Érika MacBeth
-Muy gracioso míster comedia. -digo poniendo los ojos en blanco mientras cojo un vaso de la encimera para dárselo a Eros.
Pero un dolor seco me recorre los brazos hasta la clavícula y dejo caer el vaso al suelo haciendo que se rompa. Me tiemblan las manos y no sé qué pasa.
-No te muevas Eri. -dice cogiéndome en brazos para evitar que pise los cristales. Me deja al lado de la mesa mientras va a buscar una escoba y un recogedor para limpiar el desastre.
Mientras tanto yo miro mis manos sin entender que me ha pasado.
Intento cerrar los dedos, como si cogiese arena, pero al hacerlo un dolor seco y profundo me hace querer llorar.
Pero no lo hago porque Eros ya está frente a mí con su mano en mi mejilla.
Levanto mi vista encontrándome con sus ojos azules en los que podría perderme para toda la vida.
Pero hay algo en su mirada que me hace volver a la realidad. Sabe lo que me ha pasado, y de alguna manera me hace querer abrazarle y decirle que estoy bien. Que no es nada importante.
Coge mis manos con las suyas y las mira, pero parece ver algo enn mis dedos que yo no.
"Poderes de Dios griego, supongo. "
-¿Quieres ir al médico? -pregunta serio.
-No. -después de la visita del lunes no me apetece, gracias.
-Si te duele, dímelo Érika, necesito que estés bien, ¿vale? -me abraza con fuerza haciendo que me cueste respirar.
...
Temerosa, entro en el estudio que Eros preparó para mí en su casa, me llevo una sorpresa al ver que todas mis cosas están perfectamente colocadas como a mí me gustaría que estuvieran.
Es simplemente perfecto.
"Definitivamente sí me conoce. "
Con mucho cuidado con mis manos preparo un caballete con un lienzo en blanco y vatias pinturas, me siento en el suelo delante de este papel blanco que me ha aterrorizado tantas veces.
Cuando voy a coger un pincel intento aguantar el dolor todo lo que puedo. Lo juro.
Hago mis mayores esfuerzos consiguiendo manchar la punta de pintura amarilla y llevarla hasta el lienzo.
Mi pulso tiembla y mis ojos ya están llenos de lágrimas por el dolor que siento.
Muevo mi muñeca un poco pero esto es insoportable.
Se me cae el pincel al suelo manchándolo. Me agacho llorando mientras sostengo mis manos una encima de la otra.
-No puedo hacerlo...
Me pongo en pie, lista para tirar la toalla, pero al hacerlo me veo reflejada en el espejo.
No soy exactamente yo, porque esa tiene más confianza y seguridad en sí misma que yo.
"Puedo hacerlo, aunque sea solo un boceto. "
Agarro el pincel con dos dedos, consiguiendo que el dolor disminuya, aunque los trazos son torpes no es nada que no pueda arreglar más tarde.
Eros
-Érika, ya he llegado. -digo cerrando la puerta, pero está todo muy tranquilo. No se escucha nada.
Un pequeño pánico se empieza a formar en mí.
¿Y si el símbolo de Lete se la ha llevado? ¿Y si ya no me reconoce? ¿Y si ya no me ve?
Empiezo a buscarla por toda la casa, esperando que todavía tengamos tiempo.
La última habitación que me queda es su estudio. Al ver que la puerta está algo abierta me relajo, pero no del todo.
La veo sentada en el suelo de espaldas a mí, frente a un gran lienzo.
Me fijo en su mano, en como agarra el pincel entre su índice y dedo medio para que no le duela.
Artrosis. Esto está llendo más rápido de lo que debería.
En el siglo XVIII ella contrajo artrosis de mayor. No sabía lo que tenía, y los médicos le cortaron las manos porque pensaban que podría expandirse al resto del cuerpo y provocar una epidemia.
Pero sus heridas abiertas se infectaron y murió tres noches después frente a mis ojos.
Busca alternativas para sacar la pintura de los tubos y para limpiar los pinceles en agua.
Sin que se de cuenta entro en sus pensamientos y me doy cuenta que con cada movimiento se repite a sí misma "Yo puedo hacerlo, olvida el dolor. "
Decido fortalecer ese pensamiento para que no se de por vencida.
...
-Eros, ¿me ayudas a peinarme? -pregunta Érika asomando su cabeza por la.puerta del baño. Parece algo avergonzada de tener que pedirme esto.
-Por supuesto. -sale del baño y me trae el peine con ambas manos, me doy cuenta de que las tiene algo hinchadas por el esfuerzo.
Se sienta entre mis piernas mientras yo me acomodo y comienzo a peinar su pelo cobrizo y largo.
-¿Qué pintabas? -pregunto para hacerla olvidar algo su dolor.
-No sé lo que es, solo... Lo dejo salir. -se encoge de hombros quitándole importancia.
-Déjame verlo cuando acabes.
-Vale.
Acabo de peinarla y nos tumbamos juntos.
Érika apoya su cabeza en mi hombro mientras yo la rodeo con mi brazo.
-Sabes que puedes contarme tus problemas, no tienes que callarte conmigo.
-Si no te los cuento es porque tú eres la solución. -beso su cabeza durante varios segundos.
Intento no pensar en que nos estamos quedando sin tiempo. Que no estaremos así para siempre como lo había imaginado.
Pero es algo inevitable.
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Cupido
FantasySe gustaban. Se gustaban tanto que asumían las consecuencias. Se gustaban tanto que su amor perduró miles de vidas. Pero todo tiene un comienzo y un fin, ¿podrán superar un fin que no saben que se acerca? Una historia de dos extraños no tan descono...