CAPÍTULO 16: BMW 507

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Permanecimos frente a frente durante largos minutos que se hicieron eternos. Dimitri no había relajado su postura corporal, pero sus manos temblaban ligeramente. Un suspiro derrotado salió de su garganta y, finalmente, habló.

—Conocí a tus padres y presencié el accidente, pero no lo provoqué, si es lo que realmente querías preguntar...—respondió a la defensiva—. Ahora entiendo por qué te muestras tan distante conmigo desde hace días.

No sabía qué responder. Las palabras se atascaban en mi garganta y me sentía herida por haberme ocultado información importante sobre mi vida. Sus ojos no se apartaban de los míos.

—Voy a preparar una tetera, la historia es muy larga y difícil de contar. Espera aquí—dijo con frialdad.

La espera se me hizo muy larga. Necesitaba llenar los espacios en blanco de aquella época que había en mi memoria; siempre que intentaba recordar el año en el que transcurrió el accidente sentía punzadas de dolor en la cabeza y solo pude saber lo que me contaba mi familia adoptiva.

La puerta se abrió y apareció Dimitri con una bandeja entre las manos con el servicio del té. Sirvió el té en su escritorio y me indicó que me acercara. Todo rastro de cercanía que había entre nosotros había desaparecido; volvimos al punto de partida: él como depredador y yo como presa.

—Pensaba contártelo yo mismo cuando llegara el momento, pero las cosas se han acelerado por lo que veo... Me pregunto cómo te habrás enterado—. Sus ojos me estudiaban con detenimiento como si trataran de encontrar las respuestas que yo era incapaz de revelar.

Al ver que seguía sin articular palabra, continuó hablando.

—Ya llegaremos a esa cuestión más adelante, pero primero voy a contarte cómo conocí a tus padres. Ya sabes que el Grupo Eternity se nutre de empresas que están en riesgo de quiebra, pero que tienen un gran potencial y que a largo plazo pueden generar importantes beneficios. Cuando Eternity estaba en plena expansión, di con un pequeño concesionario de vehículos de alta gama—dijo mientras cogía su taza y le daba un sorbo al té humeante. —El dueño decidió jubilarse y me ofreció tomar las riendas del concesionario.

—Y allí conociste a mis padres—afirmé recordando lo que me había contado la abuela en su carta.

—Así es. De entre todos los trabajadores, el italiano fue el que más me llamó la atención, por lo que dejé que trabajara para mí. Alonzo Morello resultó ser un hombre culto, carismático y muy observador, que sentía pasión por lo que hacía y tenía mucho talento con la mecánica de los vehículos—un atisbo de sonrisa se dibujó en sus labios—. A pesar de que yo era su superior, tu padre fue capaz de romper la barrera que yo mismo había creado, creyendo erróneamente que era para proteger a los humanos de mi sed de vampiro.

» Un tiempo después, me di cuenta de lo equivocado que estaba. Normalmente, con mi actitud fría y distante hacía que la gente desconfiara de mí, e incluso, me temiera, pero tu padre no. Él se acercaba a mí y me trataba como a un igual, algo que nunca había experimentado porque tenía las costumbres de la nobleza muy arraigadas dentro de mí. Pronto descubrí que el problema no era mi condición de vampiro, sino que yo no sabía tratar a las personas o había olvidado cómo hacerlo. A partir de ese instante, todo cambió para mí.

Se incorporó y fue hacia su armario, de donde sacó un enorme baúl lleno de recuerdos de su larga vida. Lo abrió y extrajo con cuidado un álbum de fotos y un sobre.

—Como iba diciendo, tu padre me enseñó con su ejemplo a tratar con la gente y poco a poco me fui integrando con los demás y mi perspectiva de los negocios cambió—volvió al escritorio y depositó el viejo álbum en medio de los dos—. Descubrí lo importante que eran la confianza, la empatía y el respeto en el trabajo en equipo. También comprendí que los trabajadores eran mucho más que mano de obra, que con sus vivencias y estado de ánimo aportaban mucho en el trabajo e influían en el ambiente laboral.

1# El hilo invisible © ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora