Quince

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Bills durmió cerca de dos meses despertando una noche de manera repentina. Abrió los ojos sin ninguna causa aparente y fue incapaz de seguir durmiendo. Después de varios intentos terminó sentado en su cama con una expresión algo pensativa. Lamió su mano cerrada y la paso juguetón tras su oreja. Había mucho silencio en esa amplia y sombría camara. Hace mucho no oía el silencio absoluto. Permaneció allí adentrándose en sus pensamientos, en ideas y recuerdos que pasaban ante sus ojos sin causar la más mínima alteración. Bills prácticamente no tenía remordimientos por nada. No vivía en el pasado ni en las posibilidades, no era alguien para quien los sucesos tuvieran mayor relevancia que en el instante en que sucedían. Lo que hacía a Bills un dios no era solo su inmenso poder sino también sus criterios. Porque podía parecer que no los tenía, que su actuar era en extremo caprichoso e inconsecuente, pero lo cierto es que no lo era. Él siempre escondía un motivo y lo conocía bien por más pequeño o egoísta que fuera. Así que ese súbito despertar tenía una razón que no le era ignota.

Despacio se levantó y flotó hasta la escalera para descender al pasillo e ir a darse un baño. No se sentía aletargado. El sueño lo había abandonado por completo y mientras caminaba descalzo por el corredor iba pensando en la mujer humana. En las últimas palabras que ella le dijo. Le gustaron mucho más de lo que hubiera podido y querido expresar. Pero también le desataron un fuerte desagrado. Había formado un vínculo con ella. Uno muy poderoso que le era incómodo. Casi una molestia. Tener vínculos era problemático. La gente comenzaba a exigir cosas, a esperar respuestas positivas, a demandar tiempo y otro montón de tonterías. Bulma creía que él le debía algo por las atenciones que tenía para con su persona, porque se podía decir tenía una cercania con él. Por ello exigió se involucrara en ese asunto del futuro. Con ella no tenía ninguna conexión más que la conveniencia y una frugal cuota de simpatía por su ingenio. Pero los mortales son atrevidos y a la menor muestra de condescendencia (y él las había tenido) de inmediato comienzan a pedir favores. Pero no María.

Whis no estaba. Quizá había ido a la Tierra. No era importante. Como pocas veces Bills agradecía que ese sujeto no anduviera por ahí.

María era muy parecida a él. Mucho, pero mucho más de lo que a simple vista podía parecer sobretodo por el carácter dócil y apacible que ella tenía y generaba un enorme contraste con el suyo. Dicen que los polos opuestos se atraen, pero si no tienen puntos en común es imposible surja algo verdaderamente significativo y duradero en el tiempo. Eso era lo que lo tenía incómodo. Que sabía ese vínculo con la mujer humana podía convertirse en algo significativo que lo ataría a ella por mucho tiempo. Incluso tras la muerte de María, la huella de esa conección podía seguir penando en su corazón. Robando su calma, sembrando pena y añoranza.

Creer que era la primera vez que Bills se enfrentaba a eso era ridículo. Hubieron antes mujeres semejantes, pero en otro tiempo, en otras circunstancias y este factor era el que definía todo. Él que pensó estar domando a la muchacha acabó atrapado en el proceso mucho más de lo que calculó. Era inevitable que sucediera. Bulma, Goku y los demás también le habían despertado simpatía. Estaba familiarizado con ellos, con sus familias. La cercanía con estos desató varios acontecimientos en que terminó envuelto contra su voluntad.

Para alguien tan poseedor de si mismo ser arrastrado por ahí por las acciones descuidadas de los demás era verdaderamente fastidioso. El que fueran contra su voluntad, el ir contra su voluntad era algo que Bills no teleraba nada bien. Los vínculos eran demasiado problematicos. Demasiado estrés.

Una vez se vistió fue en busca de algo de comer, pero Whis no había dejado algo preparado para su despertar. Posiblemente no sabía abriría los ojos esa noche y solo se había ido. Encontró algo de fruta, pero no lo dejo satisfecho así que decidió ir a la Tierra. Whis no estaba ahí. Lo comprobó al llegar a  Corporación Cápsula donde su habitual anfitriona lo recibió como de costumbre. Bills se quedó ahí para comer a gusto, pero terminó vigilando una pequeña casa no lejos de ese lugar desde donde una mujer salía con cierta prisa.

