Final

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La noche había llegado a la ciudad.

Tenía los ojos cerrados mientras su cuerpo se mantenía inmóvil sobre la camilla del hospital. No podía moverse bien, la vía intravenosa que tenía le impedía hacer algunos movimientos.

Nunca lo admitió, pero siempre tuvo miedo de que, por lo débil que estaba y la sensibilidad de su piel, se desprendiera la aguja y volvieran a buscar una vena donde colocar los medicamentos.

Los medicamentos... Escuchó mientras fingía dormir que solo anularían el dolor, no harían más que ese efecto en su cuerpo.

Sabía de antemano el resultado.

Cuando Jeongin entró a la habitación los últimos días, sintió que de algún modo podría llegar algún momento en el cual sanaría. Le daba esperanza solo verlo.

Y a la vez, se sentía culpable de que tuviera que visitar a un enfermo terminal como él.

Si abría los ojos, lo vería durmiendo, como cada noche que lo acompañaba.

Sin embargo, no quería, él no debería estar a su lado cuando le quedaba poco tiempo.

Ni siquiera sabía si seguía reconociéndolo porque Hyunjin desapareció hace mucho tiempo.

Y, aun así, todavía lo veía estar allí. Pasando tiempo a su lado, a costas de que lo que sentía por él no tendría un buen final.

Quería llorar, pero incluso hacerlo dolía. El enorme peso que cargaba lo hacía sucumbir anulando las sensaciones, todo era frío, nada tenía sabor, lo único que conservaba su color era la persona que lo acompañaba todos los días.

El poco valor que tenía lo tomó y abrió lentamente los ojos para verlo.

Sí, no quedaba mucho tiempo para irse.

—¿Por qué? —susurró. Su voz sonaba vacía, con la garganta seca dolía el modular cualquier palabra—. ¿Por qué no puedes irte?

No podía soportarlo más.

—No quiero... No quiero morir y que tú sigas aquí.

Lentas gotas de lágrimas se arrastraron, cayendo una por una sobre la almohada.

—Ya no quiero sufrir más, pero no puedo si sigues aquí...

El ruido despertó a Jeongin.

Solamente lo observó, sin importar nada más en este mundo para él. Se apartó del lugar en el que dormía y fue a sentarse a un lado de Hyunjin.

Entrelazó su mano con la de Hyunjin y la acercó a su mejilla para acariciarla.

—Jeongin...

—Dije que te acompañaría hasta el final y aquí me quedaré.

—Pero, yo...

—Es una promesa, a partir de ahora es una promesa —observó fijamente sus ojos y siguió—, eso fue lo que me dijiste la primera vez que lo hablamos. Las promesas para nosotros jamás tendrán un final, serán por siempre, aunque falte uno, aunque estemos separados, estaremos dispuestos a mantener la promesa. Ese fue el significado que le dimos.

Acercó su mano para darle un beso.

—Todo va a estar bien, no te preocupes por nada.

—¿De verdad?

—Sí, puedes descansar.

Durante la madrugada, sus manos permanecieron entrelazadas.

La única vez que se separaron, fue para que pudiera servirle un vaso de agua. Hyunjin tenía sed.

El vaso se quedó vacío y Hyunjin volvió a recostarse en la camilla luego de inclinarse un poco para beber. Jeongin sonrió, era la primera vez en mucho tiempo que podía beber algo y terminarlo.

—¿Me extrañarás?

—Mucho.

—No te olvides de cuidar mi colección de mangas, procura leerlos todos. Recuerda, como te enseñé, debes leerlos de...

—De derecha a izquierda.

—Fui un buen maestro —Hyunjin sonrió. Su risa duró pocos segundos—. Me gustaría haberte enseñado mucho más, ahora tendrás que aprender por tu cuenta.

Se acomodó nuevamente sobre la camilla y Jeongin lo cubrió con la sábana.

—Fue encantador haberte conocido.

Su mirada se posó sobre Jeongin, era lo último que quería ver.

—Siempre estaré encantado de haberte conocido —dijo Jeongin.

El sol estaba a punto de salir.

Hyunjin cerró los ojos, respirando tranquilamente.

—Puedes descansar, Hyunjin.

Y así fue. 

Enchanted | hyuninDonde viven las historias. Descúbrelo ahora