Cap 1: Taylor

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Taylor – Presente.

Si papá me viera parado aquí delante de tantas personas diría que es una estupidez que lo haga cuando puedo volver a casa para hacer prácticamente lo mismo: Ganar dinero. Hace muchos años no habría dicho lo mismo.

La cosa es que no quiero hacerlo. Odio la idea de volver como un perro con la cola entre las patas y decirle que seguir un sueño es prácticamente lo mismo que cavar tu tumba con una sonrisa en la cara.

Mamá probablemente diría otra cosa, pero ella ya no está para poder decirlo.

No creo que a mi padre le emocione la idea de mí delante de un edificio relacionado a la música. Aunque técnicamente no voy a trabar con nada relacionado a un instrumento. Mucho menos un piano. Aún así. Me da miedo como reaccione. Y últimamente, no reacciona muy bien a nada.

El traje me pica, específicamente en partes en donde sé que no debería porque no es posible que llegué hasta esas partes.

James dijo que el traje me daba más posibilidades de conseguir el trabajo. Me veo prácticamente igual que esa foto donde un perro trae una corbata y lentes de oficina sobre un escritorio mientras mete el hocico en una taza de café. Y solo puedo rogar por que el entrevistador no piense lo mismo.

Una chica sale de la sala de entrevista con ese porte característico de alguien que tiene un claro exceso de confianza en sí mismo. Alguien que desearía ser, pero no puedo. Sale de la sala y le da un apretón de manos a la mujer dentro de ella para despedirse con un Hasta luego, te haremos saber nuestra decisión final.

La mayoría de las personas que han entrado y salido de esa oficina se ven que rondan entre los 28 y los 35. Y no se sí me veo como un niño que vino por una oferta de trabajo seria o si me veo como un becario que se equivoco de piso para sus pasantías.

Me jalo la corbata un poco y abotono el botón del chaleco que se ha salido de su lugar unas 15 veces de camino a estas oficinas. Y créanme, las he contado.

La mujer sale de sus oficinas con una carpeta a medio abrir en su mano.

—Taylor Hunter.

Eso significa que es mi turno.

—Soy yo—digo.

Pues claro que iba a ser la persona que se parara. Idiota

Antes de entrar, todavía junto a las sillas, me arreglo el saco y la camisa de debajo para ocultar mi pulsera. Pienso un segundo ante de tirar del seguro de la cadena, pero decido dejarla en ese lugar y simplemente girar del ridículo dije que cuelga de ella.

—Adelante— me indica la mujer.

Hago un ademán con la cara para que vea que le he entendido. Nada demasiado formal y al mismo tiempo tratando de verme tranquilo.

Porque estoy tranquilo. Eso creo.

Camino lo más formal que me es posible. Intento pararme derecho, pero estoy tan nervioso que creo que es posible que se note que camino rarísimo.

Okey, no estoy nada tranquilo.

Y entro a la oficina. Posiblemente es la oficina más blanca que he visto en mi vida; aunque claro, trabajando en una cafetería, las paredes blancas no son algo que esperes ver.

Se parece un poco a la oficina de mi padre en casa: con los libros acomodados al revés para ver el blanco de las páginas en lugar del titulo legible en el lomo. Y los cuadros que hay todo en tonos grises, crema u azules que mantienen una paleta de color. Brilla y se ve enorme al mismo tiempo.

Vas a quedarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora