Capítulo 1

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Nos habían dado el aviso de que el avión estaba a punto de aterrizar. Sentí un cosquilleo en el estómago. Regresaba a mi país, a mi ciudad, a mi vida normal. Pero ¿acaso era normal? Bueno, no es que creyera que mi vida fuera extraordinaria y nada común, pero si sentía que mil cosas habían cambiado.

5 meses y 3 días atrás

  Apenas el avión había despegado, pero mi cabeza ya estaba en el aire desde muchos minutos atrás. Por suerte no tenía al pesado del asistente sentado al lado mío, así que mi crisis solo la tuvo que soportar un desconocido que lucía muy indiferente. De todos modos trataba de contener mis lágrimas, pero se me hacía imposible con el rostro de Jose dando vueltas en mi cabeza, ese rostro, tan triste, se veía tan mal... Yo no estaba mejor pero fui yo quien lo dejó, sentía mil cosas romperse dentro mío. Me prometí una y otra vez no llorar, pero no pude más, tomé aire para lograr contener el llanto hasta llegar al baño, ahí en soledad, podría liberarme al menos un poco. Ya tenía la puerta del baño frente a mí, pocos segundos me separaban de mi alivio (momentáneo, pero alivio al fin), antes de que yo pudiera abrir la puerta esta se abrió repentinamente y fue tan rápido que no me di cuenta que estaba lo suficientemente cerca para que me golpeara en la cara; las lágrimas empezaron a correr, primero por el dolor luego por todo. Tenía las manos en mi rostro y escuchaba que alguien decía «lo siento», «disculpa», «la puerta se atascó», seguía escuchando disculpas, yo solo me metí al baño sin decir nada.

 Cuando entré al baño ya no tenía ganas de llorar, solo me sequé las lágrimas que tenía en el rostro y ya me sentía mucho más calmada, ese golpe sirvió para algo más que dejarme un chichón. Al salir vi que había un tipo afuera, pensé que solo estaba esperando el baño, pero cuando pasé por su lado me dijo «Te pido que me disculpes otra vez», entonces entendí que ese tipo fue quien me dio el golpe, «No te preocupes, no fue intencional», le dije. Era un hombre un poco mayor pero guapo, tenía un cabello oscuro que contrastaba con su piel clara, me distraje pensando en que sin esa leve barba que tenia se vería mucho mejor, él seguía disculpándose.

—En serio, no te preocupes, no fue nada —Le dije.

—Pero lloraste tanto...

En ese momento, estoy segura, que enrojecí por completo.

—Ehm... suelo ser así, es normal en mí... no fue nada.

 Le sonreí y me fuí a mi asiento. Por Dios, que papelón, en serio había llorado como una desquiciada.

  El viaje, luego de eso, fue muy tranquilo, solo estuve escuchando música en un iPod que ya no tenía ninguna canción que me pudiera traer recuerdos, sin embargo, a veces no es necesario una canción.

Cuando llegamos al aeropuerto de Buenos Aires me crucé otra vez con el tipo del baño, por suerte no me vio, seguro me pedía disculpas de nuevo, realmente debía lucir patética para que el pobre hombre se sintiera tan culpable.

 Para mí se sintió como un remolino, un torbellino, un huracán... desde que bajé del avión. Un auto nos esperaba a la salida del aeropuerto, el tráfico se me hacía familiar pero las calles me hacían sentir extraña. Estaba sola, frente a tantas cosas, nuevas experiencias, no tenía ni idea como iba a soportarlo todo. Si las cosas hubieran sido un poquito diferentes, al menos ahora me estaría acompañando Daniel, pero las cosas son como son. Eso me recordaba que tenía que llamar a mis padres. Mi mamá va a romper en llanto, seguramente, han sido varios meses sin vernos pero ella dirá que han sido años, tengo una escena digna de telenovela mexicana garantizada para más tarde. Me ahorré el drama de la llamada y le mandé un mensaje de texto a mi mamá.

«Ya estoy en Bs. As. Te llamó en una hora o dos. Besos, Mary.»

El mensaje fue enviado y apagué el celular que me acababan de dar. Si alguien de la editorial tenía que llamarme, ya lo harían al celular de mi asistente (aún se siente muy raro decir «mi asistente»).

El tráfico me estaba poniendo nerviosa. Bueno, en realidad me ponía nerviosa ver a Oliver nervioso (Oliver era el nombre de mi asistente ¿Quién se llama Oliver en Latinoamérica?).

 Al fin llegamos a la editorial, la sede en Argentina era aún más grande que la de Lima, pero por dentro era todo prácticamente igual. Fui directo a la oficina de la editora. Valeria, joven, muy linda, me cayó bien al instante.

—Hola María ¿Qué tal el viaje?

Mal, espantoso, dejé al hombre que amo con el corazón destrozado y he pasado cada hora en el avión torturándome por eso.

—Bien, todo muy bien —Contesté.

Valeria me explicó la agenda con la que tenía que cumplir, iba a estar todo un mes en Argentina, mis padres se iban a poner muy contentos. Después de marearme con todo lo que tenía que hacer, me sonrió y presionó un botón del teléfono que había en su mesa y pidió que llamaran a un tal Santiago.

En menos de un minuto entró a la oficina un hombre atractivo, tuve que comprobar no estar con la boca abierta en cuanto lo tuve fuera de mi vista.

—María, él es Santiago, será tu jefe de prensa, será tu asistente, será tu todo... aquí y en los otros países en los que estarás.

—Oh, pensé que Oliver se encargaría de eso.

—No, no... el solo estaba supliendo a Santiago que tenía unos pendientes importantes, pero ya está totalmente libre para ti y para cumplir su trabajo.

Valeria le lanzó una mirada a Santiago que parecía una advertencia. Eso por alguna razón me hizo sentir que tendría problemas con él, de todos modos no podía ser peor que Oliver, él sí que me caía muy mal.

Santiago se fue y Valeria me dijo que podía irme también. El trabajo empezaría por la mañana.

Fui al baño a refrescarme un poco, estaba muy nerviosa pero sobre todo emocionada.  Tengo que aprender a controlarme. Salí al pasillo y estaba totalmente vacío, aproveché para dar unas vueltas como una niña, todo estaba bien hasta que mi tacón se topó con algo en el piso, casi pierdo el equilibrio y caigo de cara al suelo.

—¡Auuu! —alguien casi grito en mi oreja.

Tenía a Santiago delante de mí quejándose. Con lo que se topó mi tacón fue con su pie.

—¿Esto es una venganza o algo así? —Me preguntó.

—No entiendo ¿de qué hablas?

—Por el golpe, en el avión... Cielos, creo que tengo que ir a ver como esta mi pie.

Santiago se fue lo más rápido que pudo, pero estaba cojeando y eso no lo ayudaba. No tuve tiempo de sentirme mal por él, tenía muchas imágenes cruzando por mi cabeza. Le puse un poco de barba a Santiago y ¡Bum! Ahí estaba, era el tipo del avión... se había afeitado (eso explicaba porque tenía un pequeño corte cerca de la mandíbula) y como pensé, se veía mucho mejor y hasta más joven. Yo y mi terrible memoria para recordar rostros, pero...¡Le podría pasar a cualquiera! Además ahora él estaba con ropa formal, incluso diría que hasta se había cortado el pelo, se veía totalmente diferente. Bueno, está bien... tal vez solo sea mi terrible memoria.

Genial, pasaría varios meses al lado de la persona con la que tuve uno de los mayores papelones de mi vida, mi suerte es bendita.

Matando ilusionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora