Cap 5: Taylor

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Taylor – Presente.

Luego de caminar casi 2 kilómetros bajo el sol, llego a nuestro departamento. Mío y de James. Aunque técnicamente el contrato solo tiene su nombre porque el casero dijo que, en caso de demandarnos, era más fácil y barato demandar a una persona que a dos.

El recuerdo aún me hace gracia. La forma en la cual nos miraba como si 2 chicos entrando a los 20's fueran su mayor miedo. Aun así, nos dejó el lugar y solo nos pidió que en caso de que hiciéramos fiestas o lleváramos a una chica, la música no fuera alta o viéramos la hora, porque algunas paredes son finas y las personas merecen el derecho a una siesta reparadora.

A lo que James respondió "Le aseguro que lo que menos va a ver, son chicas". Yo me esforcé por no reírme y luego le di un codazo a James. Él me respondió con la misma exageración de siempre.

—Ya llegué —digo tan pronto entro.

—¡Estoy en la cocina! —grita James.

Nuestro departamento es un lugar mediano. Con un baño, dos habitaciones pequeñas y una cocina separada de la sala de estar, que debo admitir, es mejor de que esperábamos por la renta. Es ahí cuando algo me dijo que James si tenía la mejor suerte del mundo.

Voy directo a mi habitación antes de que James pueda verme y se ría de mi aspecto desastroso.

Normalmente me tumbaría en el sofá o en mi cama, luego de tantas emociones: como entrar a una entrevista donde el trabajo no era el que la solicitud informaba; o chocar con alguien en las escaleras y resultara ser una buena persona; o chocar por segunda vez con alguien y resultara ser alguien que te has esforzado en eliminar de tu vida 5 años.

Raven Díaz. El niño con esa imaginación de un color amarillo, amante de los pasteles de Zanahoria que tanto detesto, o el chico que de verdad me enseñó a tocar el piano... y tantas otras cosas que podría enumerar hasta llenar todas las libretas de un super mercado.

Recojo mi "uniforme" de la cafetería del pequeño estante a un lado de mi mesita de noche. Colgado y planchado perfectamente. Tomo mi toalla y entro al baño sin dudarlo.

Dejo que el agua me empape y se lleve el olor a café que lentamente empezaba a hacerse más fuerte.

James me toca la puerta.

—¿Qué tal tu entrevista, cariño? — bromea, detrás de la pared.

—No quiero hablar de eso mientras me baño.

—Está bien, pero más te vale que estes listo para irnos apenas y salgas.

—Lo sé.

—Oye, ¿ese es mi traje? ¿y de quien es esa chaqueta? Es carísima.

No respondo.

Dejo que mis pensamientos me inunden tanto como el agua empieza a llenar los azulejos del suelo y recorre todo mi cuerpo. Esta fría, pero eso apenas y me importa a comparación de otros días. Me quedo con los ojos cerrados bajo el chorro y cuando creo que mi cabello por fin ha renunciado a la viscosidad del café, salgo.

Me visto tan rápido como puedo.

Trabajo en una cafetería cerca de una Universidad. Por lo que normalmente hay mucha clientela joven. Y no es cualquier cafetería.

John, el dueño, es un hombre apasionado por el cine, creo que de haber tenido la posibilidad hubiera estudiado dirección cinematográfica o algo por el estilo. Cuando su esposa murió, compró un pequeño local en un edificio que había empezado a ser remodelado. Hizo un lugar donde rentaran películas, algo así como un blockbuster, pero no dio buenos frutos, así que vendió lo que pudo a personas que se dedicaban a coleccionar o revender productos de cine e invirtió lo demás en una cafetería. Claro que el lugar seguía teniendo grafitis y dibujos de películas fuera de lugar.

Vas a quedarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora