Capítulo 15.

34 4 5
                                    


- ¿Por qué estás tan triste pequeño Gee? – el nombrado que se encontraba sentado en el sillón de aquella casa solo giro su rostro y se le quedo observando por unos segundos, su mirada se posó en el techo y simplemente levanto sus hombros, mientras volvía a bajar su rostro.

- Nada... - susurro suavemente, aun sentado en el sillón viejo y empolvado de aquella mujer que tanto adoraba.

- Gee... no quieras engañarme, no seré joven, mis ojos verán borroso, mi memoria me fallara y mi cuerpo no responderá como antes, pero sabes que te conozco a la perfección – dijo la mujer, sentándose al lado de su pequeño nieto, mientras le acariciaba la cabeza con esa dulzura que solo ella podía manifestarle.

- Es que... - trato de hablar el pequeño de tan solo 7 años, mientras apretaba sus dedos y mordía su labio inferior, sus ojos rojos con lágrimas y su nariz moqueada.

- Si alguien se atrevió a molestarte de nuevo mi pequeño, yo misma lo golpeare con mi bastón – dijo la mujer segura, robándole una pequeña sonrisa a su nieto – y sabes que lo hare – aseguro, pero el pequeño Gerard no decía nada – ¿y sabes porque también sé que te sucede algo?

- ¿Po-por q-qué? – pregunto aun sin observarla.

- Porque para que vengas a visitar a este viejo trapo olvidado es porque algo no anda bien – dijo la mujer y Gerard abrió sus ojos sorprendido y comenzó a negar frenéticamente con la cabeza, mirándola a los ojos.

- No, abuela, yo te quiero... - dijo desesperado, haciendo un pequeño puchero, lo que provoco una suave carcajada en la mujer - ¿Por qué te ríes de mí? – dijo ahora molesto, frunciendo el ceño y enmarcando el puchero que producía sus labios.

- Yo te amo más mi pequeño – dijo la mujer y el pequeño Gerard enrojeció completamente – ahora si... ¿me vas a contar que te sucede? O mejor dicho ¿Por qué te peleaste con tu madre? – y el pequeño se sorprendió ante esa pregunta.





Porque Elena siempre lo sabía todo





- ¿Cómo lo sabes Abuela? – pregunto el pequeño confundido, mirándola a los ojos.

- Porque mi pequeño Gerard, las abuelas tenemos un súper poder que nos permite saber porque nuestros nietos están tristes – le dijo la mujer y Gerard, hasta que fue grande, creyó que era verdad, creyó que su abuela era una especie de superhéroe.

- ¿Qué es el aborto abuela? – pregunto, mientras las lágrimas caían de sus ojos verdes – mama... ella dijo, dijo que quería hacerme eso... que n-no me quería – dijo con dificultad, mientras tapaba su boca con ambas manos y seguía llorando – ¡mamá me odia! – grito mientras lloraba.

- Oh... mi pequeño, así que eso era – dijo la mujer, abrazando al pequeño Gerard durante largos minutos, hasta que su pequeño retoño se calmó y ahí le dio un suave beso en la frente – eso es algo que aunque te explique ahora, no creo entiendas mi pequeño, pero te puedo asegurar algo – dijo la mujer con una hermosa sonrisa – que tu madre no te odia, te ama más que a nada y nadie en el mundo.

- Ya... ya lo sé – dijo, mientras volvía a bajar la cabeza.

- ¿Entonces porque lloras cariño? – le pregunto ahora confundida, pero sin demostrárselo a él.

- Mami solo quiere a Michael – dijo el pequeño en un tono entre resentido y herido.

- ¿Por qué dices eso mi pequeño? – pregunto confundida la mujer y el pequeño niño se le quedo mirando.

- Po- porque, cuando yo volví a vivir con mamá... fue, fue porque nació Michael, entonces... ella no me ama, ella lo ama a él, a mí no – dijo el pequeño y la mujer se sorprendió.

- ¿Cómo sabes que fue cuando nació Mike?

- Porque yo tengo 7, y Michael tiene 4, entonces si restas son 3 años de diferencia y si yo volví con mami a los 4, fue después de que nació él – dijo enojado y la mujer se sorprendió, no porque lo que dijera su nieto fuera cierto, Dios sabía que eso era mentira, que Donna lo amaba con todo su ser. Lo que le sorprendió fue que con tan solo siete años su nieto era increíblemente observador e inteligente.

- Sabes que cariño – dijo la mujer con una pequeña sonrisa – la llamo a tu mamá para que venga y nos sentamos los tres como adultos a hablar, ¿Te parece? – le pregunto y el niño asintió con fuerza.




Porque solo Elena sabía hacerte sentir Grande e Importante, cuando tu pensabas que no lo eras.







Y acá estoy, en un bar de la mala muerte con mi billetera casi vacía y vasos alrededor mío, sin ganas de hacer nada.

Por alguna extraña razón, siempre que tomo alcohol recuerdo cosas que no me agradan, ese debe ser uno de los malditos motivos por los que prefiero acostarme con el que me lo pida en estos momentos, o también puede ser una de las razones por las que soy un amargado, como algunos me definen.

