NATHANIEL
Apenas dormí al volver de la fiesta. Estaba demasiado aterrado después de lo que pasó como para cerrar los ojos durante un tiempo relativamente prolongado. La escena en el despacho desconocido se repetía en mi cabeza constantemente sin que yo pudiera hacer nada para remediarlo. Tampoco era capaz de concentrarme en otra cosa, a pesar de haber intentado trabajar, leer o ver una serie. Nada.
De este modo, he llegado a la oficina esta mañana con dos cafés en el cuerpo, aunque no me gusta su sabor tan amargo. Para mi suerte, el edificio parece estar vacío. Estamos obligados a venir los días laborales, sin importar si ha habido una fiesta el día anterior. Sin embargo muchos de mis compañeros (incluidos jefes) llegan más tarde de lo habitual y rinden menos. Se disimula mi malestar ante el aspecto de los demás.
La planta 42 está medio vacía. Mi cubículo en función de despacho está tan desordenado como lo dejé ayer y los planos sin terminar del último diseño que me fue encargado, a medias. No esperaba que estuviera solucionado de repente, pero no recordaba lo duro que se estaba volviendo este proyecto. Las compañías de tecnología son muy competitivas hoy en día y un diseñador como yo se ve obligado a superarse en cada trabajo. El diseño de un nuevo aparato tecnológico, sea cual sea, se está volviendo una pesadilla.
Me siento delante de mi escritorio, suspirando de cansancio, y empiezo a organizar las cosas a mi alrededor para que todo me resulte al menos un poco más fácil hoy. En el cubículo justo al lado del mío, mi compañero Michael se asoma para saludarme.
—Buenos días, tío. ¿Cómo lo llevas? Tienes mala cara. ¿La fiesta de anoche se te hizo aburrida?
—Buenos días, Michael. Estoy bien, gracias.
No soy muy fan socializar en la oficina. Por alguna razón, no me fío. Tal vez porque tengo un trauma que mi subconsciente no quiere revelarme; tal vez porque no me han dado nunca ninguna razón para confiar, porque siempre parecen querer algo de mí. Tal vez porque tengo miedo...
Se ríe ante mi respuesta seca, como lo hace siempre y vuelve a su cubículo sin decir nada más. Sacudo la cabeza, intentando ignorar la molesta interrupción para concentrarme en el diseño.
SKYE
Un día a la semana, dado mi título de reina, concedo audiencias para que los que están bajo mi yugo puedan compartir sus problemas y se les pueda dar solución, así como propuestas de negocios, entre otras cosas.
Esta noche, Michael ha venido a verme al final de las audiencias. Su visita no me ha sorprendido, pero sí la razón de que se presente. Había dado por hecho que, al haberse repetido numerosas veces la situación de anoche, venía con algo por el estilo, como ya me lo he encontrado antes. Pero, cuando me ha anunciado su visita, Laura me ha dejado claro que era un asunto de negocios, así que no lo he rechazado.
—Michael, me gustaría saber qué te trae por aquí con tanta rapidez después de lo de anoche.
—Precisamente de esa situación te quería hablar. Al salir del despacho donde estuvimos, me crucé con un compañero mío. Trabajamos el uno al lado del otro.
—¿Te vio? ¿Es eso? ¿Quieres pedirme que lo elimine?
—Por favor, escúchame primero antes de hacer conjeturas, Raven.
—«Reina» es el vocativo adecuado cuando pides audiencia, Michael.
Cambio las piernas de posición y me coloco bien el vestido. Me yergo en mi trono. Me molesta que piense que obtener placer lo excusa de las obligaciones formales. Sigue siendo un súbdito.
—Mi reina, creo que he encontrado lo que necesitas.
Me rio ante su aparente ingenuidad, como si necesitara a alguien tan insignificante para complacer mis deseos. Pero dejo que continúe hablando, intrigada por lo que tiene que ofrecerme.
—Mi compañero, con el que me choqué ayer al salir no me vio, no quiero que tomes represalias contra él. No será el más simpático o hablador, pero es bueno. Muy bueno en lo que hace, créeme cuando te lo digo.
—Al grano; es tarde, Michael.
—Buscas ampliar tu terreno y conseguir el dominio de las armas en la ciudad. Pero sabemos que no solo en la ciudad. Siempre vas a querer más y te digo que Nate puede conseguirte eso.
Alzo una ceja, todavía sin comprender a dónde quiere llegar, exasperada porque me está haciendo perder el tiempo con tanto rodeo.
—Nate y yo somos diseñadores de tecnología, pero él es el mejor que he visto nunca. Puede hacer grandes cosas para ti en el mundo de las armas si lo consigues de tu lado.
—¿Si lo consigo? Sabes que yo no pido: exijo y consigo lo que me da la gana. —levanto la voz, irritada, y me echo hacia delante, mostrando agresividad.
—Ya, no entremos en los detalles de eso ahora. He visto lo que es capaz de hacer ese hombre y sé que también podría diseñarte armas únicas. Creo que estaría bien si le hicieras una visita. Tal vez puedas averiguar más de él.
Me quedo pensativa un momento. Decido que no tengo que tomar una decisión ya, así que sacudo mi mano en el aire y Michael, tantos años a mi servicio, entiende lo que significa. Me hace una profunda reverencia muy servicial y se marcha a paso ligero con las manos detrás de la espalda.
Bajo de mi trono y salgo de la sala de audiencias. Estos días resultan agotadores y siempre tengo mucho que pensar al respecto.
Salgo de la sala de audiencias con Laura siguiéndome dos pasos por detrás. La capa que llevo para estas ocasiones, granate y aterciopelada, hace un ruido satisfactorio al arrastrarse por el suelo de mi complejo. Me dirijo a la derecha al salir de la sala de audiencias y continúo hasta la cuarta puerta. La atravieso. Derecha de nuevo. Dos veces izquierda.
Mi habitación es muy espaciosa. Me gusta mucho trabajar en ella y me siento a gusto con tanto espacio alrededor. Cuenta con mi cama y su reposapiés, una mesa grande, sillones y un sofá, una cafetera y una pequeña nevera, para contar con alimentos siempre que los requiera. Además, cuenta con un vestidor y un baño propios, como es evidente.
Lo primero que hago al llegar es quitarme la capa de un tirón, que solamente se ata al cuello. Sin decir una palabra, Laura me desabrocha el vestido y me dirijo al baño. La bañera ya está preparada con agua caliente, sales aromáticas y la cena, servida con vino. Me meto enseguida, para poder disfrutar del agua caliente tanto tiempo como pueda.
Sumergida en espuma, no puedo evitar plantearme la idea de Michael. Una parte de mí odiaría hacerle caso, pero otra muere de curiosidad por saber quién es ese chico de verdad. Sería como jugar con niño, pienso. Tal como lo vi anoche, sería divertido llevar a alguien como él a límites que no conocía de sí mismo. Probablemente ya jugué con él anoche. Tal vez debería probarlo. A él. A sus capacidades.
Pruebo el pollo katsu, deleitándome en el vino, decidiéndome a pedir primero un informe del chico. A partir de ahí, tal vez le haga una visita.
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Proyecto M
Teen FictionSkye, conocida como la reina Raven, sabe que el mundo estará a sus pies en cuanto chasquee los dedos. Pero ella quiere más, siempre ha querido más y es lo que pretende conseguir a través de Nathaniel, un diseñador, que se verá envuelto en un mundo d...