Capítulo 2

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Este mes está siendo catastrófico a nivel económico. Bigotes empezó a vomitar hace un par de semanas y tuvimos que llevarlo al veterinario, tras muchas pruebas vieron que tenía una obstrucción intestinal causada por una bola de pelo, le operaron y dejaron ingresado cinco días para ver su evolución. Ahora hay que darle varias medicaciones, dieta especial y realizar curas a la herida. A parte de este imprevisto, se nos rompió la lavadora y tuvimos que comprar otra. En resumen, nos hemos gastado el sueldo mensual de ambos en menos de dos semanas. Ya hemos empezado a racionalizar la comida, y hemos avisado a Ana de que este mes no podremos ayudarla con ningún gasto imprevisto que tenga.

La madre de Yon nos llama preocupada casi a diario, y nos invita cada fin de semana a comer a su casa. Según ella, debemos estar comiendo a base de pasta y arroz. No sé como decirle que simplemente tenemos que privarnos de caprichos, pero no vamos tan justos de dinero como para no comer bien. Además, por suerte, Yon puede comer gratis el menú diario del trabajo, no le hace especial gracia y normalmente se lleva tuppers, pero ahora lo está aprovechando. Para que Tania se quede tranquila, le hemos dicho que iremos el fin de semana que viene a comer; para entonces Bigotes ya estará mucho más recuperado y podremos dejarle unas horitas solo sin tener que preocuparnos.

—Me voy a trabajar —informo mientras me pongo los zapatos.

Yon viene corriendo a despedirse.

—Qué vaya bien el día, enana —me da un beso—. ¡Te quiero!

—Te quiero, amor.

De camino al café, solo puedo pensar en lo cansado que es compaginar el trabajo y los estudios, y lo único que consigue animarme es el hecho de saber que solo me queda un año.

—¡Suerte que llegas, Lis! Acaban de darme el aviso de una gata embarazada que vive en un garaje, nadie puede ir a buscarla, así que iré yo misma y la llevaré al veterinario antes de traerla. Te quedas sola esta tarde.

Demasiada información para mi mente.

—¿Vas a traer a una gata embarazada? —repito aún conmocionada—. ¿Podremos hacernos cargo?

—Tu no te preocupes por eso. Si tienes algún ratito prepara la guardería, hasta que tenga a los gatitos estará ahí.

La guardería es un espacio vallado pensado para gatitos recién nacidos, hay varias cuevas de pelito y mantas para que estén calentitos, comederos, bebederos y algún juguete, poco más. Está situada en la trastienda para que nadie pueda molestar a las mamis o los bebitos. Desde que trabajo aquí no hemos tenido la necesidad de usarla. Aprovecho que la cafetería está vacía, y que normalmente no viene nadie hasta dentro de media hora, para hacer lo que me ha dicho Jana. Pese a haber estado cerrado, el sitio ha acumulado bastante polvo y me da más trabajo del que había imaginado.

A media tarde la cafetería se llena más de lo habitual, y por si fuera poco una madre y su hija quieren adoptar a Calcetines, así que tengo que explicarles el protocolo, entregarles toda la documentación, rellenar el papeleo y preparar al afortunado. Me encanta cuando adoptan a un gato adulto, normalmente solo quieren a los pequeños, a partir de los seis meses cuesta que los adopten.

—Os lleváis a uno de los más mimosos, cuidarlo mucho.

—Claro, va a ser mi hermanito —contesta la pequeña mientras acaricia sin cesar a Calcetines.

La mujer me explica que tienen otro gato de seis años, también muy mimoso, y querían algún otro miembro en la familia que le hiciera compañía.

—¿Vais a querer cambiarle el nombre?

La niña niega con la cabeza varias veces seguidas.

—Calcetines está bien.

Les entrego la cartilla del veterinario de Calcetines, le doy unas últimas caricias en la cabecita mientras disfruto de su ronroneo una vez más y lo meto en el transportín.

Antes de que se vayan, vuelvo a insistir en que durante unos meses, en ocasiones, tendrán que mandarnos fotografías del felino y explicarnos cómo va la convivencia.

—Portate bien Calcetines, que te vas con una familia que te va a querer y cuidar un montón —me devuelve un maullido—. Además tendrás un hermanito.

La niña se va muy feliz con su nueva mascota, lo mejor es que la mujer también parece contenta. Por lo que me ha contado de los cuidados que le dan al otro gato, sé qué Calcetines estará en buenas manos.

Dos horas más tarde, cuando por fin la cafetería se ha descongestionado, llega Jana con los nuevos integrantes. Lo primero que hago es contarle que han adoptado a Calcetines. Se alegra muchísimo por él, pero odia no haber podido despedirse de él. Le enseño una foto de la nueva familia para que se quede más tranquila, siempre les tomamos una para subirla al Instagram del Cat Café.

Según el veterinario, la gata nueva tiene entre uno y dos años, y los bebés nacerán en un mes. Vamos a tener mucha faena de ahora en adelante...

Cuando llego a casa, agotada, me encuentro con Ana, Leo, Asher y Aura. Miro a Yon y hago un puchero sin que el resto me lo note, se acerca a abrazarme y besa mi sien.

—He pedido unas pizzas, no tendrás que hacer nada más que comer e irte a dormir en cuanto se vayan.

Desde que mi amiga va en serio con Leo, vienen a cenar a menudo, mínimo una vez cada dos semanas. Al principio me pareció gracioso, al fin y al cabo me gusta hacer cosas con ellos y ver a los peques, pero sería genial que avisasen con tiempo para que pueda decir que no me va bien si he tenido un día agotador.

Más allá de tu ausenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora