El crepitar del fuego sonaba con una fuerza abrumadora junto al calor abrazador que provocaba. Las llamas eran tan grandes que podían observarse desde el otro lado del mar. Cientos de los barcos más hermosos que nunca hayan surcado el océano eran ahora combustible fresco para la hoguera más grande de la que se tuviera registro hasta el momento. Los gritos de victoria y satisfacción de los seguidores de Fëanaro acompañaban al crepitar del fuego como una alegre, pero al mismo tiempo tétrica canción.
Nelyafinwë soltó un suspiro mientras observaba con tristeza en la distancia a los blancos barcos de los Teleri reducirse a cenizas. Se preguntó, por primera vez desde que dejó su hogar, si lo que estaban haciendo era lo correcto, si seguir a su progenitor en esa locura había sido la mejor decisión no solo para él, sino también para su pueblo.
Cerró los ojos mientras recordaba lo que había dejado atrás: a su abuelo enseñándole el arte de la forja, a su madre con su mirada siempre serena y las manos atareadas en alguna escultura, al hermano que llevaba en el vientre y que jamás conocería; pero al mismo tiempo que recordaba esas hermosas cosas, otro pensamiento se le vino a la mente, otro recuerdo, del día en que su abuelo fue asesinado por el Valar Oscuro. Recordaba el caos, la determinación de Finwë de proteger las joyas y la certeza de Tárimacil de proteger al rey. De nada había servido, ambos habían muerto incluyendo al pequeño hijo de su hermano quien sólo vivió unas horas. Nelyafinwë ya ni recordaba su nombre.
Un escalofrío recorrió su espalda a pesar del calor que desprendían los barcos. Acomodó su capa un poco mejor sobre sus hombros y se encaminó lejos del lugar. Pudo observar a su padre en la distancia, dando órdenes y a su lado estaba Aeromornion, su fiel amigo. El elfo había cambiado drásticamente desde la muerte de su hija, dejándose crecer la barba en señal de luto, su otro hijo, Quildohtaro, fue consumido por la sed de venganza.
Sin rumbo alguno se acercó a aquellos quienes estaban preparando los carros y los animales para la marcha, entre todos pudo distinguir a una joven madre de cabellos dorados con su pequeño dormido en brazos. La joven observaba todo atentamente, pero no había querido que su hijo presenciara aquello por lo que se alejó lo suficiente como para que el alboroto no lo despertara.- ¿Cómo está?- pregunto el pelirojo cuando llego a su lado acariciando los negros cabellos del niño.
- Tiene el sueño muy pesado- respondió la joven- el viaje lo cansó demasiado.
- ¿No quieres que lo cargue un rato? - preguntó el príncipe y extendió los brazos en señal de que le pasara al bebé- Al fin y al cabo, mi sobrino ya está demasiado grande para dormir en brazos de su madre.
La dama soltó una pequeña risa, algo que no hacía desde hace un tiempo
- Admito que es algo pesado, pero nada que no pueda soportar- observó a su hijo con cariño- además, me conforta tenerlo cerca.
- El pequeño Telperinquar cada día se vuelve más grande.
- No digas eso- Ithilweniel abrazo un poco más al pequeño- quiero que se quede de este tamaño para siempre, para poder cargarlo siempre.
- ¿Aunque esté muy pesado? - rio Nelyafinwë
- Aunque esté muy pesado.
Ambos soltaron risas cómplices antes de volver al silencio.
- Te he observado algo pensativo hace unos momentos- dijo la princesa- ¿acaso hay algo que te perturbe?
El heredero de los Noldor se encogió de hombros mientras sopesaba en si debía poner sus pensamientos en palabras
- Estaba rememorando el hogar- dijo por fin, luego de un silencio tan largo que Ithilweniel pensó que ya no le respondería- pensaba en mi abuelo, en mi madre y en el pequeño que crece en su vientre.
- ¿Tu padre ya sabe de su nuevo hijo? - solo unas cuantas personas de confianza de la reina consorte estaban al tanto de su estado, su hijo mayor y su nuera eran uno de aquellos privilegiados
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Eternal Life
FanfictionLa obsesión del Señor Oscuro. Una princesa casada con su enemigo. Un juramento infernal. Un corazón dividido.