Esa mañana Mary despertó cuando Korn entró a abrir las cortinas. El asistente llevaba una bolsa de papel que dejó en el banco acolchonado a los pies de la cama. Él la saludo, ella contestó quedándose sentada en la cama mientras él preparaba el baño. Movida por la curiosidad Mary avanzó, a gatas, hasta la bolsa para ver qué había descubriendo ropas nuevas, pero también un cuchillo pequeño con forma curva, como una garra.-Es un cuchillo karambit- le dijo Korn al salir del baño y descubrir a la mujer con el objeto en las manos- El señor Liquir lo trajo para tí. Podrías necesitarlo en el bosque- agregó bajo esos ojos llenos de curiosidad que rápido volvieron su atención al arma- No sabes usarlo- exclamó después de un rato y fue hacia ella.
Cuando Korn le pidió el cuchillo, Mary se lo dio y lo vio empuñarlo como si estuviera habituado a hacerlo. Las instrucciones que le dijo confirmaron aquello.
-Esta arma no solo corta, también desgarra. Puede ser extremadamente letal en las manos apropiadas- dijo para finalizar y le regresó el cuchillo tras la demostración que hizo de como tenía que sujetarlo, clavarlo y tirar de el.
¿Por qué le daban un cuchillo? ¿Para matar jabalíes o para defenderse de algo más peligroso? Mary no se atrevió a preguntar. Como Korn se quedó viendola sin decir nada, por unos largos minutos, ella anunció que iría a darse un baño para bajar a desayunar.
-El señor Liquir salió. Volverá a medio día- le anuncio el asistente. Mary guardo silencio.
Fue una mañana tranquila. La muchacha ni siquiera intentó hacer una jugarreta a Korn, quien estuvo sacudiendo muebles por toda la casa. Mary creía que no le gustaba el polvo o simplemente era una forma de mantenerse ocupado. Cuál fuera la verdad, la mente de la mujer estaba puesta en otra cosa desde la noche anterior. Mary llevaba horas repasando cada acontecimiento desde su llegada ahí, con la mayor cantidad de detalles posibles. Se le pasó la mañana analizando datos, sentada sobre el barandal de la terraza frente a la biblioteca. A ratos arrojaba alguna barita, que tomaba de la enredadera, a los perros que solo respondían levantando la cabeza y moviendo las orejas. A medio día Korn fue por ella diciendo que el señor la estaba esperando.
Caminando tras Korn, Mary llegó a la rivera del bosque. Allí estaba Liquir con el mismo atuendo de la última vez. Parecía que esas eran las prendas que usaba para jugar. Ella llevaba un atuendo deportivo negro y el cuchillo sujetó al muslo con una correa. Al igual que el día anterior se hizo una cola de caballo en el cabello y se dispuso a iniciar la partida. En esa oportunidad caminaron un poco más al interior de los árboles, deteniéndose ante una gran piedra blanca medio cubierta de musgo y otras plantas. Daba la impresión de ser la entrada a una cueva, pero no había más que un montículo de tierra y hierva atrás.
-Esta vez jugaremos hasta la hora límite- le dijo Liquir- Si lo necesitas podemos tomarnos una pausa para que te recuperes, pero no nos detendremos hasta que el tiempo se haya agotado.
Mary sabia que no estaba en posición de quejarse demasiado. Callada asintió con la cabeza.
-Muy bien. Escondete- exclamó Liquir y comenzó a contar dándole la espalda a la mujer.
Mary se alejó despacio, no corrió y no fue lejos. Se mantuvo a un rango de distancia desde donde podía oír a Liquir contar y busco un sitio que le permitiera ocultarse, pero también desplazarse.
Durante las horas de soledad, esa mañana, Mary estuvo repasando muchas cosas de su estadía allí, pero también su infancia. De niña, como todos, jugo a las escondidas y uno de sus trucos favoritos consistía en esconderse cerca del buscador, para después ocultarse exactamente donde él estaba contando. Iba a ensayar algo semejante. Liquir salió a buscarla cuando llegó a cien. Las huellas de Mary se perdía en la espesura del sotobosque. El canto de las aves y los insectos eran una sinfonía que sonaba libre de anomalías.
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Escondete.
RandomTodo lo que ella tenía que hacer era esconderse, pero terminó encontrando algo que nunca imagino.