Cuatro

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La muchacha se apartó de él inmediatamente, acabando por pegar su espalda a la nevera que se sacudió con el brusco contacto. Con el dorso de la mano María seco las lágrimas que se habían estado acumulando en su mentón. Tenía una expresión dolida. No estaba asustada sino humillada, mas nada podía hacer para reparar su orgullo de manera que acabo de secar su rostro para regresar su atención a la comida.

Bills la observó con paciencia. El aroma que escapó del horno, cuando ella abrió la puerta, le fue muy agradable. Su boca se llenó de saliva y aumento su ansiedad, pero por la expresión de aquella mujer todavía faltaba para que la carne estuviera lista.
Tras unos minutos y dando un largo bostezo, Bills se escarbó el oído con uno de sus dedos. María parecía haberse olvidado de él. Estaba ahí picando unos vegetales con unos movimientos lentos, casi hipnóticos. El sonido del cuchillo contra la tabla de picar rompía el silencio de aquella casa que invitaba al dios a dormir de tanta quietud en el lugar.

-¿Vives sola aquí, no?- le preguntó por hacer algo de conversación. No lo motivo el aburrimiento sino sentirse ignorado. No obtuvo respuesta- Te estoy hablando mujer- exclamó de forma prepotente.

-Sí- fue la seca respuesta de María- Me gusta estar sola- agregó con un tono extraño.

-¿Le tienes miedo a las personas? Con ese carácter que tienes estoy seguro ni amigos tienes- le dijo el dios.

-Tiene razón. No tengo amigos- respondió María.

-Que lastima das...

-Me pregunto que da más lastima. Si un humano insignificante y solitario o un dios que acude a él pudiendo ir con alguien más...

Fue cosa de un segundo. Quizá menos. Apenas María terminó de pronunciar la última palabra sintió detrás de si un frío que le erizo la piel y le helo la sangre. Fue incapaz de moverse dejando el cuchillo suspendido sobre la tabla. Él estaba parado a su espalda y tenía una expresión terrible. Los segundos pasaban y siendo incapaz de soportar toda esa presión en sobre ella, María miró a Bills por encima de su hombro. Palideció al encontrarse con aquella mirada. Veloz el dios la tomó por la ropa girando el cuerpo de la mujer, por completo, hacia él. La muchacha acabo siendo levantada unos cinco centímetros del suelo como si fuera un juguete de trapo.

Bills la veía directamente a los ojos, pero su tiranica expresión se borró después de un rato.

-No tienes ni fuerza ni poder, así que usaste como arma las palabras- le dijo dibujando una sonrisa maliciosa en su semblante- Eso fue muy atrevido de tu parte...considerando tu posición- agregó con un tono casi meloso en su voz.

Qué intenciones tenía, María no llegó a saberlo. Súbitamente olisqueo el aire y la soltó exigiendo que fuera a revisar la comida a lo que ella obedeció, pero sin urgencia. Un cuarto de hora después Bills estaba recibiendo un plato de arroz con verduras y carne al horno. Todo muy abundante. El ánimo de esa criatura cambio de inmediato y se olvidó de ella, que medio encogida, se quedó parada en un rincón de la cocina con sus ojos fijos en el piso. No entendía porque ese dios iba a su casa para atormentarla, pero tal como Bills se lo sugirió ella no podía evitar que él hiciera lo que quisiera. Hacia mucho que María había aprendido a aceptar lo que no podía cambiar o enfrentar. Así que aunque no estaba feliz con la presencia de ese ser lo soportaba y esperaba se aburriera pronto para que no volviera y la dejara en paz.

-Oye- la llamó Bills- Quiero algo de beber.

María levantó la cabeza, lo miró y en silencio abrió la nevera para extraer dos latas de cerveza que después vacío en una taza grande que le ofreció con timidez. Bills la tomó de las manos de la mujer con brusquedad y miró el contenido un tanto desconfiado. María pudo la cerveza ahí porque con la fisionomía que él tenía no hubiera podido beber de la lata con facilidad. Aunque eso hubiera podido ofender al dios, resultó que no lo hizo y él solo dudaba del sabor de la bebida.

