CAPÍTULO 24: SOL Y NUBES

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Dormí al rededor de una hora y algo. No pude dormir más así que me fui a duchar.
Caía agua, y yo no podía bajar mi erección. Es normal despertarte con una, es natural, pero cuando me ocurría, me era inevitable no pensar en él. Porque en algún momento de la historia, cada vez que estaba caliente lo llamaba y él venía, pero ya no era así.
- ¿Necesitas ayuda? - Tocaba mi cuerpo. - Yo puedo ayudarte. Siempre he podido. - Tocaba mi pene. - Jajaja, mírate, tan duro como una piedra. ¿No puedes sacarme de tú mente? - Seguía frotando - Acéptalo - Frotaba más rápido. - Sabes que te gusta cuando soy obsceno, ¿te gusta?.
- Ah. - Mi respiración se aceleraba y mi corazón se agitaba.
- ¿Sigo? - Estaba en mi límite. - ¿Podrás algún día complacer mis deseos, Aarón?

No podía creerlo. Estaba sonrojado, me avergonzaba de mi descaro. Me había corrido pensando en él.

Espero, espero poder complacer tus deseos Daniel.

ღღღ

- ¡Mamá para! - Le di un manotazo a su mano.
- Ay es que te veo distinto, no me gusta.
- Vale pero deja de sobarme la cara.

- Aarón.
- ... Álvaro.
- Supongo que vienes a disculparte.
Respiré hondo y comencé.
No sabía que diría eso, pero sí algo parecido, tenía una idea de lo que podía decir.
- ¿Disculparme por qué?
Sabía la respuesta.
- Por odioso y por repudiar a tu padre.
- ¿Ahora eres mi padre? Que curioso ¿no? Me tengo que disculpar por hacerte lo que me hiciste. ¿No es grandioso? De tal palo tal astilla, padre. La diferencia entre tú y yo, es que tú le hiciste esto durante toda su vida a un niño pequeño, que no comprendía por qué era tratado así. - Veía su cara. Poker. - ¿Y sabes qué Papá? ¿Sabes qué? Que me dio igual. Hasta que fui capaz de observar que sólo eras capaz de sentirte orgulloso de mí cuando tocaba el violín. Tienes cincuenta y largos y te comportas como un niño. ¡Acéptalo! - Respiré, no podía gritar y perder criterio. - Acéptalo, fui un error. ¿Y qué culpa tengo yo? Tuve que irme porque si seguía aquí la idea de matarme cobraba más y más sentido. ¿Para qué iba a estar aquí si no era aceptado? Sabes perfectamente lo que hacías y lo hacías sabiendo que estaba mal. Eso, eso te convierte en peor persona. - Hice una pausa y fruncí el ceño. - ¿En serio soy yo el que ha de disculparse? No tienes justificación alguna porque sabes de sobra que no hay excusa. - Frunció el ceño.
No supe que más decir. Todos en la sala estaban mudos, mi hermana, Felisa que oía orgullosa y como no, mi madre claramente apoyando a su marido.
No estaba a gusto con mi discurso. Quería decirle que lo odiaba y que había sido un padre de mierda y el mucho daño que me había hecho. Pero si quería volver con Dani, tenía que hacerle comprender a mi padre mis razones y solucionar esto.
Sé, sé que él tampoco sabía qué decir. Supongo que esperaba encontrarse con el niño de catorce años al que dejó irse de casa.
Mi padre sin previo aviso, se levanto y se fue, con cara muy seria.
Él era alguien muy inteligente, para ser rico tienes que serlo, y eso es un hecho que hay que otorgarle.
Así que con su huida de la sala, dejaba claro que ahora mismo yo, le había hecho un jaque mate y que su única opción era dejar caer su rey.
Esto ya lo consideraba una victoria. Por fin era yo el que cogía la sartén por el mango y eso se sentía muy bien.
Miré a mi madre y a mi hermana.
- Jajaja. Miraos las caras. Supongo que el niño de la casa en algún momento crecería. Y no olvido que fuisteis parte de todo su juego infantil. Pero dejemos la fiesta en paz. Quiero volver al pueblo.
- Hijo, pero... - No acabó su frase y se fue.
- Rona, qué inteligente. Tenías que madurar en algún punto. ¿Te han roto el corazón o algo? La última vez que te vi seguías igual de infantil. - Le miré con el ceño fruncido.
- El día que te calles maduraré del todo. Puta loca.
Me fui al jardín, quería algo de aire fresco, todo era pesado.
Me dirigí a una de las esquinas, quería sentarme en el banco-columpio. Tenía esperanza de que siguiese allí, solo lo usaba yo de niño.
Al cruzar los cerezos seguía el banco y sentado en él mi padre.
Me quedé parado mirándolo, debatiendo mentalmente si sentarme, irme o seguir mirando.
- Ven aquí Arón, siéntate.
No iba a negarme. Me senté. Tampoco tenía intención de decir algo.
- Es increíble que con mi edad me de cuenta ahora. Y que hayas sido tú el que me lo ha demostrado. - Hizo una pausa. - No voy a justificarme pero quiero que por lo menos comprendas porque lo hice. No fuiste un error. Fuiste improvisado. Tú madre después de diez años decidió tener un último niño, y sabes que me encanta hacerla feliz. - Yo solo escuchaba. - Te tuvimos, sin embargo al nacer, tú no llorabas, nunca lloraste. De algún modo me cabreaba, a mí con mi edad, que mi hijo no llorase. ¿Por qué hice eso? De algún modo inconscientemente quería verte llorar, tener la sensación de que mi hijo era capaz de sentir otras emociones y que no todo el mundo era felicidad y alegría. - Hubo un silencio, como si estuviese pensando. - Lo siento hijo. Lo siento mucho, no sabía lo que te podía llegar a hacer.
Estaba aún más enfadado, qué psicópata, aún lo odiaba más. No supe qué hacer, así que sin decir nada, me levante y me fui. Necesitaba procesar todo.
- ¡Hijo! - Me agarró. - Al final no somos tan distintos, dime que no. - Le miré despectivamente y fruncí el ceño.
- No Álvaro, yo nunca seré como tú.
Él tenía razón, yo había sido como él con Dani, quería humillarlo hasta que me odiase. Tenía que haber cambiado eso. Tenía que disculparme con Daniel como había hecho conmigo mi padre.
Pero, todavía no podía aceptar las disculpas de Álvaro. No podría falsearlo para volver con Dani, tenía que sentirlo si quería que saliera bien.
Y tú, ¿Tú podrías perdonarme?

AUNQUE NO LO PAREZCADonde viven las historias. Descúbrelo ahora