Un dios peculiar

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El siguiente día fue el escogido para hacerle una nueva visita al prisionero, no obstante, no bajó hasta después de haber almorzado y de darle de comer a su otro yo. No tenía muchos ánimos de verlo, pero era necesario para confirmar lo dicho por su copia o simplemente para conseguir nueva información que complementara lo que ya sabía.
Después de ordenar todo en la cocina y en algunas habitaciones en desuso, Wiss bajó al subterráneo, como no tenía apuro alguno en llegar a destino, caminó lentamente por las escaleras mientras meditaba y silbaba una tonada alegre que hacía eco a su alrededor. Veinte minutos más tarde, el ángel ya se encontraba frente a la gran puerta rodeada de cadenas, con calma, fue quitando una a una con su cetro hasta dejar la puerta al descubierto, empujó suavemente con sus manos y entró al lugar, ya no olía tan mal después de haber arreglado el ambiente del subterráneo, algo que lo tranquilizó, ya no era necesario el uso de algún pañuelo como en ocasiones anteriores, por lo que retomó su andar hacia donde estaba el dios descansando sentado contra la pared.
Al observarlo de lejos mientras caminaba hacia su dirección, notaba que ciertas partes del cuerpo de Bills estaban cubiertas de gusanos, las heridas de los hombros, costillas y abdomen eran el lugar ideal para que esos pequeños y asquerosos parásitos hicieran su trabajo al comerse la carne podrida y sin irrigación, mismos lugares que más tarde servirían de hospedaje para depositar sus huevos y así continuar poco a poco con el objetivo de apoderarse de ese cuerpo sucio, herido y muy maltratado. A Wiss no le quedó más remedio que apurar el paso e ir en su auxilio, no podía dejar que muriera por estar infestado de parásitos, no por ahora, por lo que, apenas estuvo a su lado, no demoró en comprobar sus signos vitales. Afortunadamente, el pulso que midió en su cuello lo podía percibir en sus dedos, eran débiles, pero aún indicaban que el dios seguía con vida. El ángel entonces se permitió usar su cetro para curarlo, sería la única vez que lo haría con tal de seguir cumpliendo la orden impuesta por su señor. Las heridas desaparecieron apenas realizó el movimiento suave por sobre el torso, lo mismo sucedió con esos indeseables invitados amantes de lo putrefacto. Sin embargo, Wiss no precisó el curar solamente las heridas, sino que también sanó por completo los brazos y manos del dios, sin darse cuenta, realizó curaciones en toda la mitad superior del cuerpo de Bills, a excepción de la cabeza. Ligeramente sorprendido por lo que acababa de hacer, alejó su cetro del prisionero y se puso de pie lamentando un poco el hecho puesto que no era su intención, pero que, por otro lado, así tenía mayor certeza de que ahora estaría un poco mejor sin decaer en una muerte imprevista y prematura.

Aún manteniendo la calma a pesar de hacer algo que no tenía contemplado, Wiss procedió a despertar al dios, con la punta de su báculo, golpeó con cuidado unas cuantas veces el brazo derecho de Bills, este no demoró en despertar al percibir con perfecta sensibilidad esos pequeños golpeteos que estaba recibiendo. Al abrir lentamente los ojos, vio los pies y luego las piernas que se mantenían detenidas a su lado, al extender su cabeza, logró ver el rostro indiferente de Wiss. Parpadeó un par de veces y, en automático y sin pensarlo, movió sus brazos para acercarlos a su rostro para que sus manos tocaran sus ojos y restregar varias veces el lateral de sus dedos índices por sobre sus párpados. Luego de haber hecho esa simple acción, cayó en cuenta que no sentía dolor ni fatiga al mover su torso y brazos, eso lo sorprendió por lo que quedó observando detenidamente sus manos y parte de su cuerpo. Mientras seguía absorto en su perpleja impresión, la voz suave y seria del ángel interrumpió su autorevisión.

- ¿Te causa mucha emoción notar una leve mejoría en tu salud?.- preguntó con cierta curiosidad-.
- ¡Es increíble!.- volteó a mirar al ángel sin dejar de mover sus extremidades superiores-. ¿Por qué lo hiciste?
- No era mi intención, cometí un pequeño error de cálculo al curar tus heridas que mantenías cubiertas de parásitos. No puedo dejarte morir tan pronto, no hasta que mi señor Bills tenga lo que quiere de ti.
- ¡Tks! Da igual el motivo. Me hace muy feliz el poder mover mis manos y mis brazos. No sabes lo desesperante que es no poder moverse con normalidad. Gracias, Wiss.

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