-Esta cerveza es la más insípida que he probado- le dijo después de probarla y casi escupirla - Pero la comida está buena...solo por eso pasaré por alto este detalle- agregó Bills con una voz profunda y oscura.

-Gracias- musitó la chica y apartó su mirada de él.

El dios le dió una de esas ojeadas examinadoras. Nunca le puso mucha atención a los humanos. Si era honesto era una raza que ni siquiera valía la pena destruir. No habían logrado algo que fuera relevante. Ni para bien ni para mal. Goku y compañía eran una excepción, pero ellos no eran humanos. En cuanto a Bulma era lista, pero él sabía que había mayores intelectos en el universo y mucho menos problemáticos. Los humanos no valían la pena ningún esfuerzo. Vivían poco, eran extremadamente frágiles, aunque cocinaban bien. Esa mujer tenía un sazón mejor que Whis. Posiblemente al ángel no le haría gracia saberlo o bien le daría igual. Posiblemente le daría igual. Ese sujeto tenía unos criterios muy especiales y él no era capaz de desglosarlos. Era un tipo útil, pero a veces demasiado molesto. En especial cuando soltaba esos comentarios burlones o destinados a dejar sus falencias en evidencia delante de los demás. Podía hacerlo. Al fin y al cabo, Whis era superior a él como él era superior a esa mujer. Pero con Whis ni los años consiguieron lo que esos humanos lograron con él. Sería acaso ese vestigio de mortal en él lo que ocasionó ese cambio o quizá solo fue el hastio. Bills era viejo. Demasiado viejo en realidad.

-Mujer- la llamó antes de dar una mordida al trozo de carne que sostenía con la mano- ¿Qué haces para entretenerte? Debes aburrirte tú sola encerrada aquí.

-Yo no estoy encerrada aquí...

-¿No? Pero seguro te lo pasas aquí la mayor parte del tiempo- le señaló Bills.

-Sí y no me aburro- respondió María con un tono algo tierno- Me gusta mucho leer...

-La gente que se lo vive leyendo es porque quiere vivir en un mundo de fantasía en lugar de vivir su vida- exclamó Bills de forma fría, pero no hostil.

María se sintió un tanto avergonzada ante esa declaración y bajo la mirada al piso.

-Aparte de perder tu vida leyendo tonterías ¿Qué más haces?- insistió Bills.

-Oir música, construir cosas...- la voz de María fue perdiendo volumen hasta desaparecer.

-En resumen no haces nada útil- exclamó Bills.

-No, supongo que no...- murmuró y un par de lágrimas cayeron de sus ojos al piso, sobre sus pies.

Esos movimientos involuntarios de los hombres de la chica y el como bajo la cabeza delataron que lloraba con mucha fuerza. Bills la miró un tanto extrañado, pero enseguida su semblante delató disgusto, sin embargo, no se quejó. Lo hubiera hecho si ella hubiese montado un escándalo, pero como estaba ahí callada no le generó mayor molestia. Todo lo que María logró en Bills fue acentuar su idea de que era un ser patético.

Tras unos minutos y después de que ella dejara de llorar, Bills se puso de pie para ir a pararse delante de ella. Con las manos tras la espalda se inclino buscando el rostro de la mujer, que al notar lo cerca que él estaba levantó un poco el rostro y vio a Bills por entre sus mechones de cabello, uno de los cuales él apartó con cierta delicadeza.

-Divierteme- le dijo el dios con un tono travieso.

María se le quedó viendo sin entender. Era la tercera vez que ese ser le pedía lo mismo, pero es que a ella no se le ocurría que hacer para divertir a esa criatura. Él se le quedó viendo fijamente, luego de una forma juguetona le dio la espalda para mirarla por encima de su hombro y con una sonrisa avisada reiterarle:

-Divierteme.

María lo vio levantar la mano izquierda y sobre ella formar un orbe de luz violeta. Aquello era una amenaza.

-¿Le gustan los juegos?- le pregunto María con serenidad.

-¿Juegos? ¿Qué tipo de juegos?- le preguntó Bills con cierto interés. Su cola se movía juguetonamente.



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