevo.

-¿Pero papá cómo vamos a tener mi fiesta de cumpleaños si no vas a poder caminar?

-Para cuando eso pase ya estaré como nuevo, podré correr y montar la piñata de Dinosaurios que quieres, solo vamos a tener que ser pacientes los dos, ¿está bien?

-Ajá, eso también me lo dijo Dakota en la mañana.

Cuando Jamie la miró, ella tenía una pequeña sonrisa mientras miraba al niño por el retrovisor, el camino que tomaron era sin duda uno que llevaba a la zona donde estaba su departamento pero, al final, tomaron otra calle hasta una casa de dos plantas, la patrulla que ambos usaban estaba estacionada afuera, por eso supo que aquella debía ser su casa.

-¿Vives aquí?

-Sí, y tu y Theo también, por las próximas tres semanas.

No pudo replicar en ese momento por tantas sorpresas a la vez, su hijo chilló emocionado al ver a dos perros salir de la casa y detrás de estos una chica de unos doce o trece años con una rubia cabellera larga que empujaba una silla de ruedas.

-Esto... no podemos...

-Van a poder -Dakota se sacó el cinturón y lo miró- tu departamento es muy pequeño como para manipular una silla de ruedas, además tu madre no iba a poder encargarse de ti y tu hijo sola, me ofrecí a echarte una mano y quedó encantada, les hizo una maleta a cada uno con cosas suficientes para su estadía.

-Estás haciendo demasiado por un colega.

-Te conozco, habrías hecho lo mismo por mi -abrió su puerta para salir del auto pero antes miró a Theo- tu abuela metió a Bunkie en la maleta que te preparó, me dijo que te gusta dormir con él.

-¿Y si mejor duermo con tus perritos?

-Ya veremos, venga Dul, ayuda a Theo mientras yo ayudo al señor con una y media pierna.

Colegas | Relato | DamieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora