El atuendo de Mary cobró sentido cuando Liquir le dio una escopeta semiautomática que guardaba en uno de los armarios de la primera planta.-Iremos de cacería- le dijo al entregarle unos cartuchos.
Mary miró las municiones haciéndose un montón de preguntas. Liquir se quitó el saco y subió las mangas de su camisa mientras le explicaba que sentía un fuerte malestar en su torso gracias a la patada que le había dado Korn.
-Tampoco quiero que la herida que me causaste se abra- agregó echándose a caminar por el pasillo- Por eso necesito que seas tú quien case para alimentar a mis perros...
Mary guardo silencio y fue tras él.
-Como no me has preguntado cómo usar esa arma ni te has quejado de que matar animales es malo, asumo que has hecho esto antes- comentó Liquir poniendo las manos detrás de si- Es eso o pretendes dispararme por la espalda una vez dejemos la casa. Si me lastimas una pierna no podré seguirte...
-Pero si podrá denunciarme por haberlo herido y usted es un diplomático. Acabaré en prisión cuando me encuentren y me encontrarán- replicó Mary con seriedad y calma.
Liquir sonrió. Ella no lo veía por ir detrás, pero imaginó que lo hizo. Ese sujeto usaba la risa como un arma. Juntos cruzaron el jardín hacia el bosque. Era temprano. Liquir ni siquiera le dio tiempo de desayunar. El cielo estaba cubierto y soplaba un suave viento cálido, augurio de una fuerte lluvia en las próximas horas.
-Mis perros comen dos veces al día. Necesitas atrapar al menos ocho conejos o un jabalí joven para que estén satisfecho. Ayer solo comieron alimento comercial por lo que deben estar un tanto inquietos- le dijo Liquir mientras avanzaban entre los árboles.
Mary iba callada atrás. Tenía los ojos fijos en la espalda de ese sujeto. Era un tipo muy arrogante. Seguro de su poder, de su superioridad. No importaba si ponía un arma en sus manos, él estaba seguro de que no corría ningún peligro porque sabía ella no era capaz de disparar. Fuera por sus principios o por considerarlo imprudente, él sabía que Mary no iba a usar esa arma en su contra. Y esa mujer sabía que él lo sabía. Era una prisionera. Pero una a la que Liquir no tenía que poner un grillete. Lo que la mantenía cautiva era él.
Después de unos veinte minutos Liquir se detuvo y callado le señaló un punto al noreste. A una distancia de unos veinte metros, adelante, había una liebre escarbando el suelo en busca de brotes tiernos. Le señal de Liquir fue clara. Mary avanzó despacio para alcanzar una buena ubicación. Liquir la observó posicionarse sin perder detalle. La mujer apoyó la culata en su hombro y pego la mejilla a ella. Tenía un parche en el ojo izquierdo así que debía usar el derecho para apuntar. Una vez lo tuvo en la mira esperó. El sonido del disparo espantó varios pájaros de los árboles cercanos. La liebre cayó al suelo.
-Bien hecho- le dijo Liquir cuando se paró a su costado para ver si había dado en el blanco- ¿Hace cuántos años no disparabas un arma?
-La primera y única vez que lo hice, hasta hoy, tenía diez años- le respondió sin despegar los ojos del animal muerto unos metros adelante.
-Eras una niña...
-Mi tío nos enseñó a disparar a todos. Él vive en el campo. Ahí no es raro que se salga de casería- le contestó Mary bajando la escopeta para cargarla sobre su hombro- Recuerdo que ese día llore al matar una codorniz. Luego llore una semana cuando me dijeron que no solo la maté sino que también me la comí- cuando contó eso la mujer se echo a reír.
- Eras solo una infante todavía ignorante de la naturaleza de las cosas. Matar para comer no es algo cruel o reprochable- le dijo Liquir.
-Ahora lo sé. La vida devora a la vida y esa es toda la verdad- exclamó Mary.
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Escondete.
RandomTodo lo que ella tenía que hacer era esconderse, pero terminó encontrando algo que nunca imagino.