- Amor de mi vida... - escuche detrás mío y juro que quise golpear mi frente contra la barra de tragos hasta abrirme la cabeza - te anduve llamando y como no te podía contactar fui hasta tu casa y tu pequeño amor en envase pequeño estaba también esperándote, y como no llegabas supuse que estabas acá – finalizo y cuando me gire para verlo este tenía una enorme sonrisa victoriosa – ves... yo soy el verdadero amor de tu vida, no importa donde vayas, siempre te voy a encontrar, estamos predestinados Gee querido.

- Ray... - susurre, mientras un suspiro salía de mis labios y volvía a mirar enfrente, a ninguna parte en particular.

- Si amor mío.

- No estoy de ánimo para tus juegos – dije y entonces sentí como mi amigo se sentaba al lado mío y apoyaba su mano en mi hombro derecho.

- ¿Quieres hablar? – pregunto y yo negué con la cabeza – ¿sigues mal por haber tenido sexo con Frank?

- No quiero hablar Ray... - susurre ahora molesto, mientras sentía que los ojos me comenzaban a arder.

Estuvimos unos minutos en silencio, lo cual agradecí, ya que lograr que Ray no hablara era algo sorprendente.

- Gerard...

- Mmm... - dije molesto, ¿era demasiado pedir que no hablara más?

- Necesito el borrador para mañana, así que te voy a dar un par de opciones, uno – mostro su dedo índice - te acuestas con quien este acá, te sacas las ganas y cuando ya estés satisfecho vas a escribir; dos – le sumo su dedo del medio - te pones a escribir en una plaza, en un hotel o donde sea; o tres, vuelves a tu casa, hablas con Frank, tienen sexo y después lo escribes – dijo y me gire para mirarlo de mala gana.

- Te puedes ir bien a la mier... - trate de decir pero Ray puso su mano izquierda en mi boca, cortando mi insulto.

- Y Gerard... yo creo que tu pequeño mocoso si está enamorado de vos – aseguro con una sonrisa, saco su mano de mi boca y la paso por mi cabello – nos vemos Gee... mañana busco las cosas.

Mis ojos se abrieron de sobre manera y me quede mirando la espalda de mi amigo con su súper afro mientras salía del local.

Saque mi celular del bolsillo y observe la hora, suspire nuevamente y me levante de mi asiento con desgano.



*





- Has vuelto Gerard – levante mi cabeza y me quede mirando a Frank, que se encontraba a tan solo unos metros míos con una gran sonrisa, me gire y cerré la puerta, ignorándolo – Estas borracho, cierto – susurro y pude sentir la tristeza en sus palabras, de cualquier forma lo ignore, seguro era culpa del alcohol que tengo en las venas que me hacia alucinar.

Me gire y me fui caminando hacia mi cuarto, pasando por al lado de Frank ignorándolo completamente.

Una vez estuve adentro de mi cuarto, busque un poco de ropa para bañarme con agua helada y acostarme a dormir.

- Estas enojado – escuche detrás mío y suspire cansado – ¿Gee...? – susurro, y luego sentí sus brazos alrededor mío abrazándome – no te enojes conmigo – me susurro en el oído, mientras besaba mi cuello.

- No molestes – y mi paciencia caduco, golpeándole, no con fuerza, o al menos no era la intensión, en el pecho con mi codo – DEJAME – le grite y cuando lo escuche toser, me gire para observarlo. Ahí estaba, en el suelo de rodillas tosiendo, y la culpa me ataco, por lo que retrocedí un par de pasos y me senté en la cama – perdón Frank... - susurre, sintiéndome horrible.

- No te preocupes – me dijo y me quedo mirando con una sonrisa, se levantó y se acercó a mí, sentándose sobre mis piernas, mientras pasaba sus manos por mi cuello, abrazándome suavemente.

- Suéltame... - le pedi, mirando hacia abajo.

- No quiero – me susurro cerca del oído y sentí que se me erizaba la piel de todo el cuerpo.

- Suéltame Frank – dije ahora furioso, levantando la mirada, para verlo fijamente – te odio, te detesto, no te soporto, tengo ganas de romperte la cara a golpes – le dije lo más frio que pude, esperando a que el mocoso se alejara de mí, pero este solo sonrió.

- Si me odias – susurro – está bien, hazlo – me dijo y comenzó a acariciar mi mejilla – si quieres golpearme, hazlo, no me enojare, es más, te pediré que lo hagas más fuerte si quieres, es más, si quieres matarme, lo aceptare Gerard – y tras decir eso junto nuestras frentes aun manteniendo esa sonrisa de tranquilidad en sus labios – todo lo que me quieras hacer lo aceptare Gee... - y junto sus labios con los míos en un suave beso, que solo duro segundos.

- Eres un bastardo, idiota, imbécil... - murmure cada insulto y las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos sin previo aviso, Frank se separó solo lo justo de mí y me abrazo con tranquilidad, recostándome sobre la cama, quedando él encima mío, y así quedamos juntos, hasta que me dormí, correspondiendo el abrazo a Frank, sin saber cuándo las lágrimas dejaron de recorrer todo mi rostro.

Juro que no lo sé.

Un Corazón Puro - FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora