Capítulo 1

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El olor a humedad se cuela por la ventanilla del coche y capta mi atención casi de inmediato, alzo la cabeza y sonrío al ver la impresionante arboleda que abraza la carretera por ambos lados. Apoyo mi sien contra la ventana mientras disfruto del paisaje. Ya queda poco para llegar.

—¿Estás bien?

Miro a Yon y asiento con la cabeza mientras él coge mi mano y me da un beso en el dorso.

Han pasado 6 años desde que Ainhoa tuvo ese fatal accidente y nos dejó. Sigo pensando en ella, aunque solo en situaciones puntuales; por suerte, mi vida ya no gira en torno a su pérdida. Pese a que en el fondo sigue doliendo, he conseguido sonreír al recordarla y contar nuestros momentos con alegría, agradeciendo que tuve una hermana única e inigualable y pude disfrutar muchos años a su lado.

El llanto de Asher, que ya tiene casi nueve meses, me saca de mis pensamientos a la par que despierta a Ana, quien estaba aprovechando el viaje para descansar un poco.

—¿Y ahora qué? —dice con voz cansada mientras intenta comprender qué le pasa—. Hijo, últimamente no me das tregua ni de noche ni de día.

En cuanto consigue calmarlo vuelve a quedarse dormida. No recuerdo haber visto nunca a Ana con tantas ojeras. Desde hace un par de meses se la ve con el pelo ligeramente desaliñado y su vestimenta ha cambiado de una moderna a una cómoda.

—Viéndola a ella se te quitan las ganas de tener un hijo.

—Piensa que ella cuida sola de Asher, estudia, hace las tareas del hogar y, ahora, también trabaja. Sólo de pensarlo me canso, no sé cómo puede con todo.

Yon mira a Ana por el espejo retrovisor, luego mira a Asher y le saca la lengua. El crío se ríe y hace una pedorreta con la lengua. Se entiende muy bien con Yon, siempre que nos quedamos a cargo de Asher le hace reír, yo soy la mala que le obliga a comer o a bañarse cuando solo quiere jugar...

Es la primera vez que coincido con mi madre en el cementerio desde que enterramos a Ainhoa. También está Teo, aunque mantiene la distancia con Ana y Asher. Aún no le ha contado nada de lo sucedido con Sofía, aunque consiguió que los padres de ésta se hicieran cargo de la situación y de momento se mantiene alejada de todos nosotros. Reconozco que cuando mi hermano decidió poner punto y final a esa relación tan tóxica, durante un tiempo, no pude dormir tranquila por si se le ocurría dañar a Ana o al crío.

Cuando proponen ir a comer todos juntos, lo primero que hago es asegurarme de que mi amiga está conforme, no ha traído coche y depende de que Yon y yo la llevemos de vuelta.

De camino al restaurante Ana llama a Leo, y Asher decide que tiene hambre en el momento menos oportuno: nos hemos dejado su bolsa en el maletero y no podemos darle nada... Asher aprendió a decir algunos monosílabos sueltos hace un par de semanas, aunque lleva balbuceando desde los seis meses, y ha cogido como costumbre gritar cosas sin sentido cada vez que tiene hambre. Al menos ahora sabemos diferenciar cuando quiere comer de cualquier otra cosa que le moleste.

En cuanto nos sientan en la mesa, Ana saca un potito y se dispone a dárselo cuando mi hermano se acerca y se para frente a ambos.

—¿Puedo hacerlo yo?

Ana se queda mirando a mi hermano, dubitativa, se muerde el labio y me mira durante una milésima de segundo, luego mira a su hijo que ha dejado de gritar para mirar a su padre con intriga.

—Como quieras, pero ten cuidado —su tono es seco y distante.

Hubiera jurado que no cedería.

Ana no se mueve de su asiento, ni siquiera le da el biberón a mi hermano, simplemente lo deja en la mesa. Se hace un silencio incómodo mientras todos observamos las dificultades que tiene Teo para coger a su propio hijo. Nunca ha cogido a un bebé en brazos, exceptuando a mi hermana y a mí cuando éramos pequeñas, e imagino que al ser su hijo, y teniendo en cuenta la situación en la que se encuentra, no quiere hacer nada mal. Cuando consigue cogerlo se le ilumina el rostro. Es la primera vez que tiene a su hijo en brazos. Le conozco lo suficiente como para saber que la cara de estreñido que tiene ahora mismo es porque intenta que no se le caiga la lagrimilla.

—Te sienta bien —Yon decide romper el hielo.

—No tanto como a Leo —susurra Ana para que solo yo lo escuche.

Pongo una mano en el hombro de mi amiga. Teniendo en cuenta que ella no sabe nada, me imagino lo difícil que se le está haciendo dejar que Teo se acerque al pequeño.

—Pensaba que no se lo dejarías —susurro.

Ana se encoge de hombros. Mientras observa cómo Yon se levanta de mi lado para ayudar a Teo a darle el biberón a Asher.

—Es su padre después de todo. Se ha comportado como un auténtico gilipollas, sí, pero no tengo ganas de meterme en líos de abogados, ni de discutir; si a cambio de que le dé el biberón me ahorro hablar más de dos segundos con él, adelante —hace una pequeña pausa para analizar los movimientos de su hijo—. Además, Asher parecía sentir curiosidad por él...

No le va a perdonar en la vida, pondría la mano en el fuego. Por suerte para mi hermano, Ana es buena chica y sé que dejará que haga de padre si se lo gana.

A mi hermano le resulta imposible acabar de darle el potito a su hijo, y termina haciéndolo Yon aprovechando que Ana ha ido al baño y no les ve.

—Eso es trampa —les digo.

—No te chives —Yon me guiña un ojo.

Frunzo los labios mientras niego con la cabeza.

—Quiero una cena romántica a cambio de mi silencio. ¿Qué te parece si está noche me preparas sushi?

—Chantajista —protesta.

—Yo también te quiero —le tiro un beso al aire.

Yon le devuelve el crío a mi hermano, que lo intenta dormir sin mucho éxito, se acerca y me besa.

—Te quiero —me contesta entre besos—, demasiado.

Cuando nos traen la comida, mi madre coge a Asher y lo duerme en menos de dos minutos, es una crack durmiendo al nieto. Por suerte, el resto de la comida pasa tranquila y sin tensiones, entre otras cosas porque mi hermano sabe que no debe tensar la cuerda y no vuelve a acercarse a Ana ni a Asher.

Más allá de tu ausenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora