Capítulo 39

11.3K 1.2K 176
                                    

Escuchar ese nombre fue como si me pegaran un puñetazo en las tripas, retrocediendo por instinto cuando mi corazón empezó a bombear con tanta fuerza que creó un pitido estridente en mis oídos, ensordeciéndolo todo.

El señor Price se mantuvo sereno a pesar de que había empezado a jadear y mis ojos se movían frenéticos para buscar una vía de escape o algo con lo que defenderme del hombre que tenía frente a mí.

Recordé el botón del pánico que tenía en el escritorio, que enviaría una señal inmediata a mis guardaespaldas y también a Eric, presentándose ahí con medio ejército de ser necesario.

    -No lo haga, señorita López -Me advirtió cuando mis ojos fueron hacia el botón y mi dedo estuvo a nada de moverse para presionarlo -Esta desconectado. Tengo controladas también las llamadas que entran y salen de esta oficina, así que no hay manera de que pueda avisar a la policía o a su novio.

El corazón se me subió a la garganta, entrando en un pánico aun mayor, enfrentándome a alguien que me estaba amenazando a pesar de que mantenía por completo la calma y no se había movido de su sitio.

Era como él.

Otro como Edmund.

Alguien que quería hacerme daño.

Tendríamos que tener un puto arma en el bolso.

No la llevaba, porque tenía a Philipe y también llevábamos a Lizzie por las mañana a la escuela. Aunque tuviera licencia de armas desde hacía un par de meses, no me veía capaz de llevar una en el bolso.

    -No está en peligro. No voy a hacerle daño. Así que relájese -Me pidió con paciencia, relajándose en la silla con la mirada paseándose por el despacho -No vengo solo por los negocios, señorita López. Quería verla a usted. Le daré unos minutos para tranquilizarse.

Me entraron ganas de gritar y por un segundo estuve tentada, hasta que leyó mis intenciones claras de chillar y suspiro.

    -Uno de mis hombres de confianza esta con su ayudante y se asegurara de que no avise a nadie tanto como yo. Lo mejor es que tome aire y me escuche. Estoy aquí porque creo que ambos andamos detrás del mismo objetivo -Se explicó.

Solté un siseo contenido de rabia y furia, deseando ser capaz de saltar encima del escritorio y golpear a ese hombre hasta hacerlo trizas y poder huir.

Pero aunque yo no fuera armada, no significaba que el tampoco.

     -Edmund -Gruñí entre dientes, apretando los puños sobre el escritorio -¿Por qué coño te crees que yo te puedo conseguir nada de él?

Sus ojos se estrecharon con astucia, evaluándome con media sonrisa.

    -Aja. Ahora ya empiezan a encajar las cosas...

    -¿El que? -Rugí entre temblores -¿Quién coño eres?

La sonrisa se le borró, inclinándose hacia mí. Podría haber retrocedido con miedo, pero lo había suprimido por la furia.

Edmund no logró quitarme las ganas de pelear o la fuerza con la que lo había hecho siempre, más bien lo había potenciado todo.

Ese hombre era una amenaza para mí y para mi familia.

Pelearía, como siempre había hecho, hasta el borde de la muerte.

    -Solo soy un padre -Contestó metiéndose la mano en la chaqueta, tensándome hasta contener el aliento – y un abuelo.

No sacó ningún arma, sino una fotografía algo maltratada que dejó sobre mi escritorio para que la observara.

En ella había un hombre no mucho mayor que yo, con una niña de unos nueve años colgada de su cuello y a su lado la que deducía que era la pareja del hombre.

Atrapada en el Purgatorio #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora