Capítulo 1: Cumpleaños

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Jennie lleva el par de calcetines hasta la rodilla que menos le gusta. Rosé puede notarlo incluso desde aquí, incluso desde la mitad de las gradas, donde ella se interpone entre Pat y Scott y mira hacia donde Jennie se encuentra en el centro del piso del gimnasio, porque Jennie sigue agachándose cuando cree que nadie está mirando y tirando de sus medias hasta las pantorrillas. Rosé sabe que Jennie debe haberse despertado esta mañana y se dio cuenta de que ninguno de sus buenos pares de calcetines hasta la rodilla estaba limpio, tal vez todavía estaban en su canasta de ropa sucia, sin tocar desde antes de las vacaciones de Navidad, y que debe haber rebuscado en su cajón de calcetines, sus dedos ágiles rozaron la madera de cerezo, y sacó el viejo par de algodón, los que juró en su primer año de secundaria que no volvería a usar porque siempre se le caían.

"Será mejor que se den prisa," dice Pat, mirando el reloj en su muñeca. "Ya son las 2:17."

"Es viernes, Pat," dice Rosé. "A nadie le va a importar si tenemos que quedarnos un minuto más." Escanea el gimnasio y ve a su malhumorado subdirector meditando debajo de uno de los aros de baloncesto. "Excepto tal vez Morel. Parece que se va a desmayar si no consigue pronto su rollo de canela del día."

"Por una vez, lo entiendo," dice Scott. "Me muero de hambre y quiero un burrito."

Rosé está a punto de responder cuando un zumbido ensondecedor llega al gimnasio. Los estudiantes alrededor de las gradas dirigen sus manos hasta las orejas. Luego se escucha el sonido distante de un micrófono que se cae, y Rosé, tapandose los oídos, ve al señor Gauthier, el anciano director técnico medio ciego, que levanta las palmas de las manos a modo de disculpa. A varios metros de él, la señora Chenevert, la directora, pone los ojos en blanco.

"¿Crees que finalmente lo tienen?" dice Rosé.

"El señor Gauthier parece confundido," dice Pat.

"Se ve igual que siempre," dice Scott. "Como si estuviera drogado y no supiera lo que hace aquí. Tengo que amar al viejo Goach."

"...decir algo para probarlo?" dice una voz clara a través de los parlantes, y todos giran sus ojos hacia Jennie, quien se encuentra en la línea de media cancha sosteniendo un micrófono inalámbrico. "Vaya," dice, medio riendose de sí misma, su expresión seria visible incluso desde las gradas. "Supongo que ya está funcionando..."

"¡Ya era hora!" Gritó uno de los jugadores de fútbol en las gradas inferiores. Desde donde se encuentra Rosé, suena como Jackson.

Jennie se ríe junto con el resto del gimnasio. Se pasa una mano por el pelo, con una sonrisa relajada y desprotegida como cuando le cuenta historias a Rosé a altas horas de la noche. "Hola a todos," dice ella.

"Hola," se ríen los cientos de estudiantes.

"Gracias, señor Gauthier," dice Jennie, sin rastro de ironía en su voz. "De acuerdo. Entonces... ¿Deberíamos iniciar esta reunión de ánimo?"

El alumnado irrumpe en gritos y aplausos. Comienza en la sección de Rosé, con la clase de último año, y se mueve por todo el gimnasio a medida que los estudiantes de tercer año, segundo año y primer año hacen eco de sus compañeros mayores. "¡Sí!" Scott grita en medio de todos los vítores. "¡Traigan los burritos!"

Varios de los estudiantes de último año en las gradas debajo de ellos se giran con sonrisas burlonas en sus rostros, pero Scott solo sonríe y agita sus manos en el aire, haciendo reír a todos a su alrededor.

"Pero antes de comenzar," dice Jennie, y ante sus palabras, el gimnasio vuelve a quedar en silencio: "El padre Marco nos guiará en la oración."

La energía del gimnasio se vuelve inquieta y agitada. Los muchacho se truenan el cuello; las chicas se acomodan las mangas de la camisa por encima de las muñecas. El padre Marco se acerca al micrófono, su cuello tirante contra su alzacuellos blanco.

Su nombre en el cielo《Chaennie》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora