Las palabras de Dimitri seguían resonando en mi mente, al día siguiente después de haber tenido esa discusión. «¿A quién se refería cuando dijo que tuvo que dejarla morir?», pensé. No podía dejar de hacerme la misma pregunta una y otra vez. La curiosidad podía conmigo. No me atrevía a preguntar, aún no habíamos llegado a ese nivel de confianza, si es que alguna vez llegábamos.
Me encontraba en mi nueva habitación con todas mis pertenencias apiladas alrededor y con dificultades para transitar libremente por estancia. Coloqué las cosas que pude yo sola, pero aún quedaban muchas más y por mis limitaciones, no podía. No sabía a quién pedirle ayuda. Dimitri quedaba descartado porque la última vez que nos vimos, no acabamos bien; Alessandro no podría ayudar mucho por su discapacidad visual y Kiram, ya me había ayudado bastante trayendo las cosas. Solo me quedaban Einar, Azael y... Robin, el chico que me había atacado. No lo había visto desde entonces. Tenía que pedirle ayuda a uno de los tres.
Estaba tan perdida en mis pensamientos que no me di cuenta de que alguien me llamaba hasta que me tocó el hombro. Di un respingo del susto. Era Azael, el hombre que tenía el salón de belleza.
—Lo siento cariño, no quería asustarte. Era para decirte que hemos traído pizzas, por si quieres comer algo—dijo.
Ahora que lo mencionaba, lo cierto es que tenía hambre. Además, era una buena oportunidad para conocer a mis nuevos compañeros de piso, con los que, a la fuerza, iba a tener que convivir indefinidamente.
—Gracias, lo cierto es que tengo hambre.
Azael recorrió la habitación con la mirada y se quedó pensativo. Luego me miró.
—Estás de suerte. Hoy no trabajo, así que tengo tiempo libre y puedo ayudarte a colocar lo que falta. Comemos y nos ponemos con ello—me guiñó un ojo.
—Gracias, te lo agradezco mucho—respondí aliviada. Me había ahorrado la molestia que me supone pedir ayuda.
Nos dirigimos a la cocina y ahí se encontraban Alessandro y Einar comiendo.
—Bienvenida Bianca, espero que te gusten las pizzas — me saludó Alessandro con una sonrisa en los labios.
—Por fin te dignas a aparecer por aquí, novata—dijo Einar sonriente.
—Sí, me encanta la pizza. Lo siento por no aparecer antes, necesitaba tiempo para asimilar todo lo que me está pasando. — contesté.
— No te preocupes, lo entendemos. No es fácil adaptarse a una situación como esta— añadió Alessandro.
Pasamos una velada agradable conociéndonos y aprendiendo un poco sobre las costumbres de los vampiros. Aún se me hacía raro hacerme a la idea de que estaba comiendo pizza con tres vampiros que se comportaban como si fueran humanos. Ellos me aclararon que no tenían por costumbre comer, pero que lo hacían de vez en cuando para recordar viejos tiempos. Normalmente bebían sangre de animales y, cuando la ocasión se presentaba, se alimentaban de los humanos que hipnotizaban para que no recordaran nada.
Después de comer, Azael y yo fuimos a mi habitación a ordenar las cosas de la mudanza. Afortunadamente, no tenía mucha ropa por lo que pudimos colocar las cosas en la parte del armario que quedaba a mi altura, de forma que pudiera coger lo que necesitaba con plena autonomía. De vez en cuando, el vampiro sugería diferentes formas de combinar la ropa para cambiar un poco mi estilo habitual e ir más elegante al trabajo. Me había olvidado por completo del trabajo. Necesitaba hacer un par de compras y buscar ropa más formal.
Terminamos de adecentar la habitación y retiramos las cajas vacías. Agradecí la ayuda a Azazel y este se retiró a su habitación tras indicarme que podía acudir a él siempre que lo necesitara.
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1# El hilo invisible © ✔
VampirosElla nunca pensó que aquella entrevista de trabajo fuera a cambiar su vida, monótona y gris, para siempre. Él nunca pensó que la nueva inquilina fuera a llenar su vida, larga y aburrida, de emociones que creía enterradas. A pesar de pertenecer a m...