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Terminé de colocarme el vestido. Pero por más que lo intentará me era imposible subir el cierre de la espalda.

-Mierda -dije entre dientes-.
-Necesitas ayuda, hermosa?.

Me giré y ví a Ian recargado en el marco de la puerta viéndome con una sonrisa burlona. Bufé y dejé caer mis brazos.

-No puedo subir el maldito cierre.
-Segura que quieres ir? Estás lastimada -caminó hasta donde estaba y besó mi hombro-.
-No estoy herida.
-Estabas corriendo por un sospechoso y te dislocó el hombro. Hace poco dejaste el cabestrillo. Ese es el significado de estar herida, hermosa.
-Estoy bien, la semana pasada me lo quitaron.
-Hace 4 días, no tienes mucho -me terminó de subir el cierre-.
-Estoy bien, me cuidaste muy bien -me giré y con mi brazo bueno rodé su cuello-.
-Fuí muy cuidadoso contigo -besó mi cuello-.
-Estoy segura que te costó mucho -con sus manos iba subiendo mi vestido-.
-No sabes cuento -besó apasionadamente mis labios-.
-Te debes vestir -me separé-.
-Desvisteme -se escuchó casi como una orden-.

Solté un suspiro desde el auto. Me sudaban un poco las manos. Miré a Ian que veía el navegador. Faltaban un par de minutos para llegar.

-No estés nerviosa, todos te amaran -tomó mi mano-.
-Nunca había hecho algo así...
-Nunca? -me miró sorprendido-.
-No, con... El... No fue así, simplemente sabían que éramos algo, pero no hubo presentaciones como tal.
-Solo es una boba reunión.
-Es un evento a tu honor -lo miré y sonreí-.
-Solo es una reunión.
-Es un evento de tus compañeros de narcóticos. No es un evento más.

Luego de esa pequeña conversación nos quedamos en silencio. En el tiempo que marcó el navegador llegamos. Tenía una fachada hermosa. Afuera había un joven que recibía las llaves para acomodar los autos. Al llegar bajó Ian, le entregó las llaves y dió la vuelta del auto para abrir mi puerta.
Salí dándole mi mano y el me rodeó la cintura mientras dejaba un beso en mi mejilla. Me guío hasta una puerta abierta. Al cruzarla sentí confeti caer por encima de mi acompañado de risas y aplausos.

-De verdad? Son unos idiotas -escuché la voz de Ian-.

Mis ojos iban algo tarde. Veía mucha gente al rededor. Los hombres tenían una especie de tubo por el cual habían lanzado el confeti. Las mujeres reían y aplaudían.

-Hasta que decidiste aceptar -se acercó un chico pelinegro-.
-He estado trabajando, cosa que ustedes no saben hacer -soltó una carcajada y lo abrazó dejando unas palmadas en la espalda-.
-Que gracioso se ha hecho -dijó un chico de ojos verdes-.
-Sigo viendo que sigues siendo el mismo amargado que deje -repitió el gesto-.
-No nos vas a presumir a tu acompañante -dijó un chico un poco más joven que el resto-.
-Les presento a mi... -me tomó de la cintura y me miró, veía algo de inseguridad-.
-Su novia, soy su novia -sonreí-.
-Si ibas a decir amiga eso te habría salido muy caro -le dió una palmada en la espalda el más joven-.
-Desde cuando son pareja? -dijó el de ojos verdes-.
-Desde hace unos meses -contestó Ian feliz-.
-Felicidades -dijeron al uníson-.
-Y cómo la conquistaste? -preguntó el chico pelinegro-.
-No tengo idea -me miró a los ojos y sentí mis mejillas más calientes-.
-Cual fue su secreto? -me preguntó el más joven-.
-Su paciencia -lo miré y sonreí, sentía mis ojos cristalinos-.
-Ya, no es tiempo para llorar -dijó el de ojos verdes-.
-Claro... Te los presento. Ese es Carlos, -el pelinegro- James, -el de ojos verdes- Dilan, -el más joven- y si ves a unos gemelos con Zac y Richard.
-No son muchos.
-No todos pudieron venir, faltan unos ocho chicos y dos chicas.
-Oh...

Entramos y recorrimos el interior. Era completamente abierto por excepción de una esquina con techo que era el comedor. Tenía todo una decoración hermosa. Muchas luces.

-Entonces... Cómo te tratan los crimenes de cuello blanco? -Dijó James-.
-Que te digo, es más tranquilo que narcóticos.
-Y cómo se conocieron?.
-Soy su jefa -sonreí-.
-Oh por dios! Eso sí no lo vi venir -soltó una risa nerviosa-.
-Y lo saben en la oficina? -dijó Dilan-.
-Oficialmente no. Pero se lo huelen -levanté los hombros-.
-Y el jefe no les dice nada? -preguntó Zac, uno de los gemelos-.
-Es su amigo personal -dijó Ian con una sonrisa-.
-Aprovecha el privilegio -le dió una palmadas Richard-.
-Y cómo es como empleado? -preguntó Carlos-.
-No le gusta hacer los reportes después de las misiones. Ni el trabajo de escritorio, pero lo hago trabajar -lo miré y sonreí-.
-Eso desde siempre. Nosotros aveces lo hacíamos por el -soltó una risa Carlos-.
-No es cierto. -me tomó de la cintura y me acercó a el, dejó un beso en mi mejilla y me miró- No es cierto.
-No? Tengo copias en mi computadora -dijó Zac-.
-Tu no tienes nada -soltamos una risa-.
-Tu mamá está por llegar -miró su teléfono Dilan-.
-Que? -dejó de sonreír-.
-Creo que Dila la invitó -le enseñó el teléfono-.
-Sigue teniendo el teléfono de mi mamá?.
-Ya la conoces, guarda todos los números -levantó los hombros-.
-Mierda... -dijó bajo-.
-Estan mal? -preguntó Zac-.
-Muy mal.
-Dila... -cerró los ojos y susurró su nombre Carlos- Desde que se fue de incapacidad, ella creyó que todo había quedado bien entre ustedes.
-En aquel momento, ahora no.
-Y porque están mal? -los ojos de Ian inconscientemente me miraron yo sonreí- Oh...
-No la quiere? -dijó Dilan, luego recibió un codazo de parte de Zac- Ah eso por qué?.
-No importa... Me odia, por eso -miré alrededor-.
-Lo lamento -me miró-.
-Esta bien.
-Quieres que nos vayamos?.
-Ian, por dios, no. Es tu fiesta, y tú mamá viene de camino, no importa -sonreí lo mejor que pude-.
-Lo lamento, yo sé que no fue su intención -dijó Carlos-.
-Esta bien... Tiene razón, estamos aquí y no podemos evitar que ella venga... Solo espero que no venga con Layla...
-Layla?! -todos dijeron su nombre sorprendidos y con los ojos abiertos-.
-Si...
-Ella está aquí? No estaba en New York?.
-Creo que está en Miami, no sé -dijó Ian-.
-Y cómo lo sabes?.
-Se apareció en un almuerzo entre mi mamá, ella y yo.
-Que?! -dijó Zac-.
-Y la invitó mi mamá...
-Oh por dios.
-Creo que ya llegó... -miró Zac a la puerta-.
-Y está Layla.

Puntos Suspensivos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora