CAPÍTULO 19: ¿Adiós?

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Desperté por primera vez en su cama. Abrí los ojos y estaba él, no se había ido.
Estaba odiando el hecho de que todo esto fuese por que era el final y no por que fuese yo. Me daban ganas de llorar.
Salí cuidadosamente de la cama, me vestí y sin mirar atrás me fui. Yo ya había hecho mi trabajo, le había dado una buena despedida y un último recuerdo cercano. De todos lo imaginados finales en escenarios ficticios, este fue el único que no imaginé y en el único en el que tuve que improvisar.
El final se acercaba y junto a él, aquella sensación de vacío, definitivamente Aarón se iba y junto a sí mismo, mis ganas de continuar con todo.

Nunca entendí realmente esas personas que no son capaces de vivir sin su pareja, siempre me parecieron ridículas y pueriles. Pero yo ahora pertenecía a ese grupo.
Lo que más me amargaba es que yo me había ido dándole una despedida, pero él se iría sin dármela a mí.
¿Y mi despedida?
Lloré y lloré. No sabía a dónde ir ni qué hacer. Quería simplemente desaparecer.
Salí del pueblo dirigiéndome al campo de fútbol, pasándolo de largo hacia un camino de piedras que desembocaba en el túnel de un puente, que dirigía a una nave abandonada. No iba desde pequeño.

No siempre fui todo lloros. Yo era un niño sorprendentemente feliz y risueño, siempre teniendo algo que enseñar y teniendo algo que aprender. Yo fui feliz sin darme cuenta.

Un día desperté en mitad de una noche azul tormentosa por los truenos y los rayos. Me dirigí a la habitación de mis padres por miedo, y lo vi a él, pegándola. Al ser que más amo en el mundo.
Mi padre siempre fue alguien distante. Nunca supe bien su oficio, solo sé que no dormía en casa y que nunca estaba presente. Pasados años supe que engañaba a mamá.
Lloré al ver aquella escena, llamando la atención de los dos. Mi madre vino corriendo a persuadirme, pero unos segundos más tarde, cogió a mi madre del pelo, la arrastró y cerró la puerta dándole una patada con el pie.
Yo no conocía a mi padre, yo lo amaba porque se suponía que era lo que tenía que hacer como hijo.

La mañana siguiente fue ¿tranquila?. Mi padre entró a mi habitación y me dio un beso en la frente. Era la primera vez que hacía eso. Anonadado por su ¿dulzura? empecé a culpar a mamá y creer que la víctima era mi padre. No sé cómo pude ser tan inútil. No le hablaba a mamá y yo la oía llorar cada vez que creía que no la escuchaba.
Todo fue así durante un largo tiempo.

Cuando cumplí ocho años, llegaba una tarde de verano de jugar en el patio con mis amigos. Vi el coche de mi padre aparcado. Feliz entré en casa por que quería saludarlo.
- ¡Papá! - Grité.
No estaba en el salón, así que me dirigí a su dormitorio, pero antes lo vi de pie en mi habitación.
- Papá. - Repetí.
Él se giró, y en su cara había más odio del que había normalmente.
- ¿Tú madre? - Dijo medio gritando, muy furioso. - ¿La puta de tu madre? - Repitió acercándose a mí.
Olía a alcohol y tabaco mezclado con sudor.
- Todo esto es culpa tuya cabrón hijo de puta. - Dijo agarrando a aquel niño de ocho años por los hombros.
Mis ojos se llenaron de lágrimas asustadas.
- Papá... titubeé atemorizado.
Seguido me pegó.
- Ni padre ni pollas, la puta de tu madre ha dejado una nota, ¡una nota de los cojones! Y se va, se va gilipollas, te abandona, nos abandona. - Dijo gritando.
Yo solo lloraba, prácticamente no podía escucharle.
- ¡Cuanto más llores más fuerte te voy a pegar!
Efectivamente, se desabrochó el cinturón y me tiró a la cama, mientras me daba latigazos. 
Yo lloraba y lloraba.
Pero de repente paró. Asustado miré, y él ya había desaparecido. Lo siguiente que recuerdo es estar tumbado en el regazo de mi madre llorando y disculpándose. Con la puerta de aquella habitación cerrada y todas mis cosas en mi actual habitación.
- Mamá... - Susurré antes de comenzar a llorar y abrazarla.
No comprendía bien la situación, solo sabía que mi madre jamás me habría pegado como lo hizo mi padre.
No hemos vuelto a hablar del tema, y con el tiempo comprendí la situación entera.
Después de aquello mi madre no denunció, nadie lo sabía. Supongo que ella rezó por no volver a verlo y por suerte unos meses más tarde nos enteramos que había muerto de un coma etílico. Supongo que esa es la muerte de un perdedor como mi padre.
Para aquel niño de ocho años solo supuso traumas y un golpe de madurez muy grande. Pero pienso que mi comportamiento es infantil, quizá porque mi personalidad se quedó atrapada en aquel momento.
Nadie sabe sobre esto, solo mi madre, mi difunto padre y yo.
Estoy orgulloso de mi madre, que aún estar pasando por aquello fue capaz de sacarme adelante y luchar.
Solo puedo decirle a esa bella mujer que la amo y gracias.

AUNQUE NO LO PAREZCADonde viven las historias. Descúbrelo ahora