Capítulo O1.

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Mi nombre es Gerard Way, me defino como una persona altruista. Si no saben a qué me refiero con este término, se los voy a explicar de manera sencilla, soy la típica persona que no me rehúso a "ayudar" si vienen a mí, sin importarme si es hombre o mujer. Por lo mismo, si ellos se van, tampoco los persigo.

Me gusta definirlo como "amor humano".

- ¿Eso es todo? – Gire mi cabeza al escuchar la voz, observando al chico de cabellos negros que me sonreía, saliendo de mi apartamento.

- Si – Le respondí, mientras me acercaba a la puerta para pagarle y cerrar la misma, pero cuando estuve afuera de mi apartamento, aquel chico me abrazo por el cuello y me beso.

- Que sea esta mi paga – Susurro sobre mis labios y volvió a juntar nuestros labios.

Rodee mis ojos fastidiado y mire para otro lado correspondiendo a aquel beso aunque no tuviera ganas, y ahí, a tan solo metros de mi había un pequeño niño de no más de 15 años observándonos con una sonrisa divertida en los labios. Alcé una ceja y el pequeño negó con la cabeza, aun con la sonrisa estampada en su rostro. Levanto su mano en forma de saludo y subió las escaleras.

¿Qué diablos había sido eso?


*


Primer día de clases, soy profesor de Arte y hoy comienzo en una nueva escuela, ya que me vi obligado a renunciar en el otro instituto por unos problemas con mis colegas profesores, por lo que decidí volver a mi ciudad natal para dar clases en el instituto del que me gradué.

- Buenos Días, soy el nuevo profesor de Arte – Dije una vez estuve adentro del aula – Mi nombre es Gerard, mi apellido es Way – agarre una tiza que había en la mesa y lo escribí en el pizarrón. Podía escuchar los murmullos de las alumnas que decían "Que profesor más lindo" o "mira su cabello, rojo, que sexy" y por Dios, como viene la juventud de ahora – ah... - me gire para mirarlos a todos mis alumnos con una sonrisa dulce en los labios – Si llego a escuchar o ver algún celular en mi clase, será confiscado, están advertidos – les guiñe un ojo y más de un suspiro se escuchó en aquella aula.

No es que sea muy fanático de estar rodeado de pequeñas niñas alborotadas, estoy acostumbrado, pero antes tenían 13 o 14 años, a veces hasta menos, estas sin embargo tenían entre 16 a 17 años, por lo que sus hormonas estaban por los cielos.

Lo más raro es ver como cada vez que nombro a alguna, levantan la mano, me guiñan un ojo, se muerden los labios y actúan como si tuvieran el doble de edad.

Como cambian los tiempos. Cada vez la juventud se va comiendo más las mentes, la televisión, el Internet, todo está rodeado de sexo y el único mensaje que te dejan es "si no tenes novio/a no serás nada, si no tenes sexo, no serás nada" y cosas así por el estilo.

La belleza se considera ser flaco/a, pero las mentes infantiles lo hacen ver como si el concepto de flaco es esquelético. Debe ser que yo en mi infancia siempre fui gordo y me molestaban por eso, por lo que no veía gran cosa en la delgadez exagerada.

Crecí escuchando "las personas gordas son más buenas" pero eso se debe a la baja autoestima, yo lo viví y siempre lo tengo en mente, por eso nunca me importo demasiado el físico.

- Iero Frank – Digo, siguiendo leyendo la lista, pero no escucho nada – ¿Iero? – digo con más fuerza y en el último banco a un rincón del aula veo una mano que se levanta con pereza, mientras la cabeza descansa en su ante brazo, recostada contra el pupitre.

Me levanto con fastidio ¿Quién se creía ese niño para dormir en mi clase?

Voy caminando hacia donde está, mientras mis demás alumnos susurran cosas a las cuales no le presto importancia. Una vez llego a mi destino veo que aquel niño viste con una remera negra simple y unos jeans desgastados, un cinto con tachas y una delgada cadena en los pantalones, suspiro cansado, seguramente es el típico chico rebelde.

- Levante su cabeza y siéntese correctamente cuando se lo llama Iero – digo con fastidio y el pequeño se mueve un poco, para luego sentarse en el banco, con ambas manos apoyadas en este y me queda mirando con una mirada penetrante, nada normal en un chico tan joven.

- Oh... mi nuevo vecino – susurra para que yo solo lo escuche y me sonríe con picardía, lo que me hace abrir un poco los ojos, era él. El pequeño niño que había visto ayer cuando me mude – Perdón profesor, es que ayer vi algo extraño y no pude dormir en toda la noche – Contesto con simpleza, sin borrar su sonrisa.

- Entonces espero que esto no se vuelva a repetir – y me giro, aun sorprendido.

- Lo mismo digo – Susurro y me gira para mirarlo, pero sonreía con inocencia, típica de un chico de su edad.

Este chico va a ser un dolor de cabeza, de eso estoy seguro.



