13.- Desahogo

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He Xuan despertó sintiendo un dolor de cabeza monumental. Recordó haber guardado la carta de QingXuan como un tesoro valioso aunque su contenido le hubiera partido el corazón, para después salir… y no recordaba más.

—Eres un imbécil.

Hua Cheng estaba recargado en la pared de la habitación con los brazos cruzados. Sus ojos bicolores se clavaron en su medio hermano y justo cuando He Xuan abrió la boca para preguntar qué había pasado dijo:

—Solo a tí se te ocurre usar la fiesta de fin de curso como pretexto para embriagarte hasta la muerte. Como si no conocieras a las víboras que tienes de compañeros.

Si Gege y yo no te hubiéramos visto…

Hua Cheng sacudió la cabeza con una mezcla de disgusto y preocupación. Si él y Xie Lian no hubieran pasado por allí en el momento que tres tipos arrastraban a un inconsciente He Xuan, quién sabe lo que hubiera pasado. Lo que le hubieran hecho.

—¿Nuestros padres lo saben? —preguntó He Xuan.

El joven no se preocupó por su padre, sino por su madre: la señora Tong Lu era una mujer de carácter fuerte, veterana de guerra, que protegía a su familia con ferocidad. Hua Cheng negó con la cabeza acercándose a la cama, sentándose al lado de su hermano.

—Tienes suerte que mamá esté fuera con nuestro hermano mayor o estarías en serios problemas —dijo.

Tong Lu se había casado una vez y de esa unión había nacido Bai WuXiang, su primer hijo. Tras la muerte de su primer esposo había tenido una relación con otro sujeto y de esa unión había nacido Hua Cheng. Sin embargo, el hombre había comenzado a maltratar a sus hijos y ella lo había echado de casa. No fue hasta que conoció a He Zhongming que logró establecerse definitivamente, y años después de su matrimonio había nacido He Xuan. Pese a la diferencia de edad, los tres hermanos se llevaban bien.

Ambos sabían que su madre y su hermano se enterarían de esto, pero decidieron de manera unánime que no hablarían sobre ello. En su lugar, Hua Cheng preguntó:

—¿Hay algo especial que quieras decirme? No me has hablado desde…

—Desde el accidente —dijo He Xuan, llevándose las manos a la cara—. Descubrí algunas cosas.

Hua Cheng esperó. Como el hermano del medio sabía cómo lidiar con los otros dos; en el caso de Bai WuXiang, sabía que él funcionaba a base de provocaciones por lo que solía molestarlo hasta que finalmente explotaba y hablaba de todo. En el caso de He Xuan, sabía que lo mejor era esperar y eso hizo: esperó a que su taciturno hermano hablara sin presionarlo. Y entonces, He Xuan le confesó todo: le habló sobre todo lo que había descubierto. Le habló de las sesiones de terapia, de las notas, la conversación con Xie Lian, terminando con la carta. Hua Cheng sabía algunas cosas, pero no tenía todo el panorama completo hasta ese momento. Finalmente, He Xuan bajó las manos, miró a su hermano y preguntó:

—¿Qué debería hacer? No quiero que despierte y vea que todo sigue igual. 

—A como yo lo veo, solo tienes una opción —dijo Hua Cheng dándole un celular.

He Xuan observó el aparato con disgusto, y luego asintió suspirando con pesadez. Luego de unos minutos, tomó el celular y marcó un número.

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