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Izuku levantó la canasta de mimbre, acomodándola en su brazo mientras comenzaba a avanzar, buscando con la mirada cualquier flor de diente de león que estuviera cerca. Avanzó entre la nieve semi derretida con cautela, se había adentrado en el bosque más de lo normal, por lo que debía ser cuidadoso para no perderse o caer en alguna cuesta.
Vio a lo lejos un solitario árbol de eucalipto y, recordando que estaba quedándose sin reservas, decidió ir por algunas hojas.
Se acercó con tranquilidad, dejó la canasta junto al tronco y saltó, sujetándose de la rama más cercana para comenzar a trepar.
Cuando al fin alcanzó una rama lo suficientemente gruesa para soportar su peso, se detuvo, acomodándose sobre ella y estiró el brazo derecho para alcanzar las hojas en buen estado, comenzando a tomarlas con delicadeza, siempre cuidando de no perder el equilibrio.
Al tener una cantidad considerable entre sus manos, las guardó en el bolsillo de su chaleco y se dispuso a bajar. Miró a su derecha mientras buscaba una ruta segura para regresar a tierra y entonces lo vio.
A unos cincuenta metros de distancia, pasando la ligera pendiente de la orilla rocosa del rio que aún llevaba astillas de hielo en su cauce, había un hombre, el cuerpo completamente desnudo boca abajo, inmóvil, el agua y la nieve más cercanos a él tintados de rojo profundo.
Su sangre se heló y su respiración se atoró en su garganta.
Olvidándose de su anterior precaución para bajar, saltó desde la rama, cayendo sobre la nieve resbalosa con nula delicadeza. Se puso de pie, sintiéndose mojado y aturdido y corrió en dirección al rio, dejando detrás la canasta mientras avanzaba a grandes zancadas que lo hicieron tambalearse, pues sus zapatos se hundían con cada paso en la abundante nieve impoluta.
Se arrodilló con urgencia una vez alcanzó la orilla, su ropa manchándose de lodo; al posar sus ojos jade sobre el cuerpo inconsciente sintió como el temor subía por su garganta.
Él no era ajeno a las enfermedades o heridas, al ser el único elfo con conocimientos médicos en el pueblo era común para él recibir a su gente en variadas circunstancias, pero nunca había atendido a alguien en condiciones tan desfavorables.
Con cuidado, palmeó la espalda descubierta del hombre, buscando huesos rotos con determinación, ignorando por completo cómo su pantalón mojado y lleno de lodo, comenzaba a teñirse de rojo, al igual que la capa roja que colgaba de sus hombros.
Había rasguños profundos, heridas punzantes y cortantes, golpes y quemaduras en su piel, mostraba claros signos de congelamiento y el pecoso comenzó a temer que estuviera muerto.
Al no encontrar huesos rotos, decidió aventurarse e intentar moverlo. Se arrodilló y usó todas sus fuerzas para girarlo, encontrándose con que era mucho más pesado de lo que esperaba.
Con esfuerzo, logró darle la vuelta, y de inmediato comenzó a revisarlo con la vista, buscando heridas externas. Había una gran cantidad de moretones, profundos rasguños y heridas cortantes, así como numerosas heridas punzantes, y una enorme quemadura en la mano derecha, pero ninguna parecía tan grave si se la comparaba con la hipotermia que estaba sufriendo.
Su cabello cenizo tenía escarcha acumulada y estaba ligeramente ennegrecido en las puntas, sus labios habían adquirido un tono azulado, la punta de su nariz, orejas y dedos estaban enrojecidas. No debía haber pasado más de dos horas en el exterior, por lo que no tenía signos de gangrena.
Se acercó a su pecho y recargó su cabeza sobre él, buscando el latido de su corazón.
Por favor, que siga con vida.
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Oasis; [Katsudeku]
FanfictionPersiguiendo el sol #1 Katsuki está huyendo, de las personas, de su pasado y de sí mismo. "Los monstruos no tienen un lugar en el mundo, por eso tienes que ocultarte", le han dicho tantas veces que incluso ha comenzado a creerlo. Fue pura coincidenc...