Lo que nos une

7.- Visita

He Xuan cepilló los cabellos desperdigados de Shi QingXuan, acomodándolos con cuidado por encima de sus hombros. Era una persona vanidosa a la que le encantaba el cabello largo, por lo que había dejado crecer su cabellera hasta la mitad de su espalda, para el joven era divertido ver cómo su pareja se arreglaba; acicalándose hasta que su apariencia lo dejaba satisfecho y se sentía listo para salir.

Con eso en mente, y con el beneplácito del médico que lo atendía, He Xuan limpiaba su rostro y peinaba su cabello con cuidado. Tras terminar con su tarea, tomó la mano del joven en la cama acariciando el dorso de la misma con su pulgar. Un ramo de rosas blancas al lado le indicó que Xie Lian ya había estado allí y He Xuan maldijo internamente, esperaba poder hablar con él sin que cierta persona sobreprotectora que tenían en común interviniera.

—QingXuan, el doctor dijo que podíamos hablarte ya que existía la posibilidad de que nos escucharás —dijo He Xuan con tono pensativo—. Había pensado una y otra vez todo lo que iba a decirte pero ahora... no sé por dónde empezar. Yo...

El joven suspiró hondo y cerró los ojos, diciendo:

—Supe lo del terapeuta. Pero no estoy molesto contigo. Jamás podría enojarme contigo.

"Estoy decepcionado de mí mismo"

He Xuan siempre se había jactado de ser quien mejor conocía a Shi QingXuan. Es decir, habían crecido juntos, habían pasado gran parte de su vida escolar juntos, se habían enamorado y ahora vivían juntos... el solo hecho de descubrir que su pareja le había ocultado algo lo hacía sentir terrible. ¿Había hecho algo mal, a tal grado que QingXuan ya no le tenía confianza? ¿En qué se había equivocado?

—QingXuan —dijo He Xuan abriendo los ojos—. Si actúe mal y te hice creer que no podías confiar en mí... lo siento. De verdad lo siento. Jamás habría sido mi intención...

"Por favor, despierta. No importa lo que pase, te apoyaré"

Inesperadamente, una voz proveniente del umbral de la puerta llamó su atención.

—No creo que tenga que ver contigo.

He Xuan volteó viendo a Shi MingJing. El joven tenía un ramo de azucenas en las manos y sonrió con algo de pena, presentándose.

—Lamento que nos hayamos conocido en estas circunstancias —dijo.

—Yo también lo lamento —dijo He Xuan con una media sonrisa—. QingXuan me habló un poco de tí.

Shi MingJing sonrió, acercándose a la mesita de noche para dejar el ramo y dijo:

—Volveré más tarde. Lo que sea que haya sucedido, no creo que sea tu culpa.

He Xuan no podía estar de acuerdo, pero de todas formas asintió. Si no era su culpa... ¿Por qué no le había dicho nada?

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Disculpen ustedes la tardanza, me fui a hacer la vagación y no hice nada la semana pasada.