Capítulo 2

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Tres años después...

-Tome esta medicina tres veces al día- le di un paquete de hierbas a un aldeano que tenía una enfermedad pulmonar, no era grave afortunadamente así que se recuperaría rápido. 

-Muchas gracias señorita- se inclino para saludarme y se retiro de la cabaña.

Pasaron tres años desde que llegue a este planeta, Nagisa me había recogido bajo su cuidado. Me enseño todo sobre su trabajo de curandera y las hierbas medicinales que podía curar enfermedades graves, molestias y aliviar embarazos. Trabaje junto a ella todos estos años y aprendí muchísimas cosas de utilidad para sobrevivir, aprendí a cocinar, a hacer el fuego para calentar el hogar en el invierno, coser y tejer prendas para las distintas épocas del años, entre otras tantas cosas más.

Le estaba agradecida por todo lo que había hecho por mí, además de que es la única persona que conoce mi verdadero origen. Me escucho sin juzgarme y siempre estuvo a mi lado, realmente era una persona muy buena y de corazón puro.

Si bien las hierbas medicinales eran de gran utilidad, había algunas enfermedades que eran imposibles de curar. Como el caso de la tuberculosis, la peste y demás. Al principio me sentía impotente por la cantidad de vidas que se fueron de este mundo, si bien intentábamos aliviar sus dolores no era imposible. Hasta que llego el día en donde logré el milagro del cristal de plata.

Una noche había llegado una madre con su hijo enfermo de Viruela, el diagnóstico que le dio Nagisa a la madre no fue favorecedor, lo cual hizo llorar a la desconsolada mujer. Mi impotencia había llegado a su límite, sintiendo como mi tristeza afloraba en mi interior al ver a esa criatura sufrir y sin aviso el cristal de mi cuello comenzó a brillar. Al principio no sabía que hacer, hasta que actué por instinto y le puse las manos sobre el pecho del pequeño. El menor brillo levemente en armonía con el cristal hasta que volvió a la normalidad, al principio no pasaba nada, pero podía ver cómo su piel volvía a tomar color, su respiración volvía a estar normal y finalmente puso abrir sus ojos, las ojeras habían desaparecido y el pequeño había confirmado nuestras sospechas.

La enfermedad había desaparecido.

Desde ese día varias personas comenzaron a llegar a nuestro hogar implorando que curara a sus familias y seres queridos. Ayudaba como me era requerido y nada era comparable el como ver a las familias llorando de alegría al saber que una madre, un padre o sus hijos estaban curados de una enfermedad terminal.

-Sin duda es un regalo del cielo- dijo Nagisa esa noche, ella se encontraba a mi lado admirando la luna llena- agradezco todo lo que me has ayudado pequeña, sin duda eres alguien especial- me sonrió- pero siento que es hora de que tomes un camino propio- la mire fijamente y ella se limitó a observarme, ella siempre supo leerme y entenderme.

-Desde hace tiempo...he pensado en emprender un viaje- mire el horizonte- quisiera ir a distintos pueblos, ayudar a otras familias. Sé que hay más gente que lo necesita- sentí el viento de verano soplar cálidamente.

-Sea lo que sea que vayas a hacer quiero que sepas algo- la mire- estoy muy orgullosa de ti- me abrazo- y fue un honor el haber tenido a una princesa lunar bajo mi cuidado. Siempre estaré agradecida a la reina de la luna por darme este hermoso regalo.

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Al día siguiente salí en busca de mi destino, llevaba algunas hierbas medicinales, instrumentos que me había dado Nagisa para poder ejercer de curandera en cualquier lugar, libros, ropa y comida para unos días. Sabía que no sería fácil, pero necesitaba hacer esto. Estaba guardando mis kimonos hasta que encontré mi vestido de la realeza lunar.

MamáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora