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-Señorita?- Alguien estaba apretando el brazo de Leila, abrió poco a poco los ojos hasta encontrarse con la azafata, se dio cuenta de que el avión ya había aterrizado. Estaba muy nerviosa por lo que le esperaría, al salir del aeropuerto lo que se encontraría seguramente era a una Amy loca de felicidad. Se levantó del sitio y fue hacia la salida, cogió sus dos maletas, tampoco llevaba mucha ropa ya que su padre al regalarle la mansión le dio bastante dinero por si le hacía falta. Pero se dio cuenta de que ese dinero no duraría para siempre y tendría que buscarse un trabajo. Al salir del aeropuerto la vio con un cartel que ponía en mayúsculas ¨LEILA¨. Amy estaba hecha ya más mujer, llevaba el pelo suelto, una camiseta que dejaba ver toda su barriga tonificada por el gimnasio y unos pantalones cortos. Si no fuera su mejor amiga podría haberse sentido atraído como un imán, pero siempre pensó de ella como una hermana. Al acercarse la abrazó de una manera que no pudo hablar.

-Me estás apretando...-Dijo entrecortada, pero feliz.

-Lo siento, lo siento, te he echado tantos de menos Leila, mírate, ya una mujer guapísima, pero no estás muy blanca?- Toda la gente le decía lo mismo, que si era muy blanca, que si tomara el sol y en verdad a ella le encantaba su tono de piel, además su cuerpo es como si nunca absorbiera el sol así que tampoco le daba muchas vueltas.

-Amy, sé que estoy blanca, me lo dice todo el mundo pero a que así estoy hermosa?-Dio media vuelta para enseñarle como si fuera una pasarela de moda.

-Se nota que en España te cuidaron bien, vas a ligar que flipas, los hombres de aquí se vuelven locos por las extranjeras-se puso a reír y le pegó su risa.

-Anda, dejémonos de hombres y vayamos ya a la mansión que estoy cansada-Aunque hubiera dormido horas en el avión se sentía muy cansada, supuso que era por dormir en un asiento, no en una cama y tenía tantas ganas de volver a ver la mansión, no sabía si necesitaría bastante limpieza con ella o ya estaría limpia.

Amy cogió una maleta y caminaron hacia su coche aparcado, un BMW E30,cuando le había enviado la foto de su coche le encantó. Leila, que siempre fue muy fanática de los coches, mientras las demás niñas jugaban con muñecas ella siempre elegía los videojuegos de carreras, películas de Fast and Furious, etc. Pusieron el GPS hacia la mansión y mientras Amy conducía, Leila se quedaba embobada con Miami, sus playas, sus palmeras, todo. Llegaron a una parte apartada, a la parte pija de la ciudad, nunca pensó que volvería allí pero uno nunca se imagina lo que le depara el futuro. Estaban frente aquella mansión, la puerta esperaba a ser abierta, alguien habló por el telefonillo.

-Buenas tardes, que se le ofrece?-Una voz de una mujer ya un poco mayor salió.

-Buenas tardes señora, soy Leila, la actual propietaria de esta casa creo-Tenía la voz dudosa.

-Señorita Leila! Por supuesto, ahora mismo le abro-De allí a nada la grande puerta empezó abrirse haciendo un ruido chirriante como si pocas personas entraran desde que se fuera de allí.

Al pasar la puerta había un camino de piedra que llevaba al gran patio delantero, en medio había una fuente preciosa pequeña adornada con flores rojas y blancas, el sonido del agua la apaciguó un poco los nervios. Al salir del coche las esperaba una mujer de mediana edad vestida de traje de sirvienta, la saludaron dando las gracias por haberlas recibido y después de eso cogieron las maletas. En la entrada había un gran hall con escaleras de piedra, todo estaba ordenado y limpio, por una parte se alegró ya que así no tendría que ponerse a limpiar después de lo cansada que estaba.

La primera planta constaba de un salón muy amplio, sofás de piel, una gran chimenea y ventanas que daban hacia el patio de atrás. Quedó encantada cuando vio que la piscina seguía ahí, tan limpia como siempre. Aparte del salón también había una cocina de madera pero lujosa, un comedor para un montón de personas, una oficina con muchos estantes, buen sitio para poner sus futuros libros, un gimnasio, varios baños y una habitación de ocio.

Los dormitorios estaban en la segunda planta, un total de 8 dormitorios con baño incluido en cada habitación. Se pasó media hora con Amy encontrando cada una su habitación perfecta. Al final se decantó por la habitación con balcón hacia el patio trasero. Y no solo se había decantado por eso sino que tenía una cama enorme, un sitio bastante grande apartado de la cama para su barra de pole dance, el baño tenía jacuzzi, una ducha bastante espaciosa, cuatro espejos y mucho sitio donde poner su maquillaje y todas las cosas que una necesita. Amy la ayudó a desempaquetar toda la ropa y meterla en el armario que había en la pared. Cuando acabaron fueron a su habitación, se quedó enamorada de una habitación más pequeña que la suya pero tenía su encanto por ser casi toda de madera. La eligió porque le recordaba a una cabaña que había ido hace años, a Leila le pareció bien pero tendrían que hacer otro viaje hacia el piso de Amy a buscar sus maletas. Habían llamado a un camión de mudanza para que le trajese lo demás pero tardaría un día o dos, así que fueron a por sus maletas, metió todo en su armario y por último tenían que cenar, la tarde había pasado tan rápido que no se dieron cuenta hasta que la sirvienta les dijo que tenía preparada la cena.

Otra cosa que apuntó en sus notas mentales fue preguntarle a la señora como se llamaba, bajaban las escaleras hablando de lo bonita que era la mansión y lo entusiasmadas que estaban por este gran cambio y por estar juntas. Empezaron a oler la comida y el estómago hacía de las suyas pidiendo comida.

Estaba tan acostumbrada a comer en la cocina que cuando fueron allí no había nadie, escucharon varios ruidos que provenían del comedor y efectivamente allí, estaba la mujer con dos platos en la mesa.

-Guau, eso es para nosotras?-En la mesa había pollo al horno, ensalada, frutas, vamos...un festín por todo lo grande. La boca se le hizo agua y solo podía pensar en comer.

-Si, señoritas, esta es vuestra cena, espero que la disfrutéis-Les lanzó una gran sonrisa mientras ella se quedaba ahí de pie.

No quería que estuviera como una estatua así que le dijo seriamente:

-Señora, primero, quiero saber como se llama, segundo, si nosotras cenamos usted también y en la misma mesa-Se había acercado a ella despacio.

-Mi nombre señorita es Matilda y no os preocupéis, yo he cenado antes de que vosotras vinierais, si me disculpáis voy hacer mis ultimas tareas antes de irme.

-Entiendo Matilda, no se preocupe, descanse bien-Le dio una gran sonrisa, parecía una gran mujer pero hablaría con su padre ya que no necesitaban una sirvienta.

Empezaron a comer el pollo, blandito, sabía a gloria, de postre decidieron comer unas cuantas frutas que tenían pinta muy apetitosa y así fue.

Al acabar de cenar Amy la miró seriamente, la estaba asustando un poco...

-Preparada para conocer a gente? Esta noche mi jefe va dar una fiesta por lo alto, le hablé sobre ti y no le importa que vayas conmigo, te vienes?-Amy le puso cara de perrito, cara de que sabía que no le podía dar un no como respuesta. Pero podría decirle que no tenia nada que ponerse.

-Amy, te lo agradezco mucho pero no traje vestidos para ocasiones especiales-intentó simular algo de tristeza.

-Pero eso no es problema chica! Tu sabes cuantos vestidos tengo? Y seguro que alguno te quedará mejor que yo-Estaba tan ilusionada que no se lo pudo negar, se probó varios vestidos, eligió uno y cuando estuvieron preparadas se fueron.

Baile dulce y peligrosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora