Una nueva vida

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El corazón de Shota latía rápido, con fuerza, igual que la última vez que la vió. Un calor se estaba apoderando de su cuerpo, su rostro estaba ruborizado por la adrenalina que sentía. Caminó lo más rápido que pudo hacia el baño de los profesores, se acercó al lavamanos, abrió el grifo y comenzó a mojar su rostro con ayuda de sus manos. Necesitaba serenarse. Ese pequeño reencuentro le resultó fatal, ya que le ayudó a darse cuenta de que, aún después de tanto tiempo, seguía enamorado de ella. Respiró profundamente, mientras se recargaba con los brazos sobre los lavamanos. Estaba confundido, no tenía idea de que Camila sería transferida para ocupar el puesto que le habían ofrecido a él y rechazó. Tenía una cálida sensación en el pecho, definitivamente estaba feliz de volver a verla, aunque pensaba que para ella tal vez era todo lo contrario. La última vez que la vió, ella creía que él tendría un hijo con otra mujer. El pelinegro hizo sufrir mucho a Camila, de eso era conciente, fue por eso mismo que decidió marcharse, totalmente resignado a perderla, y dejarle el camino libre para que pudiera encontrar a alguien que la amara tanto como él, esperando que fuera feliz, lejos de todo el sufrimiento que le había ocasionado, sin dar ninguna explicación, sin revelarle que aquella pesadilla no había sido más que una malintencionada mentira por parte de su ex-prometida, que estaba empeñada en hacerlo volver con ella a cómo diera lugar.  Partió, dejando atrás su trabajo como director en la academia UA y vendió una de sus propiedades para iniciar una nueva vida en otro lugar.

"Ten por seguro que te quedas un pedazo de mi alma, mi bonanza  finalmente se acabó. Perdón por todo, ya me voy." Fueron sus últimas palabras, plasmadas en papel y entregadas cobardemente, siendo deslizadas por debajo de la puerta de la casa de Camila, mientras él esperaba a la distancia, dentro de su auto, para poder ver su rostro a través de una ventana por última vez. Esa noche se quedó a dormir en un hotel que encontró conduciendo hacia el oeste. Estaba cansado de sufrir, de llorar, de pensar, de todo.

Se quedó encerrado en el hotel, tratando de despejar su mente y pensar en lo que haría con su vida. El tormento era constante, no lo abandonó en ningún momento. Aún mientras dormía, de pronto despertaba agitado, sufriendo por el arrepentimiento que sentía al haber dejado a Camila. Una mañana, después de haber para continuar en su camino sin rumbo, subió a su auto y partió. Unos kilómetros más adelante, después de varias horas, se detuvo enmedio de una bulliciosa ciudad, completamente diferente a lo que él estaba acostumbrado. Estacionó su auto frente a una pequeña cafetería y bajó para entrar. El establecimiento era bastante cálido y agradable, además de ser silencioso y pacífico, por lo que fácilmente podría disfrutar de una buena taza de café. Se sentó en una mesa que estaba justo al lado de una gran ventana.

—Buenos días. ¿Qué desea ordenar?— preguntó una amigable mesera de cabellera beige, después de acercarse a la mesa.

—Sólo un café, por favor.

—Claro, de inmediato.— respondió sonriente la chica.

Shota se quedó contemplando a través de el cristal de la ventana, la ciudad estaba en un constante movimiento y eso captaba su atención. Pensó que no sería mala idea quedarse en un lugar así, para variar un poco.

—Aquí tiene su café.— habló la joven mesera, colocando una taza frente a él, sacándolo de entre sus pensamientos.

—Gracias.

—No es de por aquí, ¿verdad?— preguntó la chica.

—¿Se nota?— preguntó con una pequeña risa.

—Es eso o está nostálgico.

Shota soltó nuevamente una risilla y negó con la cabeza. Se negaba a desahogar sus males con una desconocida, aunque debía reconocer que era bastante perspicaz.

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