Café negro

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Kemy bajó por las escaleras, tratando con todas sus fuerzas para no romper en llanto. En su cabeza resonaban las palabras del pelinegro "No voy a cambiar mi decisión sólo por ti." —Idiota.— murmuró para sí misma mientras caminaba con un nudo en la garganta. No le gustaba decirlo, pero ella le tenía un cariño muy especial a Shota, uno que fue creciendo poco a poco con los años, con la convivencia diaria, en las buenas y en las malas, por lo que escucharlo decir que le importaba poco o nada lo que ella opinara le dolía profundamente. Enseguida llegó a la sala de profesores y empezó a acomodar un par de archivos que tenía sobre su escritorio, después de eso tomó su bolso y se dirigió hacia la salida, quería salir de ahí lo más pronto posible. Subió a su auto, apretó el volante con las manos y soltó un suspiro lleno de amargura. Inmediatamente puso en marcha el vehículo y se dirigió hacia la cafetería de su padre para estar tranquila un momento, el lugar le daba cierta paz, aunque no iba tan seguido después de que su padre muriera, un año atrás, sólo iba cuando estaba intranquila, de ahí en más, el lugar quedaba a cargo de un antiguo amigo suyo. Llegó y, al entrar, comenzó a saludar a un par de meseras que estaban en el lugar, se acercó a una mesa y se sentó en una mesa junto a una de las ventanas a esperar.

—¿Y ahora qué tienes?— le preguntó una voz rasposa, dejando una taza con un café frente a ella.

—¿No puedo venir a mi propia cafetería?— preguntó con molestia al cuestionamiento del cenizo.

—Si puedes, pero sólo lo haces con los otros dos inútiles. Cuando vienes sola es porque algo anda mal.— respondió Katsuki, su socio.

Kemy soltó una risilla, después tomó la taza y bebió un poco de café. —Puede que tengas razón.— admitió tranquilamente y bajó la taza, colocándola sobre el plato. —Tengo un problema que no tiene solución. Más bien, si la tiene, pero no quiere ser solucionado.— explicó.

El cenizo se sentó junto a ella, recargó su cabeza sobre su mano izquierda, mientras apoyaba el codo sobre la mesa. —¿Ese problema tiene cabellera larga y negra?— preguntó.

Kemy parpadeó rápidamente un par de veces. Estaba bastante sorprendida por la intuición de Katsuki. —¿Cómo lo sabes?—

Él se encogió de hombros y desvió la mirada.

—¿Hitoshi te dijo algo?— preguntó ella, esperando que no fuera así, de lo contrario, tendría un serio problema con él.

Katsuki la miró fijamente, llegando al punto de ser un poco incómodo. —Puede que me haya dicho algo, puede que no, aunque no se debe ser muy listo para saber lo que pasa.— explicó, dejando a la rubia con más dudas que antes. Hubo silencio.

El cenizo era muy listo, también era astuto; por la forma en la que habló, Kemy pensó que el podría solo estar tratando de sacarle información. Podría hacerle más preguntas, pero sabía que él las podría evadir fácilmente, así que decidió dejar de lado los rodeos. —¿Qué es lo que sabes, kats?— preguntó.

—Sé que estás enamorada de el profesor idiota.— afirmó él, bastante seguro. Shota también había sido profesor de Katsuki, mientras estuvo en UA, así que solía referirse a él de esa forma.

La rubia arqueó una ceja e inmediatamente soltó una carcajada. —¿De qué estás hablando? Eso no tiene ningún sentido.—

El cenizo se mantuvo serio mientras esperaba que su amiga terminará de reír o, a su parecer, fingir su risa. —¿Estás segura?— insistió. Ella dejó de reír. —Por lo que sé, Hitoshi, Shota y tú son muy amigos, pero he notado que te comportas diferente con él. Siempre estás mirándolo, siempre estás detrás de él, siempre sonríes como estúpida cuando hablamos de él, o todo lo contrario, cuando estás muy triste, casi siempre es por él. Tienes que admitir que el tipo tiene poder sobre ti.—

Kemy guardó silencio por un momento, después rió por lo bajo. Ella nunca se había dado cuenta de lo que Katsuki decía. —Te equivocas.— guardó silencio nuevamente y centró su mirada sobre su café. Ella solía tomar siempre su café con crema y dos cucharadas de azúcar, eso cambió completamente cuando comenzó a enseñar en Shiketsu, ya que el pelinegro tomó por costumbre llevarle un vaso de café negro en las mañanas y ella nunca tuvo valor de rechazarlo, poco a poco se hizo un hábito y ahora lo bebía completamente por gusto. —Una cosa es que seamos buenos amigos, otra muy distinta es que yo sienta algo más hacia él. Shota y yo solo somos amigos.— le explicó un poco más segura.

—Ajá, sí, cómo digas.— respondió el cenizo con sarcasmo. —Solo te diré una cosa. Ten cuidado con él, no parece ser el tipo tan correcto y bueno que todos piensan.— le advirtió.

Kemy arqueó una ceja. —¿De qué estás hablando ahora?— preguntó un poco fastidiada, aunque en el fondo sentía también un poco de intriga.

Katsuki se acercó un poco más hacia ella. —El dirigía la escuela cuando yo estaba en UA...— habló susurrando. —corría el rumor entre los alumnos de que él iba a tener un hijo con una de las profesoras. Al mismo tiempo, corría otro rumor, dónde decían que él mantenía una relación en secreto con una de las alumnas, una chica de mi clase, para ser más específico. Estábamos en primer año.—

—Eso no puede ser cierto.— alegó la rubia, completamente incrédula. —¿Tienes pruebas?—

—No como tal, pero recuerdo que él de pronto dejó la escuela y la chica también dejó de asistir a clases, eso lo hace bastante sospechoso.— respondió tranquilamente.

—Puede ser sólo una coincidencia. Él jamás podría hacer algo como salir con una menor de edad.— respondió Kemy para defender a Shota.

—Aunque sé quién lo podría confirmar.— Añadió el cenizo.

La rubia arrugó el entrecejo.

—Un bastardo, amigo mío, y su novia se hicieron amigos de la chica, de hecho, me pareció haberla visto el día de su boda, hace algunos días. Esperaré a que regrese de su luna de miel e iré a preguntarle.— dijo Katsuki completamente seguro.

—Bueno, kats, si lo que querías era levantar mis ánimos, lo hiciste terriblemente mal. Tu sentido del humor ha decaído bastante.— dijo Kemy, poniéndose de pie. Realmente le molestaba que hablaran mal del pelinegro.

—No es una broma y te lo voy a demostrar.— dijo con una sonrisa ladina.

Kemy negó con la cabeza. —Me voy. Volveré otro día.— dijo dando la vuelta y dirigiéndose hacia la salida.

Ella sentía mucho cariño hacia Katsuki, sin embargo, ni siquiera a él le permitiría hablar mal de Shota. Tenía un amargo sabor en la boca y estaba segura de que no era por el café.

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