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Au // Siglo XVIII

La sangre se deslizaba lentamente por su brazo, mientras que un escozor envolvía su cuerpo lentamente. No había mucho en lo que podía pensar en ese momento, más allá de las últimas palabras que Izo le había dicho.

"Lo lamento Ace, pero Marco se casará en una semana."

Una lágrima recorrió su mejilla antes de finalmente perder su conciencia.

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¿Qué harías si el mundo te odiara?

Si fueras el hijo del mayor criminal en la historia y por consiguiente toda tu existencia fuera un crimen.

¿Lucharías por vivir o simplemente te rendirías?

En el mundo en que vivía, solo había un nombre para cualquiera de las dos  opciones siguieras.

Demonio.

Ace era un demonio por haber nacido, su existencia fue un crimen, su vida fue un crimen. No había nada de lo que podría lamentarse más allá de dejar a sus hermanos sin él, pero estaba seguro de que se las arreglarian para seguir adelante.

Sabo y Luffy siempre habían sido del tipo eficiente, incluso con toda la locura de Luffy, ambos eran lo suficientemente fuertes para continuar con una vida cálida y feliz.

Ace por otra parte, nunca pudo encontrar ese tipo de paz, siempre revoloteando indeciso alrederor de Marco y los whitebeards entre unirse o no y al final el tiempo paso demasiado rápido y se fueron cansando de su constante duda.

No los culpaba, incluso él mismo se le hubiera acabado la paciencia con alguien como él, lleno de miedos e inseguridades y sin nada en claro. Solo era cuestión de tiempo para que se olvidarán del mocoso de pecas que les había hostigado durante tanto tiempo.

Y Ace estaba contento de irse, de quitarle al mundo una molestia menos y el peso de su sangre maldita.

Así que al momento de cerrar sus ojos, junto con los último vagos recuerdos de sus hermanos y de su amado no correspondido, sonrió, antes de finalmente perecer por completo.

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Luffy no se lo tomó bien. Lloro, grito y golpeo todo lo que se le atravesara, hasta que finalmente se desmayó del cansancio.

Nadie dijo nada, ya que todo el mundo sabía que su corazón había sido roto de la manera más cruel que uno podría pensar.

Le arrebataron a su hermano mayor, a la persona que siempre había sido su guía en la vida y ahora está última yacía muerta.

Nami se encontraba llorando de la angustia, Zoro ni siquiera podía hablar y Sanji no salió de la cocina en ningún momento desde que se anunció la muerte de Ace.

Todos esperaban que solo fuera un rumor, pero muy en el fondo sabían que el mayor de los hermanos se había ido.

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Sabo tenía muchos arrepentimientos en su vida. A veces le hubiera gustado ser más ruidoso a la hora de hablar o tener más iniciativa en sus historias. En cambio, había crecido como un escritor que narraba los diferentes tipos de celulas en una planta o como la luz quemaba con el tiempo.

No podía decir que estaba decepcionado con ello, su vida le proveía lo necesario para sobrevivir y estaba satisfecho con ello. Sin embargo, siempre tuvo una pequeña sensación de que podía ser más y que debería haber hecho más.

Puede que haya sido la miseria que lo rodeaba, pero no pudo evitar sentirse cohibido ante los lamentos de los más pobres afuera de su puerta. Incluso la violencia de las protestas lo llevaban hasta el límite.

Así que tal vez haya sido el duelo, la negación o la furia que yacía en su interior desde el momento que escucho aquel rumor en la cantina del viejo de la esquina, pero en el momento que las palabras "Portgas D. Ace" salieron de la boca de aquel oficial, no pudo evitar que sus puños se encontraran en su cara.

Se rehusaba a creer que su hermano moriría por algo así y mucho menos por algo como fieles creyentes religiosos que pensaban de él como algo inhumano por su relación con Roger.

Así que se puso en marcha, empaco sus cosas y escapó hacía donde sabía que encontraría sus respuestas.

La casa de los Newgate.

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El aire era pesado en la mansión, ni siquiera un solo ruiseñor sonaba por el jardin y las matices oscuras del lugar destacaban más que nunca en ese momento.

Marco sentía ganas de vomitar, su estomago estaba tan revuelto que ni siquiera podía oler la comida sin el sentimiento de querer huir inmediatamente. Sabía que sus hermanos se encontraban igual, todos tensos y lúgubres, al igual que su padre que ni siquiera había reclamado cuando las enfermeras le habían quitado su alcohol.

Era una sensación terrible, tal como si un agujero negro estuviera extrayendo cada pensamiento positivo y solo un pensamiento aparecía en su mente.

"Ace."

No podía ser real, no debería ser real, no después de todo lo que habían pasado juntos. Su corazón cayó en un espiral de ansiedad que se desenvolvió en un estallido de dolor.

Había cancelado la boda cuando se enteró de la noticia, no había nadie en la vida de Marco que le haría sentir de la misma forma que Ace le hizo sentir y seguir con el evento solo sería un insulto para su amado.

La boda solo era una fachada para ayudar a uno de sus aliados, pero terminó dañando más de lo que podría tener, tan cerca pero al miso tiempo tan lejos.

Ace había estado a punto de unirse a ellos, de estar con Marco y dejar atrás todos sus miedos. Si tan solo le hubieran dicho que todo el asunto era falso, entonces el pecoso no habría tenido que ir esa noche a la casa de Izo para preguntar sobre las noticias que habían aparecido esa tarde y por lo tanto, no habría recorrido las frías calles de la noche antes de ser asaltado.

Pero Marco era obstinado y también sabía que Ace lo era o incluso más y su cuerpo no había sido descubierto, solo había aparecido la noticia en el periódico con la única prueba del sombrero característico del menor. Pero es por ello que se encontraba tan ansioso, el tan solo pensar que algo le había pasado al pelinegro le hacía temblar.

Tenía que encontrar a Ace y traerlo a casa, a su lado, donde pertenece.



One shots y Drabbles|| MarcoAce edition.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora