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-Esta será su habitación, no es la gran cosa pero tienen su propio baño -era un lugar amplio, había una cama doble, un mueble con cajones y una televisión encima, un sofá reclinable y unos cuantos aparatos y cosas para ejercitarse amontonados en un rincón- no sé si a Theo le guste dormir contigo o pueda lastimarte la pierna, pero en todo caso tengo un colchón inflable por si acaso.

-Los dos podemos compartir la cama sin problema.

-Genial, oh y los perros andan por toda la casa, que no te extrañe si encuentras alguno dormido en la alfombra o en cualquier rincón, sobre todo a Rob.

-¡Mira papá! -Theo entró abrazado de lo que era sin duda un aterrador Pitbull de al menos cincuenta kilos, pero el animal movía la cola ajeno al pequeño niño- le gusto al perrito.

-¿Es seguro? -Jamie estaba un poquito pálido ante la escena.

-Mucho, Bart no tiene dientes y nunca pudo ser perro policía, unas caricias y será tu leal compañero.

-Así que tus perros se llaman Rob y Bart.

-Como sus ex novios -la chica rubia apareció en el vano de la puerta, dejando las maletas de los invitados ahí- pero a diferencia de ellos, son adorables.

-Interesante, por cierto que aún no nos presentamos...

-Ya sé que eres Jamie, me han hablado mucho de ti, dicen que hablas mucho.

-Te tienen bien informada.

-Ajá, yo soy Dulcie -se retiró el cabello de la cara, no parecía especialmente amigable- y bueno, eso, tenemos televisión por paga y si usas Netflix hazte un usuario nuevo y no te metas en el mío.

-Está bien, tengo mi propia cuenta.

Ella puso los ojos en blanco y salió de ahí, el perro la siguió y por lo tanto Theo también, era el único que parecía feliz en ese momento, luego miró a Dakota que estaba terminando de abrir las cortinas negaba despacio riendo.

-Tu hija no parece muy contenta de tenerme aquí.

Dakota apretó los labios y apartó la mirada hacia el jardín.

-Acaba de cumplir trece años, está entrando en la etapa de adolescente rebelde, pero es una buena chica, te lo juro.

-Te creo -suspiró y comenzó a levantarse de la silla de ruedas, en un instante ella estaba a su lado para detenerlo- solo me iba a acomodar en el sofá.

-Primero vamos a comer, luego te puedes echar ahí.


Sin duda el más feliz con el almuerzo fue Theo que estuvo encantado con los nuggets en forma de dinosaurio, el puré de patatas e incluso de los macarrones con queso, había sido Dulcie la encargada de aquello y como el amante de la comida pre cocinada Jamie alagó y agradeció sus alimentos, pero la niña solo volvió a poner los ojos en blanco... le recordaba mucho a Dakota, la cual al terminar su plato se estiró con un gran bostezo haciendo que su camiseta se alzara un poquito, apartó la mirada deprisa metiéndose otro dinosaurio a la boca, le estaban contando a los pequeños el relato de lo sucedido anoche de la forma menos aterradora posible.

-O sea que no atraparon a los ladrones -Theo frunció el ceño- ¿se escaparon con el motín?

-A veces los malos son muy listos, pero no más que los policías- Jamie asintió despacio- los vamos a encontrar para llevarlos a prisión y recuperar lo que robaron.

-¿Y qué cosa fue? -preguntó la chica frente a él.

-Una caja fuerte, la robaron de la casa de una ancianita, dice que todos sus tesoros estaban dentro.

-Lo siento pero no puedo más -Dakota se levantó de la mesa- necesito dormir o me podré de peor humor.

-¿Vas a trabajar esta noche? -Dulcie se echó más patatas en el plato.

-No, me han dado la noche libre, por suerte, ¿puedes ayudar a Jamie a volver a su habitación?

-Claro.

Así que la chica empujó la silla de vuelta a la habitación, golpeó un par de muebles a su paso pero no fue la gran cosa, sostuvo la silla hasta que Jamie llegó al sofá reclinable dando saltitos y se dejó caer con un suspiro, el también estaba agotado.

-Yo vigilaré a Theo, tu puedes echarte una siesta.

-Te lo agradezco mucho, si te da lata puedes decírmelo.

-Créeme que lo haré -le pasó el control remoto- aquí tienes.

-Oye, sé que esto debe ser una molestia para ti, pero tu madre y tu son muy amables por dejarnos quedar aquí.

Dulcie frunció el ceño de nuevo mientras caminaba hasta la puerta, antes de salir miró sobre su hombro y habló en voz baja.

-Ella no es mi mamá.

Colegas | Relato | DamieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora