Llamada telefónica.

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Su primer día como directora terminó y Camila estaba lista para volver a su aún desordenado hogar. Tomó su bolso junto con un par de carpetas que se llevaría a casa para seguir revisando pendientes y no acumular trabajo. Se dirigía por los largos pasillos de la academia hacia la salida, cuando el timbre de su teléfono la hizo detenerse.

—¿Hola?— atendió intrigada. No reconocía el número, pero bien podría ser algún profesor, o el mismo subdirector.

—¿Cómo te fue en tu primer día?— Preguntó la voz de su mejor amiga a través de la bocina.

—¡Momo! ¿Cómo estás?, ¿Cómo está Shoto?— preguntó gratamente sorprendida.

—Estamos muy bien. Su padre nos regaló una hermosa casa frente al mar, así que nos quedaremos aquí el resto de la luna de miel.— respondió. Sonaba sumamente feliz.

—Me siento muy feliz por ustedes. No los había llamado para no interrumpir su viaje.— comentó Camila, antes de que la pelinegra le diera un sermón.

—Lo imaginé.— respondió. —Shoto y yo queríamos saber cómo te fué.—

Camila soltó un pequeño suspiro.

—¿Está todo bien?— preguntó Momo un poco preocupada.

—Pues... Sí. Eso creo.— le respondió la castaña.

—Cami, ¿Qué pasa?— insistió Momo.

Camila volteó hacia ambos lados para verificar que nadie estuviera escuchando su llamada. Respiró profundamente y tomó valor para hablar. —¿Recuerdas a Hitoshi?— preguntó.

—Claro que sí, tu casi-ex.

—Él es profesor aquí en Shiketsu.

—Espera, ¿Qué?— la pelinegra quedó muy impresionada ante lo pequeño que el mundo podría llegar a ser.

—Y eso no es todo.— continuó Camila. —Shota también está aquí.—

—¿Shota Aizawa?— preguntó Momo incrédula. —Cami, ¿Es enserio?—

—Si.— se limitó a responder. Decidió caminar de vuelta hacia su oficina, ya que en su garganta se estaba haciendo un nudo y, lo que podría venir después, no quería que nadie lo viera.

—No es posible. ¿Has hablado con él? O más bien, ¿Con ellos?— preguntó nerviosa y aún más preocupada.

—Pues sí, con ambos.

—¿Y qué pasó?

Camila llegó a su oficina y cerró la puerta con seguro; caminó hasta su escritorio y se dejó caer sobre el asiento. —Primero ví a Shota. Momo, no sé qué me pasó.— admitió con la voz temblorosa. —No esperaba volver a verlo nunca y aparece de pronto en mi vida, cuando todo marcha bien.—

—¿Te dijo algo?— preguntó la pelinegra.

—No... Sólo me ofreció su ayuda para lo que necesitara, pero tengo la sensación de que quería decirme algo más.— explicó, calmandose un poco en el proceso.

—¿Por qué crees que no lo hizo? ¿Crees que era una explicación de el por qué se fue?— preguntó Momo.

—Porque no lo dejé. Perdón, pero lo ví y me sentí tan tentada a besarlo y sí, sé que estuve muy mal, pero creo que... Puede ser que... Yo aún sienta algo hacia él.— Luego de confesar lo que sintió en ese momento, se sintió culpable. Había pasado demasiado tiempo luchando en contra de el fantasma de Shota Aizawa, tanto, que fue en parte el motivo por el que no aceptó casarse con Hitoshi, aunque después se dió cuenta de el error tan grave que había cometido.

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