XVIII

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Obviamente, unos minutos de paz eran mucho que pedir

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Alan Deaton camina por los pasillos de Eichen House. 

Unos pasillos que contienen a pacientes muy particulares. 

Incluso cuando tiene muy presente las advertencias del médico que le ha abierto las puertas, no puede ni quiere detenerse. 

Todo para obtener algún resultado de sus muchas preguntas. 

Mediante un trato — cazar al wendigo Patrick a cambio de unos minutos de charla con uno de los pacientes — Alan Deaton ahora puede tener la manera de tener todas las respuestas que quiera. 

Incluso si eso significa poner en riesgo su cordura, literalmente. 

Sabe perfectamente que la última persona que visitó a Ballack no salió del edificio, y lo único que hicieron fue hablar. 

Un aviso del todo reconfortante. 

Aún así, el veterinario tiene el valor y entra a la habitación. Una sala dividida por un cristal reforzado, donde descansa uno de los pacientes más particulares de Eichen House. 

A primera vista, no parece la gran cosa. Un hombre de mediana edad que lee atentamente un libro, sentado pasivamente sobre su cama. 

Lo único que ha hecho dudar al druida son los dibujos que ocupan casi todas sus paredes, aún cuando están representados con ceras de colores animados, más típicas para entretener a los niños pequeños, consiguen darle escalofríos. 

— ¿Doctor Ballack?

— Debe de ser alguien importante. — afirma sin ningún ápice de sorpresa en su rostro. Sin ni siquiera apartar los ojos de su libro — Por lo general no permiten que la gente se acerque. 

Ballack da unos segundos de silencio. Incluso cuando no contempla a su visitante, sabe que, como todos los demás inconscientes que han entrado a aquella habitación, está intentando interpretar sus desgarradores dibujos, sin éxito. 

— Me dejan dibujar, como puede ver. — habla después de darle su tiempo. — También leer. Aunque, por desgracia, en esto último lo único que conseguí fueron estas novelas de pacotilla. He leído esta siete veces.

Ahora que tiene algo más entretenido que la historia que transmite la tinta de aquellos papeles, cierra el libro y lo lanza en el rincón donde están los demás. Tratándolo como un montón de basura. 

Deaton decide centrarse y no estar más de lo necesario. 

Porque tal vez no entienda los girones y figuras estrambóticas de los papeles que cuelgan como cuadros en esa celda, pero sabe que no debe tentar a la suerte. 

O más bien al paciente. 

— Esperaba que pudiéramos hablar. Soy el doctor Alan Deaton. 

Como si el nombre fuera un resorte, ahora sin duda tiene toda la atención de Ballack, quién mira un segundo a sus dibujos antes de posar sus ojos en Alan y levantarse para estar cara a cara con él. 

Sonríe. 

— Oh, conozco su especialidad, doctor Deaton. Y sé que no son los perros y los gatos. 

Sin dejarse intimidar, Deaton continúa con su misión. 

— Estoy aquí por sus conocimientos sobre mitología. 

REMEMBER ¹ | Liam Dunbar |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora