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NATHANIEL

Han pasado algunas semanas desde que Raven me secuestró. Estoy seguro de que nadie más que yo lo ve de esa manera, ni siquiera Laura. Y es cierto que, aunque parezca mentira, me he ido adaptando poco a poco a este ambiente. Cosa que no quiere decir que esté a gusto (o al menos del todo a gusto). Sigo sintiendo terror ante la figura de Raven, pero a través de los entrenamientos, he descubierto que puedo enfrentarme a ella de alguna manera. Me relaja, y de alguna manera retorcida, eso me quita el sueño por las noches. No puedo permitirme mimetizarme con el espacio, sentirme bien aquí. No puedo.

Ya me oriento mejor por los pasillos. Puedo ir y venir de la biblioteca a mi habitación y también al gimnasio. La reina mantuvo su palabra y me traen las comidas a la biblioteca. Por alguna razón que decido deliberadamente ignorar, sin haberme preguntado saben qué me gusta y cómo me gusta. Así que todo lo que me han traído está mucho más rico de lo que yo nunca me he cocinado. Este pequeño acto de aislamiento, sin embargo, ha conllevado algunas consecuencias tremendamente negativas para mi salud. No me había dado cuenta de lo que necesitaba el contacto humano casual hasta que me he visto privado de él, excepto para los entrenamientos y las breves visitas de Laura. A Michael lo veo poco. Según me cuenta Laura está de misiones para Raven. Y, de nuevo sorprendente, a él también lo echo algo en falta.

Volví a ver a Joe hace unos días para que me enseñara el francotirador y estuvimos charlando un rato. Estaba más animado que el día que lo había conocido. Fue sorprendente descubrir su lado más hablador. Me explicó algunas cosas sobre otras armas y me contó anécdotas de sus primeros años trabajando con Raven. Él era militar, pero lo obligaron a retirarse de manera "amable" tras una misión que salió mal. No quiso entrar en más detalles, así que deduje que no quería revivir aquellos tiempos en concreto y no le pregunté nada. Me dijo que encontrarse con una joven Raven que todavía no era reina fue increíble. Que alguien tan joven le enseñara tantas cosas, dice, le devolvió al mundo real, al de los vivos, al de los que luchan. En algún momento, se dirigió a ella como "Skye", o eso creí, pero fingí que no lo había oído y me quedaba mis pensamientos para mí. 

Sin duda, encontrarme con alguien que hablara de ella tan positivamente, con tanta efusividad  me confundía y me quitó el sueño durante algunos días. Todavía no puedo mirarla a la cara cuando nos vemos sin sonrojarme, como si estuviera guardando un secreto delante de ella. Nunca se me ha dado bien mentir. 

Hoy ha sido uno de esos días. Estoy embobado recorriendo las estanterías de la inmensa biblioteca, sin poder concentrarme en nada que no sea divagar sobre literalmente cualquier cosa. Todo menos avanzar en mi trabajo. Llevo varios días aprovechando para familiarizarme con ella. Para lo grande que es, la parte dedicada a los libros de ficción (mis libros) es extremadamente pequeña, cosa que me decepciona. Me hace querer tener una reunión con la reina para comprarle libros. Dios, lo que yo haría con todo su dinero, me sorprendo pensando. 

Una voz a mi espalda me sobresalta.

—¿Estás buscando algo o solo divagas?

La voz dulce de Laura me envuelve por completo. Y, por primera vez, dejo que una oleada del cariño que siento por ella me invada por completo. Le sonrío al volverme y mirarla a la cara. Debo de tener una expresión de idiota en la cara, pero no me importa.

—Divago.—le respondo metiéndome las manos en los bolsillos.

Doy unos pasos para estar más cerca de ella. Me apetece mucho sentir su proximidad. Ella me sonríe a su vez y también se acerca. Sin embargo, antes de llegar a mi altura se sienta en el suelo, apoyando la espalda contra la estantería.

—¿Sabes? No deberías hacerlo, a la reina no le gustaría. 

En cualquier otra ocasión me hubiera cabreado su puntualización, me hubiera roto el momento. Pero hoy no. Hoy estoy demasiado metido en el mundo de los sueños como para que me afecte y no le respondo. Me siento a su lado.

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