A Bills no le era difícil ubicar a María, ni seguirla mediante su energía. Prácticamente podía llegar a verla si se concentraba lo suficiente, pero prefería percibir a la mujer asi, como una sombra en medio de la ciudad que corría por las aceras hacia alguna parte. Ella estaba ahí. Sola. Sola porque no requería de la compañía de nadie más para vivir su vida, que hacía sin muchos remordimientos o resentimientos porque no se aferraba a las cosas más allá del momento en que estaban sucediendo. Y disfrutaba de lo que le gustaba sin depender de ello para su felicidad. Igual que él.

Por un tiempo Bills volvió a la Tierra y vigilaba a la muchacha en la distancia, pero pronto dejo se hacer eso. La fue ignorando hasta que su presencia paso desapercibida para él entre todos los humanos. Su nombre no se oyó más en su cabeza y la textura de su piel se fue desprendiendo de sus manos. La vida seguía y él seguía con ella sin voltear a ver el pasado, sin preocuparse demasiado del futuro, viviendo el presente.

Pero aún siendo un dios cuyas decisiones, acciones o la falta de ellas podían afectar mundos y galaxias, estaba sujeto a los eventos fortuitos. Y una tarde en que con su asistente asistió a una fiesta de Bulma, se encontró con María que estaba allí para ayudar al padre de la mujer a construir un invernadero para unos experimentos. Él la vio primero. La mujer tenía el cabello más largo y llevaba puesto un overol de color azul un tanto ajustado. Estaba en el jardín ensamblando unas tuberías con mucho cuidado. Toda su atención estaba puesta en su tarea, por eso no advirtió Bills la miraba a la distancia, aunque rápido paso de ella y volvió su atención a la comida.

María que estaba sola levantando la estructura, tuvo que subirse a la parte superior para acomodar unos paneles transparentes. Eran ligeros, pero un tanto aparatosos y debido a ello tuvo un accidente. Por cae unos seis metros, mas alcanzó a sostenerse con las piernas quedando colgada de cabeza. De haber sido más flexible, María hubiera podido subir la mano para sujetarse y mejorar su posición, pero no contaba con esa elasticidad ni con la resistencia suficiente para sujetarse por mucho tiempo. Llamó por ayuda, pero el ruido de la fiesta aplastó su voz y terminó para soltarse. No hubiera muerto en la caída, cuando mucho se hubiera roto un hueso o dos, pero nada de eso sucedió.

Cuando María abrió sus ojos marrones se encontró con un dios sonriendo avisado. La muchacha jamás se hubiera esperado encontrarlo ahí por lo que se mostró más sorprendida por eso, que por el hecho de que la hubiera salvado.

-¿Usted qué hace aquí?- le consulto con algo de torpeza.

-No me vez hace meses y lo único que se te ocurre es preguntarme eso- le reclamo Bills frunciendo el ceño.

-Es que usted... usted dijo se iría a dormir por dos años- murmuró María.

-Gracias a ti solo fueron dos meses y más te vale hacerte responsable de eso.

-¿Gracias a mí?- le cuestinó la muchacha- ¿Y yo qué hice?

Bills se inclinó un poco para susurrarle algo al oído que puso a María roja como una tomate.

-Eso no es culpa mía- le dijo mientras el dios la ponía en el piso.

-¿Insinuas que es mía?- inquirio Bills poniendo las manos en sus caderas.

-Pues son sus pensamientos ¿no? Ahora mejor váyase. Estoy trabajando- le respondió la muchacha dispuesta a retomar su labor- Ah... gracias por salvarme.

-Como eres egoísta- murmuró Bills- Deja eso y vamos a tu casa.

-Ya le dije que estoy trabajando.

-Y yo te dije que dejes eso- exclamó Bills y tomándola por el brazo la saco de ahí haciéndola caminar detrás de él como si llevará a una niña.

María le siguió porque no le dio opción, pero se sonrió mientras miraba la espalda del dios que creyó no volvería a ver.

Doméstico Donde viven las historias. Descúbrelo ahora