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1995.
—¿Uh? ¿Mudarnos?
—Sé que es difícil para ti, sobre todo porque no sabes el idioma, pero créeme que podrás lograrlo, después de todo eres hijo mío, igual de inteligente que yo. —Sonrió la mujer mientras revolvía el cabello del menor.
—P-Pero... mis amigos...
—Robbie, perdoname, pero no puedo dejarte sólo aquí en México, tenemos que irnos. —Su madre le ofreció la mano, el pequeño apretó el peluche en sus manos, le dirigió una mirada a la que había sido su casa durante sus siete años de vida, y luego tomó la mano de su madre.
El camino al aereopuerto fue corto, pero el transcurso del vuelo si era algo largo.
—Oye Robbie, ¿Quieres una gomita? —Preguntó su mamá mientras le mostraba una gomita en forma de pato, él asintió y se la comió.
Tiempo después comenzó a darle sueño, por lo que se durmió.
Para cuando él despertó, estaba en el auto, con su madre abrazándolo.
Al lado de ellos estaba un hombre de traje, que hablaba idioma extraterrestre, pero su mamá le respondía de la misma forma.
Finalmente el auto se detuvo frente a un edificio, en donde todos bajaron.
—¿Aquí es? —Preguntó Robbie y su madre lo miro asintiendo con una sonrisa.
El hombre le volvió a hablar a su madre, llamando la atención de esta, ella asintió apenada y luego miró a su hijo.
—Robbie, tengo que inscribirte a unas clases de japonés o inglés.
—¿Por qué?
—Porque si los demás te escuchan hablando español, te podrían discriminar. —Le dijo suave, acariciando el cabello del menor.
Robbie se sintió algo apenado con el hombre.
—Aprenderé el idioma, mami. —Le dijo tomando su mano.
La mujer estaba orgullosa de su hijo, era tan atento, amable, y educado.
Después de acomodar la mudanza, tuvieron que vender algunos muebles ya que éstos no cabían en el departamento.
—¡No, mi camita del Rayo McQueen!
—Robbie, ya no cabes ahí, además el departamento tiene una cama linda para ti. —Dijo su madre agachándose a su altura.
—P-Pero... fue un regalo de papá.
La mujer hizo una mueca, recordando a ese hombre.
—Podemos conservar los edredones y almohadones, ¿Si?