*



Recuerdan que les dije que iba a ser un fastidio la clase si estaba ese chico, asombrosamente, me equivoque. No volvió a hablar, no me miro, ni si quiera se movió del banco, simplemente se quedó en su lugar anotando lo que decía, o eso parecía hacer. Tampoco me importaba. Se perfectamente que artes no es algo muy importante en la educación a menos que quieran seguir alguna carrera como arquitectura o diseño gráfico. En sí, Artes es una materia más que nada para que los chico se relajen. Por eso decidí estudiar esto, además, tengo un título como profesor de lengua y literatura, aunque no lo ejerzo.

A pesar de tener solo 29 años, soy una persona que ha logrado hacer muchas de las cosas que me propuse, estudie dos carreras, disfrute de las fiestas universitarias, aunque nunca me sentí parte de ese mundo, ya que mis gustos musicales no se asemejaban a los de los demás. En fin, siempre fui un bicho raro, pero cuando adelgace comencé a ser algo así, como un chico popular.

Suficiente de contar de mi vida, ya que tengo todo el tiempo del mundo para recordar lo que he vivido.

En fin, la jornada había terminado y algunos profesores me invitaron a algo así, como una cena para conocernos mejor y bla, bla, bla, típica excusa para saber qué tan infelices son los demás y así uno se siente mejor consigo mismo.

Me disculpe con un "lo siento, pero estoy ocupado" y me fui directo a casa, como el trabajo me queda a tan solo tres cuadras de donde vivo, me dije de ir caminando, ya que, aunque odio los deportes, es bueno por lo menos caminar un poco.

Subí las escaleras con desgano, insultando mentalmente a todo ser que pasaba por al lado mío. A mi nomás me pasa que me mudo y se rompe el ascensor, y claro, en vez de mudarme a un piso bajo, no, quise ir al 5to piso de seis. Un aplauso para mi inteligencia.

Subí con desgano, hasta que por fin llegue a mi piso y pude ver una silueta a lo lejos que parecía ser la de un niño, sentado en las escaleras que daban al sexto piso. En sus manos sostenía una guitarra y la tocaba con amor, por así decirlo.

Me le quede mirando sin darme cuenta y esta silueta levanto la cabeza y me observo. Esos ojos avellanas estoy seguro que los vi en otra parte. Sonrío y ahí lo reconocí, era aquel chico de mi clase.

- Hola profesor – Dijo con una voz dulce, mientras levantaba su mano – No sabía que era homosexual, supongo que las demás chicas si se enteran van a entristecer – Dijo y mi rostro reflejo puro fastidio hacia su persona.

- No soy homosexual – y ¿por qué diablos le estaba dando explicaciones a un mocoso? – Deberías estar estudiando o con tus padres o que se yo.

- Debería... - contesto con simpleza, dándome la razón, mientras alzaba sus hombros – Pero estoy solo en casa, y lo único que tengo que hacer no lo entiendo, así que mejor toco mi guitarra.

- ¿Y qué es lo que no entiendes? – pregunte con un tono de voz fastidiado, mientras lo observaba, él me sonrío mostrando su dentadura y negó con la cabeza.

- No creo que mi profesor de arte entienda algo de literatura – y una leve carcajada se escapó de sus labios.

- Tienes razón – conteste y me fui caminando hasta mi departamento, pero antes de entrar pude escuchar la guitarra de nuevo sonar y me quede parado en la puerta, disfrutando un poco de la música improvisada de aquel pequeño.

Los chicos de hoy en día son muy diferentes a los de antes. En mis tiempos, no te permitían salir a la calle sin terminar la tarea, mucho menos te dejaban quedarte hasta tarde, eran las 6 de la tarde, el sol brillaba, y te obligaban a entrar para que ayudes a limpiar y preparar la cena.

Cuando teníamos clases a las 9 de la noche era obligatorio dormir. Mi hermano Mikey y yo vivimos así nuestra infancia, tal vez Mikey no tan rigurosa como la mía, ya que agarro a mis viejos cansados. No eran tan exigentes con él, como lo fueron conmigo, pero nunca sentí celos por ello.

- Ey... - me volví a donde esta aquel niño, y este alzo una ceja confundido – Ven, te voy a ayudar con tu tarea.

- ¿En serio? – Pregunto confundido, dejando su cabeza caer a un costado y solo me digne a asentir – Está bien... - se levantó del suelo y subió las escaleras. Espere unos minutos y divise su figura que bajaba los escalones de dos en dos.

- Despacio, te podes lastima – Dios, parezco un padre.

- Nunca me caigo – Respondió con el orgullo, hasta que llego al último escalón y quedo parado al lado mío con un cuaderno y una cartuchera en la mano – Ves, no me caí – y sonrío con alegría.

- Si... como sea... - respondí cansado, mientras caminaba hasta mi departamento- pasa

- Permiso – Dijo y luego entro, por lo menos era educado.

Un Corazón Puro - FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora