Algo mareada, abrí los ojos y no sabía dónde estaba. Me encontraba en una habitación que tenía un sofá cama de cuero negro, un antiguo espejo de estilo barroco apoyado contra una pared y una enorme alfombra de color blanco. Yo estaba acostada en el sofá y cubierta con una manta gruesa. Me incorporé y todo me dio vueltas, por lo que volví a tumbarme. Me dormí de nuevo.
Sentí un leve ruido y entreabrí los ojos. Katerina estaba sentada en el suelo y me miraba con preocupación.
—¿Cómo te encuentras?
—Me duele la cabeza y estoy un poco mareada—respondí—. ¿Qué ha pasado?
—Te desmayaste. Es una reacción normal después la hipnosis que hice para recuperar tu memoria.
Entonces lo comprendí. Todo en mi mente había cambiado. Había recuperado mis recuerdos y volvía a ser yo. Sin embargo, algo iba mal. Sentía un gran vacío en mi interior y unas inmensas ganas de llorar. Dimitri había muerto. Esas palabras se clavaban como cuchillos en mi alma y me dejaban sin respiración.
Frente a mí, estaba la vampiresa que había desafiado a Dimitri a protegerme con su vida. No sabía cómo sentirme al respecto. Tenía una mezcla de sentimientos confusos y sentía que necesitaba decir algo.
—No tenías que haber hecho eso. Él realmente había cambiado—conseguí articular con un hilo de voz.
—Lo sé. Me di cuenta demasiado tarde, pero sí que cambió. Estaba cegada por todo lo que me había dicho mi madre y no fui capaz de verlo. Llevo desde esa tarde arrepintiéndome de lo que hice.
Ella lloraba y no dejaba de disculparse. Me había ayudado a recuperar los recuerdos, pero el dolor que sentía era demasiado grande y no podía agradecerle la ayuda. Necesitaba alejarme de ella y salir del lugar donde me encontraba. Mientras buscaba la silla de ruedas con la mirada, una voz que había olvidado pronunció mi nombre.
—Bianca—miré a mi alrededor y lo vi.
—¡Azael!—.El vampiro se acercó y me acogió entre sus brazos.
El llanto se apoderó de mí y Azael trató de calmarme. No había sido consciente de lo mucho que lo había echado de menos. Su abrazo se sentía cálido y reconfortante, pero no eran los brazos que yo quería.
Necesitaba aquellos brazos que me habían salvado tantas veces, aquellos que me habían ayudado y que me habían amado. Necesitaba a mi lado al hombre de ojos grises y no podía porque se había ido para siempre.
No sé por cuánto tiempo lloré, pero en algún momento volví a quedarme dormida. Desperté en la misma habitación y me di cuenta de que la puerta estaba entreabierta y pude escuchar parte de una conversación.
—Necesita saberlo—dijo una voz masculina con desesperación.
—Y lo sabrá, pero aún es pronto. Primero necesita sanar y encontrarse a sí misma. Cuando esté lista, dejaremos que lo descubra y ya decidirá qué hacer—respondió una mujer con firmeza.
—De acuerdo, pero no podemos alargar esto demasiado tiempo—razonó el hombre.
—Necesita tiempo—insistió ella.
—Lo sé, pero el tiempo es diferente aquí.
—El día de la inauguración—zanjó ella.
No tenía ni idea de qué hablaban, pero apenas podía prestar atención. Me sentía agotada y no tenía fuerzas para levantarme. No sabía si era un efecto de la hipnosis, pero volví a sumirme en un profundo sueño.
No sé cuánto tiempo pasé entre el sueño y la vigilia, pero tenía hambre y ganas de orinar. Abrí los ojos y la claridad del día me dio en plena cara. Sentí que la superficie donde me encontraba se hundía un poco. Alguien se había sentado a mi lado.
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1# El hilo invisible © ✔
VampireElla nunca pensó que aquella entrevista de trabajo fuera a cambiar su vida, monótona y gris, para siempre. Él nunca pensó que la nueva inquilina fuera a llenar su vida, larga y aburrida, de emociones que creía enterradas. A pesar de pertenecer a m...