CAPÍTULO 15: AUNQUE NO, SÍ.

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AARÓN.
Había despertado aquella mañana, no recuerdo la hora, pero hacía frío. Me giré y lo vi, durmiendo, plácidamente. Me cabreaba su forma de ser. ¿Cómo podía dormir tan tranquilo? Apreté las muelas y fruncí en ceño. Me vestí y antes de salir de su habitación lo miré.
- ¿Cuanto tardarás en odiarme? - Titubeé.

No quería llegar a casa, o lo que en ese momento me quedaba de ella. Sabía que al llegar no habría nadie esperando por mí, eso me enfadaba. Desvié mi camino hacia las afueras del pueblo, donde tuve de las primeras conversaciones con él. No podía explicar como alguien podía tener tan poco amor propio, me daba pena,pensando cuánto aguantaríamos así, pero en ese momento todo lucía un color distinto.

Al llegar a casa aceptando la situación, me senté en el sofá y me acordé de él. Le escribí sin saber muy bien que quería.
Llevaba un rato estudiando para distraerme, hasta que llamaron a la puerta, era obvia mi cara de extrañeza. Abrí... Casi se me cae la mandíbula al verla.
- ¿Qué haces aquí? - Pregunte bloqueando la entrada con mi brazo.
- También es mi casa. - Dijo empujándome para entrar.
- Pues ¿a qué has venido?
- A verte.
- Jajaja. Venga sí. - Dije mofándome.
Su cara era la de póker como siempre.
- No has hablado con mamá y papá, supongo.
- ¿Debería considérale mi padre?
- Aun sigues con eso. Deberías superarlo. - Dijo acomodándose en sofá tras haberse paseado por el salón. - No me mires así "Rona" si sabes que lo digo porque te quiero.
- No me llames así. - Dije.
Así me llamaba mi familia cuando era pequeño, poniendo el rón de Aarón al principio y la a al final, ya que tenía un problema con la dislexia, y en su momento era bonito. Ahora es más vergonzoso.
- Mamá está muy enferma Aarón, está en la "UCI".
- Adela, no bromees con eso.
Me miró fijamente con la cabeza ligeramente elevada como juzgando mi ser.
- Aarón, mamá está muy triste sin ti, quiere verte.
- Mientras no esté Álvaro. - Mi padre.
- Pues habla con ella. Nunca le coges el teléfono.
- Eso dijo Álvaro, que no le cogiera el teléfono jamás ni pensase en llamarlos.
- No sé, madura un poco. - Dijo chasqueando la lengua.
- No. No se llama madurar.
- Lo que tú digas. Papá seguro que te echa de menos.
- ¿Álvaro Esquivel Fraga? Y una polla.
- Pues para quererte tan poco como tú dices bien que te paga el pisito.
- Para quererme tanto como tú dices bien que llama o visita. Por mi como si le multan por dejar a un menor vivir solo.
- Piensa lo que te dé la gana. - Dijo arqueando sus cejas. - ¿Sabes algo de Addel?
Tocaron al timbre.
- ¿Tengo cara de saberlo?
Me quedé mirándola.
- Eres imposible de tratar. - Dijo tocando su frente.
- Pues vale.
- Me voy, ten valor y llama a mamá cobarde. - Dijo enderezándose yendo a abrir la puerta.
- No me llames cobarde.
- Adiós "Rona"
- Te odio. - Le contesté.
Al ver a Daniel se me erizó la piel. Se me había olvidado mi mensaje. Había tardado bastante en llegar. ¿Estría ocupado? Tampoco le iba a preguntar, ni que me interesase.
Estaba ahí, de pie, parecía que quería hacerme enfadar.
- ¿Pero te vas a sentar o no?
Sólo se sentó, sin decir nada. Realmente si hubiese dicho algo me habría cabreado, pero no, se mantuvo en silencio. Para algo que hacía bien.
- ¿Estás bien? - Preguntó mirándome a los ojos.
Nunca me miraba a los ojos. ¿Quién se creía haciendo eso?
- Pff. - Me reí algo molesto por la pregunta. - Sólo cállate un rato ¿vale?
Mordió su labio, odiaba cada vez que hacía eso.
Lo había invitado sin razón. ¿Por qué había hecho eso?. Cerré los ojos, la conversación con mi hermana me había agotado. Notaba la mirada de Daniel en toda mi cara, me ponía de los nervios.
- Ahh. - Suspiró.
Me hizo gracia como era tan transparente. Siempre podías leerle a través de sus acciones.
- ¿Qué ocurre?- Pregunté.
- ¿Eh?
Ya estaba haciéndose el tonto, como lo odiaba.
- Qué por qué resoplas. - Dije ya cabreado.
- No, nada.
Otra vez, se creía que no me enteraba o algo. ¿Me veía como tonto o qué?
No barajé la posibilidad de que no me quisiese contar las cosas por miedo.
Abrí la boca para decirle algo de lo que me iba a arrepentir. Estaba dispuesto a contarle todo, mi situación con mi padre, la conversación con mi hermana...
- Yo... - Algo me impidió continuar, y para salir de la situación recurrí a lo de siempre. - Yo quiero que lo hagamos. Ahora.
Me pareció ver sorpresa y alegría en su cara.
Sin decir nada se acercó a mí y me besó.
Era de las pocas veces que él se acercaba a mí y me trataba desvergonzadamente. Me gustaba cuando era así, no sé, como si fuese él mismo. Así que cuando eso ocurría solo lo disfrutaba.
Se sentó encima de mí mientras me besaba y movía sus caderas. Él sabía perfectamente lo que hacía, y a mi eso me gustaba. Sin poder aguantar mucho le quite la sudadera. No llevaba camiseta, no era la primera vez que debajo de su sudadera no llevaba nada, eso me daba curiosidad, pero a la vez me calentaba mucho. Su piel era tan suave y fría.
Él, con sus blancas manos sobre mí moreno torso, paró de besarme y se enderezó, se puso de rodillas en el suelo y me bajó la cremallera de mi pantalón. En serio estaba muy sorprendido, no parecía él mismo, o a lo mejor si lo era y cuando estaba conmigo era otra persona.
Me estaba dejando llevar mucho.
- Deja de chupármela. - Dije apartando su cabeza.
- ¿Por qué? ¿No te ha gustado? - Preguntó mirándome desde abajo...
No soportaba llevar poco control sobre la situación, pero no sabía que hacer, estaba como bloqueado. Era algo nuevo en él. Estaba tan excitado que no sabría haberle dicho que quería que parase porque me iba a correr, no porque no me gustase.
Sólo fruncí el ceño.
- Mph. - Se rió. - Veo que sí. Vamos a tu cama. - Dijo poniéndose de pie y agarrando mi mano.
Mientras íbamos a la habitación yo seguía cuestionándome que le había ocurrido para comportarse así.
Comenzó a besarme. Lo separé de mí.
- Desnúdate. - Le dije sin poder aguantar más, quería ver como me hacía caso.
Su cara se ruborizó inmediatamente, y me miró a los ojos. Luego desvió su mirada y comenzó a quitarse la ropa. Me quedé mirándolo de una manera morbosa observando cada milímetro de su cuerpo. Podía ver como se avergonzaba cada vez más y más. Estaba tan caliente que sin poder aguantar mucho lo agarré y lo besé. Él también estaba duro.
Y esa tarde de invierno, simplemente lo hicimos.

AUNQUE NO LO PAREZCADonde viven las historias. Descúbrelo ahora