Al día siguiente, por la tarde, nos dan el alta con una serie de indicaciones: tenemos que volver si hace fiebres altas, tiene que tomar analgésicos y antiinflamatorios, guardar reposo relativo durante tres semanas y curar las heridas diariamente.
En cuanto llegamos a casa Bigotes nos recibe como si no nos hubiera visto en semanas, especialmente a Yon, de quien no se separa en lo que queda de día.
Nos pasamos la mañana en el sofá, viendo una serie que teníamos a medias. No puedo evitar mirar de reojo a Yon de vez en cuando, pues tiene cara de estar extremadamente agotado: las ojeras oscuras y las mejillas hundidas le dan un aire enfermizo. Después de comer le propongo echarnos una siesta, y duerme durante tres horas y media.
Ana viene a visitarnos por la tarde junto con Asher y nos cuenta que ha llegado a un acuerdo con mi hermano: dejará que dos semanas al mes se quede con él de martes a jueves, y las otras dos lo tendrá durante el fin de semana.
—Creo que ambos somos lo suficientemente adultos como para dejar de lado nuestras diferencias y hacer lo correcto para nuestro hijo. Me guste o no, Teo es su padre, y tiene tanto derecho como yo de disfrutar de Asher tanto entre semana como los fines de semana —Ana separa a su hijo de Bigotes, que estaba aguantando con resignación los tirones de orejas que le daba el crío—. Además, he de reconocer que me está resultando agotador trabajar, estudiar y ser madre a la vez.
—Tendrás que hacer de madre igualmente con Aura, ¿no?
Mi amiga niega con la cabeza.
—Hace unos días que los hemos apuntado a la guardería. Con Asher nos han hecho un precio especial, puesto que no irá todos los días, aún así salimos perdiendo pero no podíamos lidiar con todo nosotros solos.
—La mayoría de las parejas pueden porque tienen el apoyo de los abuelos —indica Yon—. En vuestro caso es más complicado.
—Leo me presentó a su madre hace unas semanas, y desde entonces viene un par de veces por semana a casa, para ayudarnos un poco con los críos, pero aún así voy muy agobiada con los estudios. No tengo tiempo para mí. ¡Hace meses que ni siquiera puedo ir a que me hagan las uñas! —protesta mientras se mira las manos.
—Ya sabías a lo que te enfrentabas al decidir ser madre soltera —mi amiga se encoge de hombros—. ¿Y mi hermano qué ha dicho sobre el trato?
—Lo ha aceptado enseguida. Parecía encantado.
Asher vuelve a intentar jugar con Bigotes, pero mi pequeño huye antes de ser alcanzado.
—Debes tener contento a Kuro —digo con ironía. Asher me mira y sonríe con picardía—. Eres un trasto.
Una vez nos quedamos a solas, y mientras preparo la cena, aparece Yon en la cocina y empieza a ayudarme. Pese a que insisto en traerle una silla para que esté quieto, se niega alegando que ya lleva demasiado tiempo haciendo el vago. Le recuerdo que el doctor le ha recomendado reposo, pero con los analgésicos no siente casi dolor y, en mi opinión, hace esfuerzos de más.
Por la noche, cuando la fiebre le sube pese a los antitérmicos, le regaño por no haber estado más quieto. Por suerte, consigo que disminuya con medidas físicas y no tenemos que ir a urgencias. Antes de irnos a dormir me toca realizar las curas: empapar una gasa con povidona yodada y dar pequeños toquecitos en los puntos. Simple, pero soy novata en esto, y ver las cicatrices me pone nerviosa y hace que me tiemble el pulso.
A la mañana siguiente Yon recibe una llamada de su jefe para preguntar por su estado de salud y ofrecerle la posibilidad de especializarse en derecho del trabajo y de la Seguridad Social, una de las áreas que más le ha interesado siempre. Al parecer, uno de los abogados del departamento se jubila a finales de año, y han preferido ofrecerle el puesto a Yon antes de contratar a uno nuevo.
—Es muy considerado por parte de tu jefe.
Dejo el té para Yon y mi café sobre la mesa, luego vuelvo a la cocina para traer las tostadas, la mantequilla y la mermelada.
—Todos en la oficina sabían que, a pesar de estar a gusto con mi trabajo actual, mi intención era cambiar en cuanto pudiera. A fin de cuentas, para algo estoy cursando el máster para especializarme.
—¿Y es tan sencillo? ¿Te cambian de puesto de trabajo y ya?
—No... Primero tendré que acabar el master, aunque ya me queda poco, y después aprobar el examen de acceso que convoca el Ministerio de Justícia.
—¿Y tu jefe sabe que no puedes ejercer en el puesto de trabajo que te ofrece?
Yon me da un golpecito en la nariz y sonríe.
—Claro. Acabo el master en junio, y este año hay un examen en julio. Si todo va bien, que lo irá, podré cambiar de trabajo a principios del año que viene.
Abro los ojos como platos.
—Pues sí que estáis planeando cosas con antelación...
—¿Tú ya has decidido en qué te especializarás?
Asiento mientras le doy un sorbo al café.
—Quiero ser abogada de familia.
Yon sonríe.
—¿Es por lo de tu sobrino?
—En parte. Al fin parece que ambos empiezan a mirar por el niño, pero habrá millones de casos en los que nunca lleguen a un acuerdo, y quiero ser esa persona que mire por los hijos, se preocupe por ellos e intente conseguir lo mejor para ellos.
—Siempre defenderás a una de las dos partes —me recuerda Yon.
—Sí, pero tendré la opción de poder hablar e intentar conseguir un acuerdo que beneficie a todos.
Yon sonríe satisfecho por mi respuesta, puedo ver que se siente orgulloso de mí.
—Me alegro de que hayas encontrado tu camino.
—Y yo de que puedas llegar a tener el trabajo que más te gusta. En cuanto te recuperes, lo celebramos con una cena en algún lugar especial.
Me coge la mano y besa el dorso.
—Te invitaré yo, y será un sitio único.
—Tampoco te dejes un riñón. Con que estemos juntos ya será especial, en realidad el sitio es lo de menos.
Me levanto y le beso, le doy un abrazo y empiezo a recoger el desayuno.
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Más allá de tu ausencia
Teen FictionTercera parte de "Tu ausencia me llevó hasta él". Lis y Yon están en su mejor momento: han formado una familia preciosa junto a Bigotes, tienen trabajo estable, no hay problemas de convivencia, confían plenamente el uno en el otro... En resumen, han...