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En tres días Jamie tenía su siguiente cita con el médico para que finalmente le levantaran la suspensión y así reincorporarse al trabajo, pero había un problema: no quería irse.

¿Quería volver a trabajar con Dakota cada noche? Por supuesto, pero quería que, al terminar el turno volvieran juntos a casa, tomaran una copa de vino y se metieran a la cama. 

No es que hicieran eso ahora mismo, pero la rutina de verla llegar, ayudarla con las cosas y luego echarse los dos en los sofás de la sala y dormir era algo de lo que no quería deshacerse, verla ayudar a Theo y Dulcie con sus tareas en la mesa, escucharla tararear mientras cocinaba, su risa cuando él picaba cebolla entre maldiciones con los ojos llorosos y las salidas los cuatro, incluso iba a extrañar a los apestosos perros con nombres de ex novios más apestosos.

-Nunca podré colorear sin salirme de las lineas -Theo se quejó arrodillado frente a la pequeña mesa del centro de la sala, dejando con fuerza su nuevo libro con dibujos de dinosaurios sobre ella- es muy difícil.

-Nah, déjame enseñarte un truco -Dulcie se bajó del sillón para sentarse a su lado y tomó uno de los crayones- mira, primero pintas los bordes así, alrededor, así cuando pintas el centro no te vas a salir, inténtalo.

El pequeño lo intentó muy concentrado sacando la punta de la lengua entre los dientes, pero luego de un rato volvió a molestarse y comenzó a llorar, Jamie fue a tomarlo en brazos para calmarlo justo cuando Dakota bajaba por las escaleras con su uniforme, lista para ir al trabajo.

-¿Qué pasa?

-Ya pasó su hora de dormir -la chica estiró los brazos hacia Jamie- yo lo llevaré a dormir.

-Está bien, ya puedo caminar así que...

-Quiero hacerlo, le prometí que le contaría un cuento.

El pequeño paró de llorar y estiró sus brazos a Dulcie con una sonrisa, así que la adolescente fue con él hasta la habitación que compartía con su padre, luego de encender la lamparita de noche lo acostó en la cama, le pasó su dinosaurio de peluche y sacó un viejo libro de cuentos que tenía desde que era pequeña, luego de leerle uno, vio al menor a punto de cerrar los ojos.

-Me gustó mucho el cuento, ¿mañana me lees otro?

-Claro, mañana te leeré mi favorito.

-¿Cuál es tu favorito?

-El caballo mágico, mi papá me lo leía cada noche.

-¿Extrañas a tu papá?

-Um, sí, a veces -ella suspiró- ¿tú extrañas a tu mamá?

-No me acuerdo de mi mamá, pero quisiera tener una -se acurrucó más contra ella- también quiero una hermana mayor como tu.

-Las hermanas mayores son fastidiosas, molestas y gritonas.

-Pero son bonitas... y te leen cuentos -con los ojitos cerrados, se pegó más a ella- ya me voy a dormir.

-Descansa enano.

-¿Te quedas conmigo hasta que me duerma?

-Está bien.


Los adultos observaban la escena por un pequeño resquicio de la puerta entreabierta, cuando vieron a los dos profundamente dormidos cerraron despacio, pero estaban demasiado cerca, como Jamie ya no usaba las muletas y andaba sin problema no le costó poner una mano contra la pared para acorralar a Dakota frente a él.

-Se van a echar de menos cuando nos vayamos.

-Dulcie se encariñó con Theo muy rápido -trataba de hablar normal, que no se notara que el corazón le iba a mil por hora- él puede venir a visitarla cada vez que quiera.

-¿Solo él?

-Bueno, si tu también vas a extrañar a Dul...

-Te voy a extrañar a ti -dijo acercando su rostro al de ella.

-Nos vamos a ver todos los días.

-Todas las noches.

Estaban demasiado cerca, mucho, Dakota apoyó su mano en el brazo de Jamie pero tenía un problema: no estaba segura si quería empujarlo lejos o acercarlo para quitar la distancia entre ambos, y afortunadamente no tuvo que tomar la decisión, pues fue su colega quien apoyó la mano libre sobre su mejilla y despacio unió sus labios en una sutil caricia, fue un beso suave como el aleteo de una mariposa, duró un largo instante, luego ella quiso un poco más, que no acabara, así que hundió sus dedos en la cabellera que se rizaba en las puntas y profundizaron el beso.

Se estaban devorando en un instante, por fin pudieron comerse la boca como deseaban hace mucho, los suspiros iniciaban y morían en los labios del otro, las bocas se abrieron , las lenguas se tocaron, pelearon, bailaron, Jamie se pegó contra ella por completo tomándola del muslo para subirlo hasta su cadera, ella aprovechó para pasear las manos por sus abultados bíceps y la ancha espalda, estaban comenzando a sudar, Dakota finalmente apartó sus labios de él pero no quería acabar aquello, sintió la boca masculina bajar por su cuello y tuvo que morderse los labios para no gemir cuando sintió su barba erizar cada poro de su piel.

-Tenemos que parar.

-Lo sé -dijo sin apenas separar los labios de su piel.

-No me lo estás poniendo fácil.

-Tú me estás poniendo tan...

Ahora sí lo empujó, no con mucha fuerza, pero sí la suficiente para dejar espacio entre los dos, Jamie le soltó la pierna y se miraron con las respiraciones agitadas en la penumbra del pasillo.

-Si no fuera por los niños...

-Y porque tienes que irte pronto a trabajar -suspiró y retrocedió un paso- vamos, tienes que comer algo.

Fueron en silencio hasta la cocina donde ambos tomaron los restos de la pasta que comieron en el almuerzo, fue silencioso porque la tensión que había entre ambos pendía de un hilo en ese momento.

-Cuando regrese y los dos estén en la escuela, podemos... eso.

-Te tomo la palabra -dudó un momento- tendrás que traer condones.

-Bien, sí -carraspeó- pero esto, lo que haremos, no significa nada, nosotros no iremos más lejos ¿queda claro?

-Solo porque mi pierna no lo permite, sino te llevaría a muchos lugares.

-No bromees ahora, sabes de lo que hablo.

-Solo sexo, lo tengo.

Ella también, o eso esperaba, no iba a salir de nuevo con un policía, ya era peligroso para ella serlo, y salir con alguien así era arriesgarse a volver a perder a alguien, y no quería pasar por eso de nuevo.

A eso de las cinco de la mañana, cuando su turno estaba por terminar, bebía café estacionada en un barrio tranquilo, había sido una noche en calma y entonces notó un movimiento en la oscuridad, en una casa, había un par de chicos escabulléndose hacia un patio trasero, avisó por la radio su ubicación, desenfundó su arma y se dispuso a seguirlos.

Colegas | Relato | DamieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora